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«No es natural que un alumno esté sentado cuatro horas seguidas»

Presen Pulgarín Profesora de yogaDejó su puesto de practicanta en Higuera de la Serena para aprender medicina natural. Enseña en Badajoz a vivir mejor

J. R. ALONSO DE LA TORRE

Domingo, 26 de septiembre 2010, 19:56

Pulgarín es un apellido de la zona de Peñarroya y Azuaga, pero Presentación Pulgarín Hernández nació en Badajoz.

-¿Nacer y vivir en Badajoz marca?

-Me ha marcado en el hecho de que yo en esta ciudad, en los años 70, cuando era una adolescente, me sentía limitada, como en una jaula. No podía desarrollarme, conocer cosas y eso me empujó a irme en 1979 a Valencia, donde he vivido 10 años. Había un centro en Valencia donde los médicos trabajaban con la medicina natural, los llamé para trabajar con ellos, me aceptaron y me fui, dejando mi puesto de practicanta en Higuera de la Serena. Son esas locuras que haces con 21 años.

-¿El regreso?

-En 1990, Valencia se había convertido en una gran ciudad y notaba que necesitaba vivir cerca de la naturaleza, tranquilamente, con más calidad de vida, es decir, en Badajoz. Es como el cuento de El principito: dejas lo que tenías buscando otras cosas y luego descubres que lo más preciado era lo que dejaste.

-¿Al acercarse al yoga, qué empieza a cambiar en usted?

-El yoga engloba todo. Mi primera sesión de yoga fue en la playa de El Saler en 1980. Descubrí que me despertaba los sentidos, me calmaba el sistema nervioso, me hacía estar en el momento presente. Integraba todo: trabajaba con el cuerpo y la mente, es lo que estaba buscando. Luego venía en vacaciones y daba cursos de yoga en los 80 en la OJE. Estaba lleno, pero parecíamos un poco marginales, bichos raros. Hoy es más popular. Ahora los alumnos son más variados.

-¿Quién es su maestro de yoga?

-Se llama B. K. S. Iyengar. En el 2008 fuimos 800 personas de todo el mundo a su 90 cumpleaños. Con 91 sigue dando clases. Vive en Pune (India). Con 16 años era muy enfermizo, a veces se alimentaba solo de pan y agua porque su familia era muy humilde. Pasó malaria, tuberculosis. Lo vio un médico y le pronosticó pocos años de vida, pero conoció a un maestro de yoga, que le dijo que si se agarraba al yoga tendría una larga vida. Empezó a hacer yoga y no ha parado hasta ahora. Es un maestro reconocido en todo el mundo. Hemos ido a India varias veces y hemos estado con Iyengar en Pune.

-¿Qué tiene India que tanto nos impresiona a los occidentales?

-India es amor-odio. La primera vez que pisas India te preguntas que para qué habrás ido y cuentas los días que te faltan para volver porque el shock inicial es tremendo por la miseria, la suciedad, los olores tan fuertes: el sándalo y la caca de vaca mezclados a 40 grados con una humedad tremenda, sudando todo el día. El primer viaje que hice en el año 92 fue así: llegamos y nos llevaron a Old Delhi, la ciudad vieja, donde todos son tullidos, lisiados. Fue un impacto tremendo. Pero a medida que entras y te dejas llevar por el ritmo de India, el país te enamora. Empiezas a ver la belleza de las miradas. Puede haber una persona tirada en el suelo, envuelta en plásticos, tú la miras y te sonríe. Eso te hace caer de espaldas. Los sharis de las mujeres con esos colores fucsias, rosas, amarillos, verde esmeralda. Todo eso en medio de la suciedad y de las vacas por el medio de las calles. Y empiezas a ver que allí hay algo que descubrir. Si te quedas con la suciedad y la pobreza, no vuelves. Pero si te relajas y te abandonas, empiezas a descubrir un mundo detrás extraordinario y fascinante. He estado tres veces y cada vez la comprendo mejor. Allí la gente no tiene nada y lo poco que tienen. Están en una chabola, te invitan a que entres y te sirven un té y te sacan unos dulces. Es que te están dando lo único que tienen.

-¿Qué deberíamos aprender de India?

-Ellos viven en el límite, al filo de la vida y de la muerte. No saben si mañana van a tener para comer. Aprecian la vida, cada instante lo viven como algo efímero. Nosotros tenemos una sensación de seguridad que mata la frescura de la vida. Nos perdemos ese disfrutar de la alegría de estar vivo, eso allí se vive con una fuerza tremenda. Eso aquí lo hemos perdido. Ellos están satisfechos con todo lo que tienen y lo agradecen. Hacen una fiesta anual en la que agradecen a cada objeto de la casa el servicio que les da. Nosotros no tenemos con las cosas esa relación de agradecimiento, sino de posesión, de miedo a perderlo, esto es mío. Nosotros tendríamos que estar dando gracias desde que nos levantamos hasta que nos acostamos por todo lo que tenemos.

-¿Qué enseña, cómo cambia un alumno que asiste a sus clases, cuántos ha podido tener a lo largo de los años?

-¡Uff!, cientos. Ahora tendré unos cien. Se enseña la técnica del yoga. A medida que uno va practicando, mejora su salud física y su mente se calma. Estamos hablando de técnicas con 3.000 años. Un maestro decía que el yoga es el apaciguamiento de las fluctuaciones de la mente. Cuando la mente está muy agitada, no podemos ver con claridad ni al que tenemos delante ni las cosas que nos suceden en la vida. En el momento en que la mente se calma, los pensamientos van más lento, nos invaden menos pensamientos y podemos vivir el momento con más intensidad. Pero eso lo vas aprendiendo a medida que practicas. Aprendemos a concentrarnos y esa unión de la mente y el cuerpo es fundamental. Cuando mente y cuerpo están unidos es cuando podemos entrar en contacto con lo más esencial de nosotros mismos. El yoga es un camino hacia el alma.

-Acaba de empezar el curso. Consejos para que no se agobie un estudiante en un aula.

-Por ejemplo, levantarse por la mañana y hacer respiraciones profundas, activar la columna: no es lo mismo estar echado en una mesa en el aula que estar con los pies en el suelo, la columna recta. El estado de atención varía completamente. No es natural que un alumno esté sentado cuatro horas seguidas. Cada media hora, los alumnos deberían estirar los brazos, girar en la silla, respirar profundamente. Con cinco minutos que se haga eso, los alumnos vuelven a estar completamente despejados. Si el cuerpo se transforma, todo lo demás se transforma. La respiración también es muy importante, una respiración profunda es como si ventiláramos la casa: todo mejora, la circulación, la oxigenación. Antes de acostarnos y dormir, también hay que respirar profundamente y no llevarse preocupaciones a la cama.

-¿El yoga es realmente efectivo contra el estrés, la ansiedad, los grandes problemas de pérdida de un ser querido, de rupturas sentimentales?

-El estrés forma parte de la vida. Cuando conducimos y hay mucho tráfico, mejor que vayamos en estado de estrés, de alerta. El problema es cuando acumulamos el estrés: la tensión se acumula en los músculos, en las articulaciones en la respiración. Llevamos la carga encima. Tenemos que aprender a quitárnosla de encima. Situaciones difíciles las va a haber siempre. La cuestión es cómo yo afronto eso. El yoga nos va a aportar una estabilidad interior. Tengo una base sólida y la tormenta viene y se va. Puedes sufrir, pero el yoga te ayuda a que no te vaya la vida en ello. El yoga te ayuda a encontrar un centro de calma y serenidad donde asentarse, una fortaleza interior para afrontar los problemas que la vida te puede presentar.

-¿La crisis económica influye en lo que enseña?

-Está afectando porque provoca una depresión, un decaimiento, que veamos todo gris. Pero si yo tengo mi centro, si fortalezco mi sistema nervioso. Es que si mi sistema nervioso está agotado, los problemas se me harán un mundo. En cambio, si estoy fuerte y tengo energía, los problemas parece que disminuyen. Una crisis es una oportunidad de cambio, de transformar esquemas que a lo mejor ya no nos valen. Que la economía no esté por encima de todo lo demás.

-¿Se puede ser mejor persona siguiendo sus enseñanzas?

-Sí porque el yoga nos conecta con valores éticos universales y despierta una sensibilidad que te dice que si hago daño al otro o a la naturaleza, me estoy haciendo daño y destruyendo a mí mismo.

-Badajoz se moderniza, ¿eso se nota en la prisa y en la necesidad de sosiego?

-Creo que Extremadura y Badajoz no nos hemos desarrollado tanto como para que eso nos desborde. Lo mejor aquí es la gente sencilla, los valores están a flor de piel. En sociedades más desarrollados, esos valores se han perdido. Badajoz tiene calidad de vida, aunque queda mucho por hacer. La suciedad, por ejemplo, que la calle sea mi casa, ¿si en mi casa no tiro un papel al suelo, por qué lo tiro en la calle? Ojalá nuestro casco antiguo pudiera estar tan cuidado como el de Cáceres. Pero veo posibilidades en el sentido de que no hemos llegado a ese punto de desarrollo en el que reina una frialdad extrema.

-¿Le preocupa el paso del tiempo, la edad, la muerte, el dinero, el triunfo, el tener más?

-Llevo 30 años practicando yoga y eso va calando. No me preocupa el futuro. Intento vivir al día, el presente. No quiero ganar mucho dinero, acumular. Doy gracias por lo que tengo cada día y no me preocupo por el mañana. Eso cada día cala más en mí.

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