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¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?
Los extremeños estiran las vacaciones en las terrazas. :: hoy
Agosto nunca se acaba
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

Agosto nunca se acaba

Vuelven los atascos, los funcionarios y los frikis del Lidl

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 1 de septiembre 2014, 07:26

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Uno de septiembre. Hoy, a las ocho de la mañana, volverán a reunirse los bancarios extremeños en los despachos de sus directores. Maitines de las finanzas locales donde se decide qué va a pasar hoy con el dinero en Santa Amalia o en Jarandilla. Un par de horas después, en las redacciones de los periódicos y de las emisoras de radio se repiten esas reuniones para adivinar qué va pasar hoy con todo.

Uno de septiembre. Desde bien temprano, las calles céntricas de las ciudades, asombrosamente vacías hasta ayer, se ven invadidas por riadas de coches que buscan un sitio libre. A las 8.05, el primer turno de cafés es un jolgorio tras un mes de aburrimiento. Los funcionarios impacientes, los que fichan y salen a desayunar, beben café en las barras mientras se entrecruzan narraciones de playa, anécdotas de carretera y recuerdos de chiringuito.

A esa hora, un pelotón de prejubilados toma las aceras que conducen al extrarradio: caminan deprisa, escuchan noticias por unos auriculares, mientras menean sus cabezas y chasquean sus lenguas. Un poco más tarde, sobre las nueve, empiezan a formarse los corrillos de los dependientes de comercio veteranos. Quedan pocos, pero tienen mucha autoridad y sus corrillos son el mejor sondeo diario para saber cómo va la crisis, cómo va lo de Podemos y cómo va lo de Casillas. También hay dependientes jóvenes, la mayoría, pero esos no hacen corrillos, esos prefieren irse a desayunar.

Los dependientes de antes desayunaban en casa y tenían tanta prestancia y tanta soltura que siempre parecían los dueños de la tienda. Formaban un grupo social tan sólido y respetado como el de los funcionarios y los bancarios con sus sueldos fijos y decentes, sus trajes con corbata y sus empleos seguros. Muchos acababan siendo concejales, directivos de fútbol y respetados activistas de Acción Católica.

Los dependientes de ahora son otra cosa. Para empezar, duran seis meses detrás del mostrador y no toda la vida. Sus empleos son volátiles y sus sueldos son indecentes, pero tienen la gracia insolente de la precariedad y la desvergüenza saludable de quienes no tienen nada que perder. Por eso desayunan fuera de casa y, en vez de ser directivos, prefieren ir al gimnasio entre semana, a un italiano los sábados por la noche y comer a las cinco los domingos. No son una casta sólida, pero se divierten más.

Uno de septiembre. Van a dar las diez y vuelven las colas impacientes de jubilados a las puertas de Carrefour y de frikis a las puertas del Lidl. Los primeros quieren hacer la compra ya. Los segundos son moteros, pescadores, informáticos o cocinillas y calientan inquietos para disputar la carrera de las ofertas del Lidl. Sobre esa hora, Cáceres, Badajoz y, sobre todo, Mérida, se llenan de alcaldes, ejecutivos y proyectistas en general. Vienen a consejerías y diputaciones a presentar sus planes y sus proyectos. Un par de horas después se les vuelve a ver. Van de regreso al párking. Nueve de cada diez están muy enfadados porque les han dicho que no. Uno de cada diez está mosqueado sin llegar a enfadarse: le han dicho que ya veremos.

Uno de septiembre. Colas en los bancos, en las oficinas de empleo, en Tráfico...Hacia las dos de la tarde, vuelven a llenarse los bares de las cañas elegantes por la plaza de los Alféreces de Badajoz y por Obispo Segura Sáez de Cáceres. También se llenan los bares de cañas castizas por San Roque y San Blas. La caña elegante cuesta medio euro más que la castiza, pero te llaman caballero y la oreja con tomate te la sirven en una cazuelita. Eso sí, debes llevar la camisa por dentro del pantalón.

Uno de septiembre en Extremadura. Siestas de sobremesa y matrimonios canónicos paseando al atardecer por Cánovas o San Francisco mientras las otras parejas prefieren las plazas, sea Mayor, sea Alta. Y por la noche, una región y una gran terraza de bar llena de extremeños que estiran la vacación, que quieren creer que agosto nunca se acaba.

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