El autor de los murales de las Descalzas de Badajoz forjó su fama en la Plaza de España de Sevilla
Nacido en Almendralejo en 1897, Pedro Navia fundó un taller de cerámicas en Triana del que salieron azulejos para decorar ese parque
Nunca una obra salida de los talleres del ceramista Pedro Navia (Almendralejo, 1897) había dado tanto que hablar. Pero la polémica suscitada después de que la comunidad de Clarisas Descalzas de Badajoz haya decidido retirar el tejadillo y la reja que enmarcan el mural de azulejos dedicado a la Virgen de la Amargura donado por este artista en la década de 1940 ha devuelto a la actualidad la obra de un creador que alcanzó una gran relevancia cuando en la década de 1920 participó en la decoración de la Plaza de España de Sevilla.
Pedro Navia Campos nació el 2 de octubre de 1897 en el seno de una familia humilde y numerosa, y quedó huérfano de padre cuando sólo tenía cuatro años. Su madre trató de ganarse la vida vendiendo chacinas, pero el negocio no les permitía sobrevivir y cinco años más tarde la familia emigró a Sevilla.
Desde niño, Navia destacó en el moldeado de barro por lo que no tuvo dificultad para entrar como aprendiz en el estudio que el escultor José Lafita tenía en Sevilla. Allí se familiarizó con la escultura y aprendió la difícil técnica del modelado.
En Badajoz tiene los dos murales de las Descalzas y otros dos en la ermita de Bótoa dedicados a San Isidro y la Virgen de Bótoa
Esa formación la completó en la Escuela Industrial de Bellas Artes de Sevilla y más tarde aprendió las técnicas de la cerámica en la fábrica de Ramos-Rejano, donde afianzó sus conocimientos lo suficiente para crear su propia fábrica en 1924, a la que llamó 'Nuestra Señora de la Piedad. Talleres de ornamentación artística en barro cocido y vidriados'.
Cinco años más tarde trasladó su fábrica a Triana. Era 1929 y se celebraba ese año la Exposición Iberoamericana de Sevilla. La Plaza de España de la capital hispalense estaba en construcción y sus arquitectos pidieron la colaboración de Navia, lo que le permitió dejar su impronta en un espacio público que aún hoy sigue siendo fotografiado por los turistas de todo el mundo.
De su obra en esta plaza da fe el estudio 'Pedro Navia Campos. Ceramista universal' publicado por Tobías Medina Cledón, un sacerdote ya fallecido que lo conoció cuando en 1956 le encargó el baptisterio de la parroquia de Valverde de Llerena.
Explica este biógrafo que su contribución al parque de María Luisa se tradujo en la realización de seis ventanas renacentistas en relieve, el escudo de Sevilla que adorna la puerta de Navarra y Aragón, veinticuatro águilas imperiales con el escudo de Carlos V, cuarenta y ocho medallones con el busto en relieve de personajes ilustres españoles y cuatro heraldos de tres metros de altura que flanquean las dos torres que encuadran el singular palacio situado en el paseo superior del recinto.
Pero no fueron esas sus únicas obras en Sevilla. Sus retablos en azulejos policromados lucen en numerosos templos en los que tienen sus sedes las cofradías sevillanas. Entre ellos, el Santísimo Cristo del Calvario, que está en la fachada de la Iglesia de la Magdalena.
También dejó su huella en el patio de la casa del poeta Juan Ramón Jiménez en Moguer (Huelva), donde reprodujo en un gran panel de azulejos un poema de este premio nobel.
Según se ha sabido estos días, los dos murales de azulejos que decoran la fachada del convento de las Descalzas, uno dedicado a la Virgen de la Amargura y el otro al Cristo de la Espina, fueron una ofrenda que realizó Pedro Navia en 1945. En ellos aparecen las imágenes titulares de esta popular cofradía pacense.
Pero sus obras no sólo lucen en Badajoz. También Almendralejo, su ciudad natal, cuenta en el parque de Espronceda con dos bustos dedicados a los literatos almendralejenses José de Espronceda y Carolina Coronado. Suyos eran los azulejos que decoraban esas fuentes y todo el parque en su conjunto, aunque los originales fueron destruidos cuando se realizó un aparcamiento subterráneo en esa céntrica plaza. Se construyó encima un parque que, en gran medida, respeta el diseño original. Especial atención merece el baptisterio de la parroquia de la Purificación de Almendralejo, con más de 33 metros cuadrados de azulejería policromada.
El cronista oficial de Almendralejo, Francisco Zarandieta, destaca las aportaciones que realizó este vecino ilustre, que tiene dedicada una calle en la ciudad.
Pedro Navia falleció en 1960 a los 63 años de edad. Su lecho de muerte fue un colchón embutido en un hueco situado bajo la escalera de su casa, de apenas dos metros de anchura por uno de altura y revestido todo él de azulejos policromos cocidos en su horno de Triana.
Ahora, casi 60 años después de su muerte, su obra vuelve a la actualidad y sus murales de azulejos de las Descalzas acaparan la atención y la polémica. Más tranquilidad rodea a sus otros murales en la ciudad, que están en la ermita de Bótoa. Allí luce tranquila la obra de un artista que forjó su fama en la Plaza de España de Sevilla.