Los refugiados y la amenaza terrorista, protagonistas en los premios Carlos V

Cuando acabó el vídeo en su honor, en el que aparecían fotos de ella en color y en blanco y negro, de niña contenta, de joven contenta y de mujer contenta, Sofía Corradi, el rostro cruzado de lado a lado por una sonrisa del tamaño de Italia pero en horizontal, aplaudía entusiasmada y torpemente, con las palmas rectas como postes. El foco de luz que le caía encima empujó al primer plano un reflejo junto a su ojo derecho. Era el surco que le había dejado una lágrima. Una línea arrugada que le mojaba la cara y que vale para resumir una gala y quizás una vida.

'Mamma Erasmus' era ayer la abuela de la fiesta. Probablemente, no había en el Real Monasterio de san Jerónimo de Yuste, ni dentro ni fuera, nadie mayor que ella. Cumplirá 82 años en septiembre, y es difícil que ese día, el de su aniversario, se haga más fotos que ayer. Terminada la ceremonia de entrega del premio Carlos V , quizás la más sentimental o la más emocionante de las últimas, la profesora nacida en Roma posaba una y otra vez para los teléfonos móviles de las chicas Erasmus que la miraban y la hablaban como quien mira y quien habla a alguien superior. Empezaba a llover otra vez, los políticos en retirada pasaban junto al grupo y el Rey de España ya se había marchado, y con él toda la parafernalia de berlinas oscuras y pinganillos escondidos que le acompaña. Mientras los autobuses con hombres encorbatados y mujeres entaconadas enfilaban el camino de vuelta, la mayor del reparto apuraba la mañana con los más jóvenes.

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