Los pachucos quieren mambo y mucha tela
Esta cultura colorista y rebelde surgió en los años 40 entre los jóvenes chicanos. El sábado celebra su gran cita anual en un salón de baile de México DF
:: CARLOS BENITO
Domingo, 20 de abril 2014, 14:16
La condición de pachuco no se puede llevar con discreción, porque se basa en unos signos externos que ya llamaban la atención hace 70 años, cuando surgió esta subcultura. Y eso que, en aquel tiempo, su elección de atuendo estaba más cerca de lo que se estilaba: hoy podría parecer que andan de carnaval si no fuese por su actitud orgullosa, arrogante, retadora, como de roqueros que se adelantaron al rock. Los pachucos no tienen nada que envidiar a los clubes más selectos en cuanto a lo estricto de sus normas de etiqueta: la pieza básica de su guardarropa es el 'zoot suit', ese traje de pantalones abombachados y chaqueta muy larga, desproporcionada en los hombros, que suelen lucir en colores inconcebibles. Y, como complementos, no han de faltar el sombrero de aire italiano -la opción clásica es adornarlo con una pluma de faisán-, la cadena de reloj bien visible y los zapatos bicolores de charol. Con eso, uno ya puede salir a comerse el mundo.
Ese atavío provocador fue la manera que encontraron algunos jóvenes chicanos de expresar su rechazo al país que les había acogido y, de paso, también a la cultura tradicional de sus padres. La Segunda Guerra Mundial había disparado el racismo en EE UU y estos muchachos, muchos de ellos aún adolescentes, reaccionaron paseándose de esta guisa por Los Ángeles o San Diego. «El 'zoot suit' era una afrenta a la ideología de guerra, que en ese momento definía la identidad nacional, porque desafiaba la política de austeridad: la tela y la piel estaban racionadas y el 'zoot suit' ocupaba varios metros de tela en su confección», analiza la profesora Mayra Fortes, de la Grand Valley State University. A raíz de unos disturbios, la policía angelina llegó a prohibir el uso de aquellos trajes desmesurados, en un intento de frenar a las pandillas de chavales insatisfechos.
El fenómeno saltó rápidamente la frontera, alcanzó ciudades como Tijuana y también alarmó a los intelectuales mexicanos: «El pachuco ha perdido toda su herencia: lengua, religión, costumbres, creencias. Solo le queda un cuerpo y un alma a la intemperie», lamentó Octavio Paz, que también escribió: «El pachuco es un clown impasible y siniestro». Allá en el norte del país, en Ciudad Juárez, había descubierto la onda un jovencito Germán Valdés, que se convirtió en el cómico 'Tin Tan', el pachuco más famoso de los escenarios y las pantallas.
Rumberas y tarzanes
Con el tiempo, nuevos jóvenes inventaron otras rebeldías, y el movimiento pachuco pareció quedar en nada. Pero jamás llegó a morir: hoy en día, en la capital mexicana, uno puede cruzarse con personajes espléndidos como los de estas fotos, que no pisan la calle sin maquearse según su exigente código. En su puesto del mercado de Mixcalco, el zapatero Saúl Becerril sigue dando buena salida a sus zapatos hechos de encargo, con la combinación de color que desee el cliente, por disparatada que pueda parecer. Y, en los bailes, pachucos y rumberas gozan con sus ritmos predilectos, que son los mismos que hacían menear los pies a los pioneros de su cultura: el mambo, sobre todo, y también el chachachá y el swing, aunque este último parece más del gusto de la corriente bautizada como tarzanes.
Su centro social por excelencia es el Salón Los Ángeles, en Colonia Guerrero, que hace gala de chulería pachuca en su omnipresente lema: «Quien no conoce Los Ángeles no conoce México». El próximo sábado, albergará la 33ª edición del Baile de Tarzanes, Rumberas y Pachucos, la gran cita anual, animada por la Orquesta Pérez Prado, Los Reyes del Mambo de Mario Cárdenas y la Orquesta Siboney de Panchito. Habrá bonitos trofeos y, entre tanto dandi con hechuras de pavo real, no faltará el tesoro del salón: Jesús Juárez 'el Cebos', delgadísimo e impecable. Don Jesús, al que allí llaman Chuchito, tiene la rara autoridad del pachuco genuino, porque él ya lucía 'zoot suit' allá por 1943.