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El azote de las supertops

El azote de las supertops

Gandy era el «hazmerreír» de la profesión hasta que posó para Dolce&Gabbana. Hoy gana como las grandes modelos. «Solo me queda desnudarme como ellas», reflexiona

LUIS GÓMEZ

Domingo, 22 de junio 2014, 11:27

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Desde que se coló en una fiesta de Dolce&Gabbana, su vida cambió para siempre. Y también la de las grandes supermodelos. 'Houston, tenemos un problema', se escuchó decir a más de una. Hasta entonces, Naomi Campbell, Kate Moss y compañía se paseaban con arrogancia por las pasarelas. Sus inquietudes cambiaron desde que David Gandy les plantó cara y luchó por ser como ellas: un icono que se lo come todo y deja al resto solo las menudencias.

Gandy es mucho más que el musculoso y millonario modelo de intensos ojos azules. Es el maniquí que luce los 'slips' más ajustados. Los diseñadores italianos llevan años apretando las partes íntimas de este británico de 34 años nacido en Essex, la tierra de Victoria Beckham. Nadie diría que se gana la vida promocionando perfumes al verle navegar desparrancado por las transparentes aguas del mar Tirreno con un minúsculo bañador casi dos tallas más pequeñas que la suya.

Sin embargo, Domenico y Stefano saben muy bien lo que se traen entre manos con este aficionado a los coches clásicos y mansiones victorianas. Vale que el fisco italiano les pillase evadiendo cientos de millones de euros, pero en cuestión de negocios son unos linces. La pareja de modistos más famosa del mundo sabe que el mundo de la pasarela es coto de este David reconvertido en Goliat, «acostumbrado a sentirse el centro de atención».

«Soy todo orejas y nariz»

Gandy no solo es el hombre más deseado del planeta, por mucho que intente restarse méritos: «Tengo una nariz enorme y unas orejas gigantes, y me temo que son las tres únicas cosas que seguirán aumentando de tamaño», ironizó recientemente en la revista 'Vanity Fair'. Es la gran estrella masculina de una industria en la que hasta ahora sólo brillaban las mujeres. Sus estratosféricos emolumentos se acercan ya a los de las supertops, que le miran con recelo por temor a perder su privilegiada posición en el ranking de ingresos. Pero no todo se lo debe a su apolínea figura. «Sería un idiota si fuera diciendo 'vaya, soy espectacular'», reflexiona. El británico ha justificado su inteligencia para mantenerse en lo más alto. Pese a que le van cayendo los años, cada temporada se hace con algunas de las mejores campañas. «Lo peor de esta profesión son las ideas cínicas y estereotipadas. Se sigue diciendo que no tenemos cerebro», protesta.

Diseñadores como Carolina Herrera y Ermenegildo Zegna, fotógrafos como Steven Klein y Steven Meisel... Los grandes se lo rifan: «Hay que saber adaptarse y cambiar, pero, sobre todo, hay que decir que no a muchos proyectos». Gandy sostiene que no es bueno «hacerlo todo», aunque no deje de acaparar portadas. Su buen ojo clínico para elegir «lo mejor» en todo momento le ha permitido a este licenciado en marketing que iba para veterinario transformarse en una marca muy poderosa.

Porque guapos como él hay muchos, pero no tantos con su atrevimiento. Pergeñó minuciosamente el asalto a la fama. No se lo pensó ni un instante cuando se enteró de la fiesta que había organizado Dolce&Gabbana para celebrar el cumpleaños del fotógrafo e íntimo amigo suyo, Mariano Vivanco. Que el perfume 'Light Blue' prescindiera por primera vez de chicas no fue fruto de la casualidad. «La gente piensa que el anuncio fue un golpe de suerte», confiesa. David trazó «un plan» con su agente para colarse «como fuera» y conocer personalmente a los creadores italianos.

Tras inventarse «un montón de historias», consiguió entrar y lo demás, como era previsible, llegó rodado. Al verle, los modistos exclamaron: «¡Ah, guapísimo!». No fue un cumplido más. Desde aquella fiesta han pasado ocho años y al binomio Dolce&Gabbana se le podría añadir Gandy. Le han hecho de la familia y no le pierden el rastro, pese a que David tuvo que derribar muchos muros.

Un estilo viril

A finales de la pasada década , el modelaje masculino bebía los vientos por hombres delgados y andróginos. La virilidad estaba en horas bajas. Gandy lo sufrió en sus carnes. Era el «hazmerreír» de la profesión, ya que su físico no le ayudaba nada. Tenía problemas para «entrar» en la ropa de los diseñadores. «No me servía. Mis compañeros intentaban adelgazar, pero yo sabía que con mi altura y anchura nunca podría llegar a ser menudo», razona. Pese a que casi todo el mundo intentó «disuadirme», David se obcecó y decidió «fortalecerse» más. Se salió con la suya. Consiguió que las firmas más reputadas cambiasen las tendencias. «Después de eso -recuerda- Armani eligió a Beckham para vestir sus calzoncillos y Calvin Klein sacó el perfume 'Man'».

Pero hay más. Acabó con la «imagen elitista» del diseño masculino y lo acercó a la calle. «Jude Law, Beckham y yo hemos demostrado que uno puede cuidar de su imagen sin que ello tenga una connotación gay». Robert Redford, Paul Newman y Steve McQueen representan «mi idea del hombre-hombre. Mi concepto de la masculinidad viene de la vieja escuela», argumenta. Con sus aires de galán clásico, admite que ha cambiado «las reglas del juego». Pese a protagonizar atrevidas campañas y a que no tiene el más mínimo pudor en posar semidesnudo o firmar contratos en ropa interior, asegura que la industria de la moda sigue mirando con distintos ojos a hombres y mujeres. «Nunca he hecho un desnudo frontal propiamente dicho. Siempre hay algo cubierto u oscuro. Somos demasiado mojigatos. Evan McGregor o Daniel Craig se desnudan a menudo en sus películas y nadie les pregunta por ello», afirma.

Amante de la decoración y «sin miedo a nada», Gandy posee una ambición sin límites. Reconoce que «detesta» a los colegas que se ganan la vida haciendo únicamente catálogos. Él aspira a trabajar «sólo con los mejores» y a crear «algo icónico como hacen las supermodelos. Nunca he entendido por qué otros hombres no lo han intentado», concluye el azote de las tops al que, por cierto, le gustaría reencarnarse en un perro.

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