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BADAJOZ

La guerra de los desayunos provoca que los bares abran más temprano

Con la caída de los menús y las copas, los empresarios se centran en sacar partido a la mañana

A. GILGADO

Jueves, 26 de enero 2012, 18:06

Hace años, salir a las seis de la mañana a la calle y encontrar una cafetería abierta en la ciudad no era fácil. El bar El Venero, en la esquina de Santa Marina con el paseo fluvial, se ha hecho famoso precisamente por sus madrugones. Abre a las cuatro de la mañana y se ha convertido en el santuario para los que antes de la cinco andan por la calle, bien de recogida o bien para los que inician la jornada.

Hoy ha perdido esa exclusividad de abrir a horas intempestivas. En la carretera de la Corte dos bares abren media hora después.

En San Fernando, la taberna Avenida 16, en una esquina del parque, lo hace a las cinco y media. Treinta minutos después, a las seis, toca diana en la cafetería de la gasolinera de la carretera de Sevilla y antes de la siete de la mañana la mayoría ya ha abierto.

En una época donde los menús del día ya no tienen el éxito de antaño y las tapas se han convertido en un lujo, los hosteleros se agarran al tirón que todavía mantiene el desayuno. Además de las atractivas ofertas, que llegan en algunos casos a ofrecer café con leche más tapa de migas a un euro, la guerra de los desayunos en la hostelería también repercute en los horarios. Echando cuenta. A algunos empresarios les interesa más abrir temprano que cerrar tarde o incluso que permanecer abierto durante el mediodía.

«Quien antes abría a la ocho, ahora lo hace a las siete y quien lo hacía a la siete a la seis», cuenta Juan Carlos Moraga, del bar Marítimo.

Ha trabajado durante muchos años de camarero, pero cuando decidió poner en marcha su propio negocio tenía claro que el modelo más económico es seguir el formato El Venero. Si en Santa María resultaba rentable, también lo podía ser en San Roque.

Ni tan siquiera le interesa el fútbol de pago, que suele llenar los locales de aficionados. «Prefiero estar aquí a las cuatro de la mañana y vender 20 cafés que quedarme hasta las tantas por dos copas».

El horario que sigue Juan Carlos en su Marítimo no lo puede seguir cualquiera. Antes tenía un camarero que le ayudaba con la carga, pero con la crisis se ha quedado solo. A veces, cuando se ve en apuros, recurre a su madre.

Por la mañana abre de cuatro y media a seis y por la tarde de seis a nueve. El horario sigue a pie de la letra su filosofía. «Con la crisis, la gente deja de tomar copas o cervezas, pero quien madruga no se salta el café».

Barrenderos, repartidores, policías de guardia y trabajadores nocturnos conforman el perfil de los primeros clientes a los que atiende.

Ha notado que el cuartel de los trabajadores de limpieza se haya trasladado del Revellín. Allí ahora han levantado un albergue juvenil, y parte del personal del servicio que pasaba por allí a diario se ha esfumado con el cambio.

Pero a esas horas, el reclamo no es sólo para los madrugadores, también para los que aún no se han acostado. Los sábados y domingos vende muchos molletes a los retornados de la fiesta y el resto de la semana repostan jugadores del bingo y del casino. «A veces se han juntado aquí hasta veinte bingueros».

No todos piden cafés y tostadas, hay quien se resiste y aprovecha para la última copa. Ayer, poco antes de las siete de la mañana, dos mujeres que había en el bar tomaban un 'cubata' y una Heineken.

Pero abrir a unas horas tan intempestivas, también entraña sus riesgos. Juan Carlos ya ha tenido que «darle largas» a más de uno. «Incidentes sin importancia» que se resuelven con mano izquierda.

Si Juan Carlos llega a las cuatro a su local, el madrugón de Cándido Rodríguez tampoco se queda a la zaga. A las tres y media ya está en El Venero de Santa Marina, donde llega desde Villar del Rey. A las cuatro sirve los primeros cafés y el local no cierra hasta las seis de la tarde. Con la antigua gerencia la actividad se terminaba a las doce, pero la nueva empresa que se ha hecho cargo del negocio quiere también explotar las tapas y las comidas.

Los desayunos se sirven hasta las doce y media, durante ocho horas el tostador funciona a pleno rendimiento. A Cándido los años le han dado la pericia suficiente para mantener varias conversaciones a la vez sin dejar de cortar pan. Remarca con insistencia que abren los domingos mientras recuerda a un compañero que la última tostada va «al córner» de la barra.

En las ocho horas que dura el tramo de desayunos, por el local desfilan, desde taxistas y jóvenes universitarios que quieren cumplir con la tradición de desayunar en El Nevero tras la fiesta hasta los operarios que hacen un parón para almorzar.

A pesar de los madrugones, la hora punta suele registrarse entre las nueve y las diez. En estos sesenta minutos, encontrar un hueco libre entre la barra o las mesas no es una tarea sencilla. Los cinco camareros apenas tienen un respiro. 60 kilos de naranjas se exprimen para zumo y 40 panes se trocean para migas en un negocio que en junio cumplió cuatro décadas.De longevidad también puede presumir la cafetería de la estación de servicio de la carretera de Sevilla.

Escondida detrás de los surtidores, su ubicación en la confluencia sobre el puente del Rivillas también le ha hecho conocida.

Hace décadas, el local acogía a una de las pocas cafeterías de la ciudad que estaba abierta durante todo el día. Ahora cierra por las noches, pero a las seis de la mañana ya se puede tomar café caliente, tostadas y migas.

Cuenta Antonio Vaquerizo, el gerente, que no le faltaría público si mantuvieran las 24 horas de actividad. La cafetería sirve como punto de encuentro para trabajadores que viajan fuera de la ciudad con frecuencia y deciden salir desde allí. Lo de «quedamos en la gasolinera de la carretera de Sevilla» se ha convertido en una referencia a la que se le saca partido.

Además de los que pasan habitualmente, Antonio también presume de contar con una amplia clientela fija. Despacha con familiaridad a los clientes. Empezó a explotar la cafetería hace cinco años, cuando el antiguo propietario se lo cedió. Como a todos, también le afecta la crisis, pero firma un balance más que positivo desde que desembarcó.

A pesar de la ubicación y de la fama, no se mantiene ajeno a la lucha que hay entre los bares por los desayunos. Como otros muchos hosteleros ha comprobado en estos años que la gente puede sacrificar las copas, el plato del día o el bocadillo, pero los que madrugan para trabajar siguen fieles a la tostada y el café. Hasta mediodía, la barra se mantiene forrada en el lado más próximo al camarero de platos pequeños con cuchara y sobre de azúcar, a la espera de la taza con el café.

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