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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Ainhoa Zabala recogiendo el alga espirulina de una de las piscinas del invernadero.
Extremadura cultiva el alimento del futuro

Extremadura cultiva el alimento del futuro

En un invernadero de la localidad cacereña de Acebo, una pareja de emprendedores espera la llegada de la primavera para producir alga espirulina por segundo año

Álvaro Rubio

Domingo, 12 de marzo 2017, 08:49

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Cáceres. Los expertos en alimentación dicen que sirve para todo, que sus propiedades son muy beneficiosas por ser una fuente segura de proteínas, nutrientes, vitaminas y minerales. Tanto es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de Naciones Unidas (ONU) denominan a la espirulina como un «súper alimento». Incluso la recomiendan contra la malnutrición en situaciones de emergencia humanitaria. Hasta la NASA la incluye en la dieta de los astronautas en misiones espaciales. Se trata de un alga de color azul verdoso con gran tradición en África y México y con mucha presencia en el lago Chad, situado en la frontera entre Chad, Níger, Nigeria y Camerún. En España se ha empezado a poner de moda hace varios años y una vuelta por varios foros de Internet y páginas especializadas es suficiente para darse cuenta del alcance de esta pequeña planta que es considerada el «alimento del futuro». Hasta Extremadura también ha llegado. De hecho, se cultiva en un invernadero de la localidad cacereña de Acebo, en plena Sierra de Gata.

EL PROCESO

  • Sistema de agitación

  • El alga permanece en las piscinas del invernadero, que cuentan con un sistema de agitación de agua.

  • Prensado

  • Tras la recogida de la espirulina, se prensa con una máquina para obtener el producto en forma de hebra.

  • Secado

  • En una pequeña sala se procede al secado a una temperatura de 40 grados. Cada día elaboran tres kilos de espirulina.

Ainhoa Zabala, diplomada en Sociología y licenciada en Etnología, y Unai Dorronsoro, licenciado en Ciencias del Mar, son los responsables de ello. Son pareja y ambos nacieron en Fuenterrabía, un pueblo de Guipúzcoa. Sin embargo, una microalga les trajo a Extremadura.

«Durante la carrera, nos dieron pequeñas nociones de muchos tipos de cultivo y de todos me llamó la atención la espirulina. Cuando terminé mis estudios contacté con un cultivador en Montpellier, en Francia, y estuve colaborando en su empresa. Fue ahí donde aprendí todo. Luego, en el verano de 2012 conocí la Sierra de Gata y me enamoré de esta tierra. Me di cuenta de que aquí lo de convertirme en cultivador de esta microalga era posible», recuerda Unai.

En 2013 compraron una finca a dos kilómetros de Acebo, se pusieron manos a la obra y en 2016 vio la luz su primera producción. Cultivaron 150 kilos y en 2017 esperan llegar a los 300.

Para ello cuentan con un invernadero de 400 metros cuadrados con 18 placas solares. En su interior hay tres piscinas oblicuas con una profundidad de agua de unos 15 centímetros. Es ahí donde crece el alga, un proceso que depende principalmente de la temperatura. «Lo normal es que empiece a hacerse más grande cuando el agua está a unos 20 grados», explica Unai, quien apunta que la temporada alta arranca a finales de abril y suele finalizar en octubre.

Antes de la llegada de la primavera se dedican a la comercialización de este producto que se empieza a usar mucho en restauración. Ya es un recurso más que utilizan los cocineros en zumos, batidos, ensaladas y platos cocinados. Además, forma parte de la dieta de algunos deportistas de élite. «En alguna ocasión, el tenista Novak Djokovic ha comentado a los medios que la espirulina es un elemento muy importante en su alimentación», destacan Ainhoa y Unai.

Ambos coinciden en que pese a que cada vez es más conocido entre la población, su cultivo no está muy extendido. Apuntan que en Extremadura son los únicos que lo hacen y en el resto de España sólo tienen conocimiento de una gran empresa en Murcia. «Ahora estamos en contacto con una persona de Valencia que parece que ha iniciado todo el proceso y ya está haciendo las primeras pruebas», detallan al tiempo que recuerdan sus inicios.

«Nosotros empezamos con una cepa que trajimos de Francia en una botella de dos litros. Ha ido creciendo y hemos tenido suficiente para lo que hemos comercializado», explican antes de referirse a que tenían pensado comenzar en 2015 pero el incendio que arrasó 9.000 hectáreas en Sierra de Gata también les afectó. «Hemos perdido la cuenta de lo que llevamos gastado, pero seguro que más de 50.000 euros», confiesan.

Sin embargo, reconocen que merece la pena. No sólo por todos los beneficios de este producto que ronda los 15 euros cada cien gramos, sino también porque cultivarlo conlleva hacer una forma de vida en contacto directo con la naturaleza.

Con su proyecto acaban de participar en la feria 'Madrid Fusión', que se celebró del 23 al 25 de enero en la capital española. «Ha sido una experiencia muy gratificante y hemos notado mucho interés por parte de los asistentes», afirman. Además, en 2014, consiguieron el segundo premio del certamen de Ideas Emprendedoras en el Mundo Rural que organiza el Área de Desarrollo y Turismo Sostenible de la Diputación de Cáceres.

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