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OPINIÓN

Solamente dinero

Dicen que la riqueza no da la felicidad y no digo yo que no sea cierto, pero eso casi siempre lo decimos los pobres. Aunque quizás sea posible que el dinero no dé la felicidad a los ricos, que siempre lo han tenido a mansalva

ENRIQUE FALCÓ

Domingo, 25 de julio 2010, 02:12

NUNCA tengo un puñetero duro. Da igual lo que gane. Siempre me lo gasto todo. Tras pagar las facturas (que, eso sí, eso es lo primero) yo no sé que narices hago, pero el dinero que me sobra, mucho o poco, siempre acaba siendo insuficiente. Me encantaría tener mucho dinero, pues sinceramente creo que es lo único que me falta para ser completamente feliz. Hay tantísimas cosas que comprar que no sé por donde empezaría. Quizás lo primero sería la adquisición de una biblioteca envidiable, pues estando sobrado de pasta no tendría que acudir a mi querida Biblioteca Pública. Mis libros favoritos destacarían por sus encuadernaciones y ediciones de lujo. Tampoco faltaría ni uno solo de los cómics que me gustan. Poseería una de las mejores colecciones del mundo de Tintín, con sus figuras, coches, y toda clase de objetos de valor incalculables. También tendría colecciones de los Simpson. Futurama, Ranma o demás series que me chiflan, pero que lamentablemente sus objetos se cuentan por carísimas piezas de coleccionista no al alcance de muchos. Mi equipo informático sería impresionante. Me sobrarían gigas y memoria RAM por los cuatro costados, y mi ADSL no sería ni de un mega ni de tres ni de diez, sino de todos los que pudieran.

Ahora que lo pienso, no tendría que preocuparme de descargar gratuitamente por Internet ni una sola película, ni serie, ni disco, porque me los compraría todos, y además en ediciones de lujo, con sus comentarios, sus idiomas originales con subtítulos y sus 'como se hizo', que me chiflan. Se me quedarían cortos los restaurantes para desayunar, tapear, comer y cenar en Badajoz. Seguramente en El Sigar, Marchivirito, Dosca 2 y Campañón, que se cuentan entre mis predilectos, me nombrarían hijo adoptivo, o quizás accionista mayoritario, y seguro que gracias a mi hasta cotizarían en bolsa.

Dicen que el dinero no da la felicidad y no digo yo que no sea cierto. Pero, ¿qué quieren que les diga?, eso casi siempre lo decimos los pobres. A mí, la verdad, me parece que aunque no la felicidad plena, cumple con aquello de que las penas con pan son menos. También es una gran verdad, reconózcanlo, que disponer de una gran fortuna por lo menos puede considerarse un hecho tremendamente práctico. ¡Que felicidad poder viajar a donde uno quiera sin preocuparse, sin tener que trabajar, sin obligaciones! Podría dedicarse uno a ser como su héroe Tintín, que ha viajado alrededor del mundo sin ser nunca un impedimento el problema económico.

Ahora bien, examinando todos los puntos de vista, se me antoja que quizás sea posible que el dinero no dé la felicidad a los ricos, a los que siempre lo han tenido a mansalva. A los que nunca en su vida han luchado por conseguirlo y todo lo que poseen lo consideran muy normal. Aquellos que no valoran nada de lo que poseen. Es quizás comparable a lo que ocurre con los niños pequeños, esos a los que colman de los mejores juguetes desde que ni siquiera tienen edad para saber qué diablos son los juguetes. Ustedes ya me entienden. Estos niños, ya más mayores, se aburrirán con el más completo muñeco, aunque sea virtual, o en tres dimensiones, mientras que el niño que no ha tenido nunca nada, pero mantiene despierta su ilusión e imaginación, es capaz de disfrutar horas y horas jugando con un simple muñeco de trapo, y lo cuidará con una dulzura digna del mayor de los tesoros.

Vayan ustedes a saber. La verdad es que hay veces que uno piensa que quizás sea mejor así. Tener lo justo para vivir, para ir tirando, sabiendo cual es el verdadero valor de las cosas y, sobre todo, no olvidando nunca lo que cuesta ganárselas. Además, hoy en día la vida (o quizás las tarjetas de crédito) le permite a uno vivir siempre por encima de sus posibilidades, sean las que sean, por lo que pensándolo bien, quizás no sea tan buena idea ser rico y no poder disfrutar luego de diversas clases de placeres.

Yo, se lo aseguro, soy muy feliz. Podría tener más dinero, la verdad, me encantaría, pero, a riesgo de parecer ñoño, mi novia y yo nos queremos mucho y juntos somos muy felices con lo poco que disponemos. Mi familia es genial. Adoro a mis padres, a mis hermanos, a mi tío Juan Carlos, casi un segundo padre, así como a mis cuñados que son algo más que una mera distinción familiar. Son amigos. Amigos íntimos. Y hablando de amigos, tengo pocos la verdad, pero de esos que pueden contarse con los dedos de una mano y siempre están cuando uno los necesita. A riesgo de parecer pedante les diré que esa es la verdadera riqueza. Aunque con ella no podamos comprar nada material, sí puede regarnos el alma y el corazón con el agua más pura del más delicioso de los manantiales del amor. Y eso amigos, no tiene precio, por mucho dinero que uno posea.

¿Saben lo que les digo? Que acabo de cambiar de idea, y de opinión. Soy tan feliz, tan completamente feliz, y mi vida es tan plena y perfecta que lo único que me hace falta es dinero.

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