Antonio Miranda, antiguo minero: «Trabajabas a 350 metros de profundidad, aquello era penoso»

«Entonces no había nada en el campo, yo tenía 23 años y varios nos metimos ahí. Recuerdo aquella época como muy penosa porque entrábamos a 350 metros de profundidad y no sabías cuándo ibas a salir. Trabajábamos ligeros, rapidito para salir cuanto antes. Eran jornadas de ocho horas, pero si sacabas antes la producción pues antes que llegabas afuera. Meterse allí abajo era lo último, pero al menos cobrábamos bien. En aquella época, con 3.000 pesetas a la semana que nos daban los mineros éramos los que mejor comíamos», rememora este abuelo en la actualidad desde su casa de Burguillos del Cerro.

Él era palista y esto significaba hacerse cargo de una máquina que al principio tenía ruedas metálicas y después de goma. Allí se cargaba el mineral extraído, por eso él siempre tenía que estar, según su expresión, «en el frente, donde más peligro había».

Según dice, dos compañeros suyos barreneros murieron en la mina, en ambos casos por descuidos que hicieron estallar la dinamita que llevaban consigo.

«Cuando se paró la mina fue algo triste, pero en el fondo creo que nos alegramos muchos porque también se sabía que por su culpa podía enfermar. A mí no me pasó nada, pero algunos cogieron silicosis», rememora desde su pueblo, donde aún quedan vivos, al menos cuatro mineros más, dice.