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Juan José Hernández desroña uno de sus pinos en Jarandilla de la Vera. DAVID PALMA

Los pinos también 'sangran' resina en Extremadura

Gran potencial. Las posibilidades de la región invitan a ser optimistas ante el futuro del sector, una actividad que se retomó en 2013 y que ya cuenta con 60 resineros

Martes, 28 de abril 2020, 17:47

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A veces no está de más echar la vista atrás para intentar recuperar aquello que se ha perdido por el camino. En los años 60, eran muchos los extremeños que se ganaban la vida siendo resineros, pero todos ellos se vieron expulsados del sector ante el auge de la resina sintética que producían países como China. La crisis de la construcción que azotó a España a principios de esta década llevó a algunos jóvenes de la región a mirar de nuevo a sus montes y a recuperar una actividad que se había perdido por completo. En estos momentos, en Extremadura hay ya unos 60 resineros, pero podrían ser muchos más.

Juan José Hernández es uno de ellos. Lleva doce años en el sector, al que se introdujo tras trabajar en las telecomunicaciones y por influencia familiar, ya que su padre y su abuelo también fueron resineros. Abulense de nacimiento, llegó a Jarandilla de la Vera hace cinco años como el delegado para la región de Resinas Naturales SL, una de las fábricas transformadoras de este material que existen en España, con el objetivo de intentar dinamizar la profesión. Desde entonces, además de resinar sus propios pinos, también imparte cursos de formación por toda la geografía extremeña promovidos por la Junta de Extremadura y las distintas administraciones locales y provinciales.

Cada resinero suele tener una mata de 5.000 o 5.500 pinos. Él, gracias a la tecnificación que con los años de experiencia ha logrado, tiene 10.000. Al tener más trabajo, su campaña se alarga casi todo el año, pero para el resto de profesionales dura poco más de nueve meses, desde mediados de febrero a principios de noviembre.

La actividad puede ayudar a frenar la despoblación rural y a prevenir incendios

El proceso consta de tres fases: durante las primeras semanas se desroña el pino, eliminando la corteza gruesa del exterior, y posteriormente se clava la grapa y el pote recolector. El objetivo es tener preparado el árbol para finales de abril, antes de que empiece a exhudar resina. A partir de mayo, se pican los pinos, es decir, se les hace la incisión por donde irá saliendo la miera y se le aplica una pasta estimulante para evitar que se cierre esa 'herida'. Cada dos meses aproximadamente, llegan las remasas y se recoge el líquido.

Cada pino puede producir alrededor de dos kilos y medio de resina al año, que se van almacenando en cubas de 200 kilos para enviarlos a la fábrica. Hay varias por España, la mayoría en Castilla y León, pero ninguna en Extremadura. «Es el mismo problema que tienen otros sectores. En Extremadura somos capaces de generar muy buena materia prima, pero luego el valor añadido va para otras regiones. Lo ideal sería que se estableciera un centro logístico y una primera transformadora de resina aquí, y así nos ahorraríamos también esos viajes tan largos», señala Hernández.

Crear una industria sería «clave» para el futuro del sector. Pero para ello es necesario aumentar primero el número de resineros y la producción de resina. En estos momentos se sacan unas 600 toneladas en la región, pero haría falta al menos triplicar esa cifra. «Tendríamos que ser mínimo entre 150 y 200 resineros. Si lo conseguimos, estoy seguro que alguien se decidiría a montar una fábrica. Es algo que acabaría cayendo por su propio peso porque sería rentable», asegura.

El potencial de la región, según los datos, es enorme. El abulense ha trabajado junto a Juan Antonio Lucas, de la Oficina de Economía Verde y Circular de la Junta de Extremadura, para realizar un estudio sobre ello. En la región hay 86.851,23 hectáreas de pinar de la especie pinus pinaster, que es la más productiva. A esa cifra le han realizado una criba eliminando aquellas zonas que no se podrían resinar debido a la pendiente o a la madurez de los árboles. El resultado es muy esperanzador: 50.732 hectáreas podrían entrar en producción de forma inmediata. Si las matas de cada resinero constan de una superficie media de 16 hectáreas, se podrían generar hasta 3.170 puestos de trabajo. «Lógicamente es una cifra muy abultada y poco realista, porque sería muy difícil conseguir un rendimiento absoluto, pero sí creo que podría haber unos 600 o 700 sin ningún problema», calcula.

Varias entidades se han unido para tratar de profesionalizar e innovar en el sector

Por ahora son alrededor de 60 en toda la región. Cada año desde 2013 esa cifra va sumando varios números más, pero lo hace poco a poco. La razón, según Hernández, es el miedo que les genera a muchas personas iniciarse en un sector completamente nuevo para ellas. Más aún si tienen que hacerlo trabajando por cuenta propia, ya que la mayoría de resineros son autónomos. No obstante, desde algunas entidades se está empezando a fomentar también el trabajo por cuenta ajena, contratando cuadrillas asalariadas para estimular el empleo en el sector e incrementar la producción. La idea es que puedan trabajar nueve meses en la resina y el resto lo dediquen a otras labores silvícolas adicionales en el monte, llegando a acuerdos con las administraciones.

Los pino que resina Juan José están en Jarandilla de la Vera. David Palma

Hernández cree que es una posibilidad que puede ayudar a convencer a algunos indecisos, aunque dependerá de las circunstancias personales de cada uno. Tiene compañeros que viven exclusivamente de este oficio, pero otros lo utilizan como una actividad complementaria. «Hay unos chicos en Caminomorisco que aprovechan los meses de descanso para trabajar en la recogida de aceitunas, y otros en Pinofranqueado que se dedican también a la miel. Ellos quizás quieran seguir siendo autónomos y no depender de nadie, pero habrá quienes prefieran un salario fijo», comenta.

Potenciar el sector resinero en la región podría conllevar otras ventajas indirectas. Una de ellas es que puede ayudar a frenar la despoblación rural. Juan José Hernández pone un ejemplo práctico, el de Casares de Hurdes: «Allí hay cinco chicos que van a entrar ahora en el sector, y gracias a eso no se van a ir del pueblo porque ya van a tener una fuente de ingresos. Es una muy buena forma de fijar población, incluso de atraerla de otros lugares», dice. Además, señala que son precisamente aquellas zonas que más sufren este problema las que cuentan con más pinares disponibles a su alrededor.

Por otro lado, la presencia de resineros en el monte es toda una garantía contra la aparición de incendios, que puede llegar a ser fundamental en comarcas como Sierra de Gata. «Nosotros no solo tenemos una percepción inmediata de cualquier conato de fuego, también hacemos otras funciones como la limpieza del monte y la reducción de biomasa, la apertura de caminos y accesos que faciliten las labores de extinción... Es un valor añadido que hay que tener en cuenta», indica.

«En Extremadura podría haber 600 o 700 resineros sin ningún problema. Eso permitiría también que se creara una industria, que sería clave para el sector»

Juan José Hernández | Resinero

Además, las nuevas técnicas de resinación que han ido apareciendo han permitido que este sector ya no esté restringido únicamente a los hombres como antaño. «Poco a poco se está incorporando la mujer, porque es un oficio que requiere de más habilidad que esfuerzo físico. De hecho, tenemos ya algunos casos por las zonas de La Vera y las Hurdes que están siendo muy exitosos», reconoce.

Todas las variables implicadas en la ecuación, por tanto, parecen bastante favorables. Falta ponerlas en marcha. Hernández apuesta por tres pilares para fomentar el desarrollo del sector: formación, difusión e investigación. El primero de ellos es básico para crear mano de obra, y ya se está llevando a cabo con los cursos de formación que él mismo imparte. La difusión, además, podría ayudar a visibilizar esta profesión ante la opinión pública y a poner en valor los recursos forestales que posee la región.

Pero es fundamental sobre todo la investigación, como herramienta para lograr una mayor productividad de la actividad. «El sector se interrumpió en los años 60, justo cuando se empezaban a tecnificar otros oficios. Y se ha retomado hace solo unos años, por lo que hemos pasado de puntillas por encima de ese proceso. Todo ese retraso de medio siglo no lo hemos recuperado aún, pero estamos en ello», afirma el resinero.

Para su extracción se utiliza una grapa y un pote recolector. HOY

Grupo operativo Resinex

Hay numerosos agentes sociales implicados en estos propósitos. Uno de los mejores ejemplos es el grupo operativo Resinex, encabezado por Cidex (Centro de Investigación, Desarrollo y Experimentación) y Cicytex (Centro de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Extremadura) y conformado también por diversas empresas y asociaciones extremeñas.

Su principal objetivo es la innovación en las técnicas de extracción y recogida de resina, que siguen siendo muy rudimentarias, con la finalidad de aumentar el rendimiento productivo. Pretenden mejorar las herramientas y las pastas estimulantes, analizar el comportamiento biológico del árbol y sus ciclos de producción, y estudiar nuevas técnicas que impliquen ya la mecanización del oficio. Tienen mucho camino aún por recorrer, pero las previsiones son ilusionantes.

Para Juan José Hernández, todo pasa por la tecnificación. Mejorarla supondría tener la capacidad de poder resinar más pinos, aumentar la producción y, por ende, la rentabilidad económica del oficio. Y hay margen de sobra para hacerlo, ya que Europa solo produce una ínfima parte de la resina que demanda su industria, que se ve obligada a importarla de otros países como Brasil o China, a pesar de ser de peor calidad. «Ojalá dentro de unos años sea un sector en el que la gente entre por convicción propia y no porque no le quede otro remedio. Para ello hay que dignificar la profesión y mejorar las condiciones a través de la innovación en las técnicas. Si lo conseguimos, el futuro está asegurado, porque siempre va a haber demanda en el mercado y la resina siempre va a estar ahí, en nuestros pinos», concluye.

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