«Mi casa está toda llena de hollín, es irrespirable»
Los vecinos relatan a HOY la angustia que sufrieron esta madrugada, cuando el fuego desatado en el restaurante japonés Sushi Taki les despertó y obligó a salir de sus viviendas
Pasada la una y media de la madrugada, Isi González abrió los ojos, olió a humo y vio las llamas desde su cama. Estaba en ... su dormitorio, ubicado justo encima del restaurante Sushi Taki, el restaurante japonés de Jardines del Guadiana que salió ardiendo esta madrugada.
«Notaba que me faltaba aire. Por fortuna ha sido la primera noche que dormía con la venta acerrada porque hacía fresco», relata este miércoles por la mañana. Ha vuelto a su casa, donde no pudo regresar inmediatamente por el olor y el humo, a recoger ropa. Arrastra una maleta trolley y ha estado hablando con los bomberos que siguen realizando tareas de inspección y, también, atendiendo a quien se le acerca para contarles su experiencia.
Isi González se alegra de no haber abierto la ventana de su habitación. Esta mañana está reventada por el calor y los aluminios parecen derretidos. «Por fortuna he abierto la ventana de la habitación contigua, que es la del salón. Ya ha venido la bocanada de humo».
El siguiente paso fue buscar a su padre. «Va a cumplir 86 años y duerme en la habitación que da al patio. Y nos hemos llevado un susto porque nunca habíamos vivido nada parecido. Pero ya está: un mal golpe con buena suerte». En su relato de poco más de tres minutos repite hasta en tres ocasiones su agradecimiento a la Policía y los Bomberos. «Se portaron espectacular».
Como les ocurrió a otros vecinos al salir de sus casas, no se atrevieron a bajar por las escaleras. Subía humo. «Yo pensaba: 'cuidado, que no sabemos lo que nos encontraremos abajo, que puede haber un efecto chimenea'». Así que una docena de residentes se resguardaron en uno de los pisos.
Isi estaba en comunicación con el servicio de emergencias 112. Por teléfono le indicaron que debían poner toallas en las puertas. «Pero estábamos todos... Mi padre, que no había visto nada, era el que estaba más tranquilo». Allí permanecieron, con la incertidumbre metida en el cuerpo, hasta que los bomberos les indicaron que era «el momento idóneo para salir».
Ya en la calle, Isi cogió a su padre y lo llevó a la ambulancia. Le controlaron la tensión y, como estaba bien, quedaron libres. Su vivienda era una de las pocas a la que no se podía volver. De hecho, les ofrecieron una habitación de hotel para pasar la noche. Pero prefirieron ir a casa de un familiar. Aun así, los bomberos pusieron ventiladores para que pudiera entrar en la casa a coger lo imprescindible. «Y nos marchamos».
Sobre las diez y media de la mañana ha vuelto este miércoles a su vivienda. Su jefe le ha dado el día libre y ella, aunque en algún momento se emocione al recordar la noche, está contenta. «No pasó nada», celebra. Aunque necesitará un tiempo hasta que pueda volver a dormir allí. «Mi casa está llena de hollín y negra, irrespirable».
A Carla una vecina del segundo, la avisaron sus compañeros del fuego. Los empleados de Mc Donalds habían terminado el turno y estaban charlando fuera del restaurante cuando vieron el incendio. «Carla, baja que hay fuego», le apremiaron.
«Solo tengo el susto. No nos ha pasado nada y la casa está bien», valora. Aun así, se emociona recordando el episodio hasta el punto de que se le saltan las lágrimas y se le quiebra la voz. «Me quedé paralizada, no sabía qué hacer. Le dije a mi marido: Jose, que está ardiendo el Sushi Taki. Pues corre, levántate. Él cogió al niño y el gato, y yo salí con los dos perros. Nos fuimos en pijama, pero en la primera planta estaba todo lleno de humo y no pudimos bajar hasta que vinieron los bomberos». Ellos también estuvieron resguardados en un piso del primero.
Salieron a la calle, y cuando les dijeron que podían volver, regresaron a su casa. A las ocho de esta mañana, otro grito les llevó a la calle. «Hay fuego, hay fuego», oyeron. «Y otra vez todos corriendo a la calle. Había una pequeñas llamas en una de las ventanas del restaurante japonés», explica.
Los bomberos han señalado a HOY que se trataba de un pequeño palo ardiendo en el interior del restaurante, que acudieron y lo apagaron.
En poco tiempo, dice también José Sánchez, sofocaron también las llamas de esta madrugada. Él vio la escena desde un bloque de enfrente.
«Empezamos a oler a humo. La mujer se acercó a la ventana y me dijo: ¡un coche ardiendo!. Le dije: ¡Pero si son los chinos! Rápidamente se presentaron un montón de coches de Policía y después un montón de coches de los Bomberos. Tardaron muy poco tiempo en apagarlo», cuenta.
Él estaba más tranquilo que su pareja, aunque su hija vive en la misma manzana que el restaurante, en una zona a la que no llegaron las llamas. Ha pasado la noche con ellos. Sí vieron la angustia de otros. «Había una mujer ahí (señala con el dedo), a la que le daba miedo salir por las escaleras. Así que un bombero se subió a una escalera por fuera, la bajó y la llevó a la ambulancia».
Para José Sánchez, que trabajó durante años en fábricas de goma en Francia, Alemania, Suiza e Inglaterra, el incendio de anoche fue «una lumbre». «En Francia salía ardiendo una fábrica y se llevaba un mes», rememora. Él estuvo dando vueltas por Europa hasta que se cansó y quiso volver a Badajoz, donde montó el taller de neumáticos 'El Alemán'. Aun así reconoce los problemas que este incendio ha ocasionado en los vecinos.
Algunos, como Héctor, decidieron pasar la noche fuera. Vive en un segundo y estaba dormido. A su madre, Pepi, que le ha acompañado esta mañana, la avisó un amigo de su hijo. «Me dijo lo que estaba pasando, que estaba llamándole y que no cogía el teléfono. Me pidió que le llamara porque olía a gas y me descompuse».
Cuando Pepi contactó con su hijo, este ya estaba fuera de su vivienda. «Los vecinos insistieron en la puerta hasta que salió. Pero cuando quiso salir, estaba todo lleno de humo». Héctor recuerda que volvió y abrió una ventana para preguntar a los bomberos que por dónde salía. «Me dijeron que cerrara ventanas y puertas, y les pregunté qué entonces me asfixiaría». Cogió una toalla, la mojó, se la puso sobre la cara y, cuando un bombero entró en el edificio para decir a los vecinos que podían salir, enfiló las escaleras con su gato. Cuando los bomberos permitieron entrar de nuevo en las viviendas, recogió el uniforme de trabajo y se fue a casa de su madre.
Este miércoles por la mañana, Héctor y Pepi han regresado. Él recuerda que el dueño del restaurante acudió anoche. «Pidió disculpas a todos. Fue muy amable y no tiene culpa de nada».
Policía Científica
Algunos vecinos han pasado la mañana limpiando. Otros llamando a sus compañías de seguro. Toca esperar a que se pongan de acuerdo con el seguro del restaurante. Los daños están, sobre todo, en las fachadas del inmueble. Dentro, insisten, huele a humo y los más afectados tienen hollín.
El restaurante ha quedado arrasado. Las grandes cristaleras han estallado, hay elementos del techo fundidos y parte del mobiliario calcinado.
La Policía Científica, como ocurre en incendios de estas características, se ha hecho cargo de la investigación para aclarar cuál pudo ser el origen de las llamas.
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