La pulsera, para quien la encontró
Una mujer la llevó a objetos perdidos en 2008 y ahora le pertenece porque nadie la ha reclamado La Policía Local hace entrega de una joya volorada en 6.000 euros
A. GILGADO
Jueves, 11 de octubre 2012, 04:29
El email que Vera Regina recibió de la Policía Local de Badajoz le sorprendió tanto que incluso pensó que se trataba de un error o una tomadura de pelo. Pero pronto cayó en la cuenta de que el destinatario era real porque el nombre del agente que se ponía en contacto con ella, Aniceto, era tan poco común, que no lo olvidó.
Dos años antes, ella estaba delante de ese mismo agente en la comisaría de la Policía Local del Casco Antiguo. Acudió a principios de agosto del año 2008 a entregar una pulsera de oro que había encontrado frente al Eroski de San Francisco. Dos años después, cuando ella ya disfrutaba de su jubilación en Brasil, su país, vio el correo electrónico en un ordenador del Instituto Cervantes. El agente le explicaba que, como marca el artículo 615 de Código Civil, la pulsera que entregó en 2008 pasaba a ser de su propiedad porque ya había transcurrido el plazo legal establecido y nadie la había reclamado.
Ella respondió que con mucho agrado se hacía cargo de la joya, pero no sabía cuando podía regresara a España a recogerla. Y ese día fue ayer, casi dos años después de que se lo comunicaran. No ha tenido mucha prisa en recogerla, a pesar de que se trata de una pulsera de tres tipos de oro valorada en 6.000 euros, según la investigación que hizo la Policía Local.
La generosidad que demostró al devolverla, la confirmó ayer en la comisaría cuando el jefe de la unidad administrativa de la Policía Local se la entregó. Aseguró que le hubiera gustado otro final para esta historia porque desde el principio deseó que la pulsera volviera a su propietaria (por el diseño se trata de una joya más de mujer que de hombre).
Ayer recordó que el brillo del oro al sol le llamó la atención y dejó las bolsas de la compra para cogerla por temor a que los coches la destrozaran. Lo primero que pensó fue preguntar en el supermercado, pero no lo hizo porque no sabía si realmente quien lo perdió procedía del Eroski, barajó también en entregarla a algún convento pero desechó también esta idea porque temía que las religiosas tampoco supieran muy qué hacer y podían entenderlo como una ofrenda religiosa. Se acordó entonces de que días antes había pasado por la oficina de objetos perdidos de la comisaría y se fue hasta allí. Confiesa que nunca pensó en quedársela porque sus padres siempre le decían que debían devolver lo que no era suyo.
Ahora se la quedará como recuerdo de Badajoz, una ciudad en la que apenas vivió cinco meses pero que, gracias a esta anécdota, no va olvidar fácilmente.
Vera es brasileña aunque vivió durante más de treinta años en Roma. Allí empezó a trabajar como azafata en una aerolínea, donde más tarde ingresó en el departamento comercial de la misma compañía. La crisis que sufrieron algunas compañías aéreas tras los atentados del 11-S en Nueva York también le pasó factura a su aerolínea y ella perdió el empleo. Aprovechó el parón laboral para dedicarse a la pintura, su verdadera vocación. Fue la pintura quien le trajo a Badajoz, donde planeaba montar una exposición que al final no se organizó.
Cuando se topó con la pulsera llevaba ya seis años en el paro y acababa de pedir la prejubilación por los años cotizados en la aerolínea italiana. Vera decidió volver a Brasil y aparcar, de momento, su lucha por exponer en varios países europeos.
Además de la generosidad de la brasileña, la historia se ha engarzado gracias a la pericia de los agentes de la Policía Local. Siempre que alguien entrega un objeto toman nota de algunos datos de contacto como dirección, teléfono y correo electrónico, pero el tiempo que transcurre hasta que le vuelven a llamar para tomar posesión de los objetos, muchos han cambiado de residencia, no tienen el mismo teléfono o ya no mantienen activa la dirección electrónica que dan en comisaría.
En este caso, fue la insistencia la que permitió localizar a la generosa brasileña.
En esta misma oficina ya entregaron hace años 6.00 euros en un sobre o casi dos mil euros que un cliente se quedó en un hotel. En ambos casos, dieron con sus dueños, algo que, desgraciadamente, no ha ocurrido con la pulsera de San Francisco, pero viendo la generosidad de Vera, la joya ha quedado en buenas manos.