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OPINIÓN

Liquidadores y sinvergüenzas

ENRIQUE FALCÓ

Domingo, 20 de marzo 2011, 01:51

PARECE mentira como pueden coexistir en un mismo planeta tan diferentes tipos de personas. Y no me refiero a aquello de que unos sean grandes y otros más pequeños, más feos o guapos, altos o bajos, de color (de color negro, ya saben) o con los ojos rasgados. De estos últimos, de los japoneses, mi menda se pregunta como es posible que algunos, como los 'liquidadores de Fukushima', puedan albergar tal cantidad de valor, de bemoles y tan alto sentido del deber y de la responsabilidad. Algunos los llaman 'kamikazes', debido a que su misión es más que suicida, y según muchos expertos, destinada al fracaso. A mí me gusta mucho más llamarlos liquidadores. Es un nombre que les hace justicia. Tiene garra y fuerza, como ellos, y suena a superhéroe, que en el fondo es lo que son. Si un accidente tan grave como el de Japón sucediese en una central española, ¿tendríamos liquidadores o habría que cazarlos a la carrera? Ustedes mismos. Los españoles estamos hechos de otra pasta; aquí no nos van los héroes; es más, algunos los tildan de mariquitas (por Dios que no se me enfade nadie, que con Sosa y Celdrán ya tenemos bastante) y el sentido de la responsabilidad nos lo pasamos por el mismo sitio que nos pasamos el de la educación, el decoro y las buenas maneras. Aquí mola más el pillo, el sinvergüenza, el mierdecilla, el lameculos, el que se vende al mejor postor, el que se hace rico a costa de cualquier cosa menos de trabajar. Ese es al que todos envidian y se convierte en el modelo que se debe imitar.

Siempre hemos mirado a los nipones de forma despectiva, casi por encima del hombro, y nos hacen mucha gracia sus costumbres, su ancestral cultura y su forma de hablar; nos reímos cuando conversan porque parecen estar siempre enfadados y gritando. Pero a la hora de la verdad, son ellos los que tienen un buen par y nos dejan a la altura del betún. Los liquidadores son los héroes del Japón (empiezan a serlo de medio mundo) y no me extraña, porque el pueblo japonés ha depositado en 180 hombres, en su buen hacer, su experiencia y buena voluntad, toda su esperanza.

Aquí tenemos tantas cosas que aprender de ellos. ¡Nos falta tanto! Para empezar nos falta educación. Cualquier honrado ciudadano escucha a los tertulianos de algunas emisoras de radio, o peor aún, de algunos programas de televisión, y se da cuenta de que nos estamos idiotizando a pasas agigantados. Cuando son Rafa Mora, la venenito y la Esteban quienes se ponen a arreglar el mundo cada tarde, y nos intentan dar lecciones de educación, de moral y de la vida, a uno ya no le queda más que despelotarse y saltar a la calle haciendo el mono. Al escuchar a nuestros políticos, la sensación es peor, puesto que la 'idiotización' torna a tomadura de pelo. Aquí nos importa una 'peralta' lo que está pasando en Japón, que está muy lejos y tenemos elecciones en mayo. Es mejor seguir dándole vueltas a lo de los palomos cojos y las locas. Y, a nivel nacional, seguir echándose en cara unos a otros lo de la corrupción, el mamoneo en ERES con dinero público o seguir desviando la atención con la ley del tabaco o medidas absurdas como la de los 110 kilómetros, con un único fin y afán recaudatorio.

Cada vez que veo a algún joven 'makoy', con su chándal hortera y su sucia gorra, burlarse sin motivo alguno de personas de nacionalidad china o japonesa o de raza negra, se me calienta la sangre. No es que el púber tontolaba ostente una imbecilidad innata, que también es probable, sino que es una total falta de cultura y de formación la que manifiesta de manera tan insultante, y todo lo que les es diferente le rechifla de gracia o le produce rechazo. No hablo de racismo, porque está claro que cualquier persona con un mínimo de cultura y educación no puede ser racista. Me gustaría que dentro de, no sé, 20 años, se encontraran dos adolescentes, uno español y otro japonés, y charlaran animosamente de una cosa y de la otra. Todo esto sería posible porque el adolescente japonés ha estudiado español, porque de lo contrario 'nanay'. A la mitad de la conversación podría salir el tema de que los padres de ambos son muy conocidos en sus respectivos países. El adolescente japonés, orgulloso, diría con la cabeza muy alta: «Mi padre fue uno de los héroes de la central de Fukushima». Por supuesto, el 'niñato' español no tendría ni puñetera idea de lo que estaba hablando su homólogo chino, o japonés, o lo que sea de las narices, pero contestaría incluso más orgulloso: «Mi padre fue finalista de la 22 edición del Gran Hermano, y se tiró a Lucía la Piedra y a Yola Berrocal». Y lo que es más triste, seguro que en el fondo de su corazón se creería que su padre es más hombre que el del oriental. Lo dicho, ¡nos falta tanto! Aunque les confieso desde lo más profundo de mi corazón, que lo que realmente nos falta es vergüenza.

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