Borrar
TOROS

Las joyas del toreo de Juan Barco

El coleccionista taurino de Almendralejo posee más de 1.400 piezas de incalculable valor

ESTEFANÍA ZARALLO ezarallo@hoy.es

Domingo, 12 de diciembre 2010, 10:08

Subasta en Argentina. Entre los objetos se encuentra un bastón con una historia peculiar. Los toreros de mediados del siglo XIX hasta principios del XX tenían por costumbre vestir de corto con sombrero calañés, botines y bastón. Algunos de ellos llevaban un estoque dentro de él. Por ejemplo, el mismísimo Cúchares, el torero cuyo nombre es sinónimo del arte del toreo. Pero, ¿cómo llegó un bastón de este diestro nacido en Madrid en 1818 hasta Argentina?.

Al parecer, el matador atravesaba estrecheces económicas y marchó a Cuba a intentar hacer fortuna. Allí contrajo una enfermedad, la fiebre amarilla o vómito negro, y murió en 1868. Sus objetos se repartieron o llegaron de alguna manera a sus amigos, algunos de los cuales emigraron a Argentina y más de un siglo después, aquel bastón terminó en esa casa de subastas. Pero el objeto de Cúchares no sólo viajó a Cuba y de allí a Argentina sino que terminó en un pueblo de la provincia de Badajoz: Almendralejo.

Lo adquirió en aquella subasta Juan Barco, quien posiblemente sea el coleccionista más importante no sólo de España sino del mundo. Basta con remitirse a las 'pruebas', que en este caso son más de 1.400 objetos taurinos tales como carteles, trajes de luces, cabezas de toro, capotes, estoques, monteras, grabados, bustos, óleos. y casi todo aquello que un aficionado pueda imaginar y soñar, pues tanto escuchar hablar a este almendralejense, como tener el privilegio de ver cualquiera de sus piezas, hace vivir la magia del toreo en estado puro. Pensar que se tiene delante una montera que utilizó Juan Belmonte, un estoque de perteneció a Chicorro, o un traje que Picasso diseñó para Luis Miguel Domínguin emocionan a cualquier aficionado que aprecie, valore y admire el toreo como la manifestación del arte más genuino que puede existir.

Todo comenzó hace más de tres décadas. Juan era un gran aficionado al mundo del toro y empezó a coleccionar algunos carteles y entradas. Poco a poco se centró en las piezas más raras y difíciles de conseguir, hasta que tomó la decisión de orientar su colección hacia los objetos más complicados: los de los siglos XVIII y XIX, en concreto desde los reinados de Carlos III hasta Isabel II.

No era fácil no sólo por el tiempo transcurrido, sino porque en aquel momento, los toros estaban prohibidos en España. Todas las corridas que se celebraban eran benéficas, sobre todo para los Reales Hospitales. A los reyes no les gustaban, pero las permitían para tener 'contento' al pueblo. Había corridas cada lunes del año. Daba igual el mes. Se celebraban festejos y se anunciaban con carteles, pero no como hoy en día.

El pueblo apenas sabía leer y era más importante difundirlo a través de unos señores que iban con clarines y timbales por las calles que colgar carteles. Se hacían dos o tres ejemplares, uno de los cuales se regalaba a un noble que presidía la plaza.

Cuando ese noble llegaba a casa, solía doblar el cartel y guardarlo en un libro de su biblioteca. Así ha sido posible su conservación. Con el paso de los años, los herederos han ido vendiendo esos libros a anticuarios o a librerías de viejo. La sorpresa venía cuando, ya en las tiendas, abrían las obras y encontraban allí esos tesoros en forma de cartel.

«Hasta hace poco, el cartel más antiguo del que se tenía constancia -explica Juan Barco- era uno de noviembre de 1765 al que hacía referencia el Cossío. Sin embargo yo tengo uno de 1765, pero de septiembre, por lo tanto el más antiguo. Después ha aparecido uno de 1737 de un festejo celebrado en una plaza portátil en Madrid. El mío ha quedado por tanto rezagado al segundo lugar».

El suyo, de hace 245 años, anuncia un festejo en la Plaza Mayor de Madrid. No obstante tiene otros que narran tardes en la que puede considerarse la plaza de toros más importante de la historia. Se ubicaba en Madrid, a 140 metos de la Puerta de Alcalá. Se inauguró en 1751 y fue destruida en 1870. Por allí pasaron la casta de los Romero, Costillares y fue donde murió Pepe Illo. De hecho, Juan Barco conserva un grabado de 1852 de Alfred Guedson en el que aparece este mítico coso madrileño.

Los grabados también forman parte de su colección y tiene algunos muy importantes, casi todas las tauromaquias que se hicieron en los siglos XVIII y XIX. Antonio Carnicero fue el primero que hizo una de estas series que recopilaban los distintos momentos de la lidia (que no eran tal y como los conocemos hoy en día). Después le siguieron otros como Goya, Vallejo, o Lake Price. Muchas de estas tauromaquias -compuestas por 12 o 13 láminas- han llegado hasta las manos de Juan Barco desde subastas en ciudades como Londres o París.

«En aquellos momentos desde otros países se mandaba a un pintor para que narrase lo que sucedía en España y se dibujaba al natural, se grababa, litografiaba y se lo llevaban a sus países», subraya Juan. En la entrada de su casa de Almendralejo cuelgan dos grabados de Juan de la Cruz de 1788 de Costillares y Pedro Romero. También cuenta con un grabado de 1590 de Antonio Tempesta titulado 'Alanceando toros'.

Contemporáneo

Su salón está decorado, entre otras obras, por un óleo que pintó John Fulton, un estadounidense que fue torero en la década de los 60 y también pintor. Él realizó un óleo de Belmonte y se lo regaló en 1959. «Cuando fue a llevárselo a su casa, Juan Belmonte, que en aquella época ya tenía algunos problemas -se suicidó en 1962- le dijo que mejor se quedase él con el cuadro, que estaría mejor en sus manos. Antes de dárselo se lo dedicó: 'recuerdo cariñoso a mi amigo y compañero John Fulton, Juan Belmonte'», apostilla. Tras su muerte su hijo puso en venta sus obras y Juan la adquirió junto a otro que representa la estampa de un toro y que fue pintado con sangre de un astado que él mismo estoqueó.

«Tengo un busto de un torero del siglo XVIII de Antonio Carnicero que es también una pieza importante y también una de José Cubero, uno de aquellos famosos barros malagueños. Era de terracota, de mediados del XIX. Hay muy pocas y están muy cotizadas», resalta.

No menos lo están los trajes de luces. Cuenta con más de medio centenar de distintos toreros. El más antiguo uno de Lagartijo, torero cordobés nacido en 1841 y que tomó la alternativa en 1865 en Úbeda confirmando en Madrid un mes después. De Antonio Fuentes (Sevilla, 1869) posee uno de los vestidos mejor conservados. «Lo tengo desde hace muchos años, lo compré en un convento de Sevilla. Los toreros acostumbraban a donar a iglesias trajes de luces o capotes de paseo y con ellos las monjas hacían mantos para las vírgenes. Ese vestido estaba conservado, casi intacto, en una còmoda. Lo usó en una corrida que presidió el rey en 1894 y lo compré cien años después», rememora el coleccionista. Este traje pesa trece kilos.

Algunos menos que el que Picasso diseñó para su amigo Luis Miguel Dominguín. Éste reapareció en 1971 y le pidió al artista madrileño que le diseñase un traje ligero. «Le hizo tres -cuenta- uno verde agua, uno celeste y uno morado, de los cuales la familia conserva dos y yo tengo uno, el color verde agua».

Igualmente tiene de Paco Camino, 'El Juli', 'Jesulín de Ubrique', Curro Romero, el último que lució Antonio Bienvenida en Sevilla o capotes de paseo de Juan Belmonte, Guerrita, Cagancho, Adolfo Gaona...

No son las únicas piezas que atesora de matadores que han escrito con sus capotes y muletas la historia de la tauromaquia. Los estoques que conserva no son menos importantes que el resto de objetos. De José Lara 'Chicorro' (Algeciras, 1839) conserva uno en plata que el Ayuntamiento de Sevilla le entregó como premio. Como regalo dio un espadín de caza del rey Alfonso XII su hijo, Alfonso XIII a su amigo el torero Belmonte. Incluso uno fabricado en hierro del mismísimo Paquiro (Chiclana de la Frontera, 1805).

Un museo, en proyecto

Pero, ¿dónde guarda Juan Barco toda su colección taurina formada por más de 1.400 piezas?. Por ahora está repartida por su casa, muchos de sus cuadros y grabados adornan sus paredes, así como los bustos y otras obras de arte. Sin embargo, está en proyecto la creación de un museo en Almendralejo donde exponer todos los objetos.

Fue algo que expuso el alcalde de la localidad hace un par de años. Se ubicaría en el edificio que actualmente alberga los juzgados, cuando se construyan los nuevos. La construcción del juzgado está prevista para principios del próximo año por lo que en un año o año y medio podrían estar habilitados los nuevos. Sería un espacio de 1.000 metros cuadrados en el que ubicar todo.

Juan Barco asegura que lo expondría todo. «Mi intención es que salga adelante el museo porque me he dedicado a recopilar una parte de la historia de España a través de los toros y es una pena que pueda desaparecer. Hay un fondo cultural importante y es una pena que pueda perderse. A mí todo lo que he ido coleccionando me ha dado muchas satisfacciones». Preguntado por si no le daría cierta pena, reconoce que no, que le gustaría ver el museo terminado cuanto antes.

Ha recibido ofertas para montar su museo en otras ciudades, pero sin duda se decanta por la suya, Almendralejo. De momento, más de 40 localidades han acogido exposiciones temporales con sus objetos y se han interesado por ellas en Nueva York, Londres o París, aunque Juan prefiere que sus piezas no salgan de España y lo más lejos que ha expuesto ha sido en Zaragoza.

Su colección posiblemente seguirá ampliandose pues ya tiene en mente algunos objetos que aún setán en manos privadas.

Si contemplar su colección es todo un lujo para todos los aficionados, no menos lo es hablar con él. Juan se ha ido documentando y se podría decir que es un 'historiador taurino' pues conoce la tauromaquia y su desarrollo a través de los siglos con una perfección sorprendente. No obstante asegura que sabe la procedencia y la historia de cada una de las piezas que atesora.

Su afición la cultiva también asistiendo a las plazas de toros de toda España. Bilbao es una de sus favoritas, por el ganado y los carteles que ofrece, aunque también le atrae la luz y la alegría de La Maestranza de Sevilla. Y por supuesto, las plazas de Extremadura. Acude a todas las ferias y es, sin duda, un gran aficionado de la región.

No podría ser de otra manera. Ahora tan sólo hace falta aguardar y esperar que el museo sea una realidad cuanto antes para que todos los aficionados puedan disfrutar de estas auténticas joyas de la tauromaquia y para que Extremadura pueda presumir de ganaderías y toreros pero también de un museo taurino de gran prestigio. Y por supuesto para que pueda presumir de buenos aficionados y buenos extremeños y Juan es ambas cosas pues quiere que su comunidad pueda contar con un importante museo taurino. Ahora sólo falta que se haga realidad y que la magia del toreo asombre a quien lo visite.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Las joyas del toreo de Juan Barco

Las joyas del toreo de Juan Barco