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La incertidumbre de los interinos, un problema que se ha hecho crónico

Uno de cada cuatro profesores no tiene una plaza fija, una situación que se eleva a uno de cada tres trabajadores en la sanidad pública

LUCÍA PALACIOS

Viernes, 24 de febrero 2017, 23:20

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Los interinos están en pie de guerra. Quieren que se les reconozcan sus derechos, que no son los mismos que los de los indefinidos pese a realizar el mismo trabajo que ellos. Todo apunta a que su situación puede cambiar a raíz de la sentencia europea -ratificada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid- que otorga la misma indemnización a una trabajadora interina que si fuera fija.

Y son muchos los afectados. Cerca de 500.000, si se entiende por interino aquel asalariado que cubre total o parcialmente la ausencia de otro trabajador. Concretamente, en el segundo trimestre de 2016 se cifran en 276.800 en el sector público y otros 210.000 en el sector privado, según datos extraídos de la Encuesta de Población Activa (EPA). Aunque para ser exactos, hay que puntualizar que aquí también se incluyen otros tipos de contratos como los de relevo.

Sanidad y educación son dos de los sectores con mayor tasa de interinidad. Tanto que suponen el 35% de la plantilla del sistema de salud nacional: 170.000 trabajadores en esta situación de un total de 480.000, según cifras aportadas por UGT. Y más de lo mismo ocurre en la enseñanza pública, donde uno de cada cuatro docentes no universitarios son interinos. Así, la tasa asciende a un 25,7% en el conjunto del Estado cuando debería rondar el 8%, señalan desde este sindicato.

De igual modo CSIF denuncia que estas cifras reflejan el «abuso» del Estado en este tipo de contratación para plazas que deberían contar con un puesto fijo. Por eso exigen que se acorten los tiempos y se aumente la oferta de empleo público para adecuarla a las necesidades. De hecho, el objetivo del principal sindicato de los funcionarios es que se implante una oferta pública que en un plazo de cuatro años pudiera reducir a la mitad el volumen de personal interino. «Esta situación se está cronificando y haciendo de menos», advierte su portavoz, Pedro Poves, que explica que estos empleados tienen menos derechos que los titulares.

Las dos diferencias principales son la incertidumbre que genera un puesto eventual y el no tener derecho a cobrar indemnización (la antigüedad se les reconoció solo hace unos años). Pero hay otra serie de privilegios solo aptos para los empleados fijos como los permisos de excedencia, el seguro privado o, en algunos casos, las promociones internas.

Otra cuestión es por qué existe este grado tan alto de interinidad. El profesor del IESE José Ramón Pin lo basa en que el proceso de oposiciones es muy complejo y muchas administraciones públicas no quieren hacerlo, pese a que de esta manera «se saltan las normas». Este experto sostiene que, al eliminarse las oposiciones, la designación «casi que se hace a dedo», lo que favorece todo tipo de relaciones personales o políticas, convirtiéndose incluso en algunos casos en «una corruptela».

Pin resalta que un interino tiene que ser contratado solo «por razones de urgencia o necesidad» y, por lógica, están pensados para un corto periodo de tiempo. «Tener interinos durante muchos años sería, por definición, un fraude de ley», afirma.

El problema perdura

Pese a todo, son muchos los trabajadores que llevan años y años en esta situación. Es el caso de Elsa Prieto, cardióloga en un hospital público de Madrid. Allí ocupa una plaza de interina desde febrero de 2008 y, con dos hijos pequeños a sus espaldas, trata de sacar tiempo para estudiar una oposición que por fin parece que van a convocar en noviembre. «No entendemos cómo no ofrecen más plazas fijas para consolidar y estabilizar el empleo», se lamenta.

Marisa también lleva ya muchos años, 12, en una «situación muy complicada y de incertidumbre» pues cada año se juega su empleo. Su caso es todavía peor puesto que, como profesora de Secundaria, cada curso encadena contratos distintos y la mandan de un lado para otro. A esto hay que sumar que cada 31 de junio entra en el paro... y a rezar para que en septiembre la contraten de nuevo.

Hasta 13 son los años que R. S. (prefiere no dar su nombre por miedo a represalias) lleva acudiendo a su trabajo sin saber si 'hoy' será despedida. Una vez ya le ocurrió. Llegó a su puesto en la Consejería de Justicia de Madrid y a media mañana la llamaron; le comunicaron que había sido cesada el día anterior. «Tuve que irme a mi casa con una mano delante y otra detrás», relata. Cuatro meses después la volvieron a llamar, pero ese miedo a perder el empleo permanece. «Me toca estar constantemente pendiendo de un hilo», señala, a la vez que se lamenta de no haber sacado las oposiciones: «Es la pesadilla que toda la vida llevo arrastrando». Y la historia se repite...

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