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1. La primera equipación y uno de los últimos maillot de la Escuela en la Exposición del Centro Cultural Alcazaba.2. Esta fue una de las primeras formaciones de las Escuela, con las camisetas de 'Cristo Vive' de María Auxiliadora. 3. Actualmente la Escuela está formada por una veintena de niños de entre 3 y 13 años a los que se les forma en el ciclismo.
Y aquí una familia

Y aquí una familia

La Escuela Ciclista de Mérida, una de las más longevas de España, celebra estos meses su 40 aniversario

FERNANDO GALLEGO

Sábado, 19 de noviembre 2016, 12:33

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Primero ganó La Vuelta Pesarrodona, luego Gimondi se impuso en el Giro y el Tour se lo agenció en julio Van Impe. y meses después se fundó la Escuela Ciclista de Mérida. Todo en 1976. Manuel Gallego (Mérida, 1946), un amante del ciclismo desde que a los diez años empezara a visitar en verano a sus tíos asturianos, se enteró de que el club polideportivo de la barriada María Auxiliadora barajaba la idea de ampliar sus secciones, y allí que se presentó para convencer a Nicolás Muriel y Emilio Calera, responsables del club, y a José Luis Pacheco, presidente de la Asociación de Vecinos, para fundar la primera Escuela de Ciclismo de la ciudad, que se registró en la Federación Provincial de Badajoz el 7 de octubre de aquel año. «Empezamos con pocos medios o ninguno», tira de memoria Manuel Gallego. «Los chicos que se apuntaron no tenían ni idea de ciclismo. ni tampoco bicicletas. ¡Pero cómo colaboró toda la barriada!».

Arrancaron en una cochera repleta de trastos que impedían cerrar la puerta («imagínate los días de lluvia»), luego pasaron a un bajo y, algo más tarde, a un primero. "Siempre digo que lo peor del deporte base son los padres. pero en aquella época los padres eran lo mejor. ¡Qué ayuda nos prestaron! Todos estaban volcados, era la novedad, y cada vez contábamos con más chicos. Había una afición que no estaba en consonancia con los medios que disponíamos», prosigue Manuel. No competían, solo se daba clases, porque no había más de dos bicicletas: las del propio Manuel, que se sacó el título de Director Deportivo en enero del 74 mientras vivía en Colmenar Viejo, y su hermano. Pero la Escuela empezó a organizar rifas, los chicos se pusieron pesados con sus padres para que les compraran una bici y comenzaron a llegar, para sumar, nombres importantes, como los de José María Lozano, Cirilo García, Pedro Lozano o Miguel Aparicio.

La Escuela creció tanto que comenzó a tener más chicos de Mérida que de la propia barriada, y se empezó a mover de sede en sede por todos los rincones de la ciudad. Y llegó Cirilo Serrano, el primer patrocinador, con La Casera. Primero con el refresco Play y luego con Surfing, ya a principios de los 80.

Veinte años después...

Cuando Miguel Indurain sumó su quinto Tour y el boom de aquella época lo coloreaban ciclistas de la talla de Perico, Rominger, Lemond, Fignon, Zulle, Chiappuci, Bugno, Pantani. la Escuela ya rondaba los veinte años de existencia y disfrutaba por entonces de la mejor generación de ciclistas que alumbró. Corredores, por ejemplo, como Israel Garrido (Valladolid, 1977), Manuel Romera (Mérida, 1975) o Azucena Lozano (Mérida, 1980) dieron el salto a equipos punteros de la época.

Israel, que entró en la Escuela con 16 años, firmó cuando cumplió los 20 por el ACR navarro y se puso a correr la Vuelta a Extremadura con un tal Joseba Beloki a mitad de la década de los 90. «Allí corría el extremeño Alberto Manchón, que me animó a fichar por ellos. Pero yo quería continuar con mis estudios y entrenaba aquí en Mérida. Estábamos todos muy involucrados con la Escuela, pasábamos mucho tiempo juntos. Dimos con unas excelentes personas, como José María Lozano y Manuel Gallego, que formaban antes a la persona que al ciclista. Nos dedicaron todo su tiempo. ¡Y lo que disfrutábamos! Con los años, valores aparte, te quedas con el gran grupo de amigos que formamos».

Manuel entró a formar parte de la Escuela con 16 años y fichó por el Danisa leonés cuatro temporadas después, tras enfundarse tres veces el maillot blanco de la Vuelta a Extremadura. «No teníamos la preparación de otros equipos, pero aprendimos a convivir, a sacrificarnos por los demás compañeros... Éramos una familia: íbamos a las carreras sin presión, a disfrutar. José María Lozano ponía el coche, otros padres la comida, otros los refrescos. Era una manera diferente de correr. No te exigían. Cuando empecé a correr a otro nivel se me fue ese saborcillo de boca que tenía cuando corría con la Escuela».

Ahora, muchos de aquellos alumnos han vuelto a juntarse, tantos años después, para salir con la bicicleta a entrenar. «La repercusión y el impacto en la sociedad de la Escuela no ha cambiado mucho, pero sí que ha crecido en cuanto a medios. Estamos aquí para el que quiera. Aquí no se obliga a nadie a competir, somos una escuela de ciclismo. Que Mérida se sienta muy orgulloso de ella, porque esta institución ha puesto el nombre de Mérida muy alto», apunta David Corbacho (Mérida, 1978), ex corredor en la década de los 90 y actual socio y colaborador de la Escuela.

Otros veinte años más tarde

A finales de siglo, tres alumnos de la Escuela sufrieron un atropello a la altura del Camping cuando regresaban de un entrenamiento. Y ahí José María Lozano y Manuel Gallego no esperaron más: llenaron el petate y se pusieron a viajar por toda España para recabar información, coste y modelos de posibles velódromos con tal de presionar al Ayuntamiento de Mérida para que construyera uno en la ciudad. Y cómo si lo consiguieron: se inauguró en mayo del 2003, se encuentra por detrás del instituto Albarregas, responde al nombre (por supuesto) de José María Lozano y allí habita la actual sede de la Escuela, dirigida ahora por su hija, Azucena Lozano, una de las mejores ciclistas de la historia de esta región.

Azucena empezó a pedalear a los siete años, animada por su hermana. Ingresó en la Escuela en edad alevín y en la Escalada a Montjuic se fijó en ella el Director Deportivo del Saunier Duval cuando tan solo contaba con 15 años. A partir de ahí, llegó a la élite del ciclismo femenino nacional, participó con la selección española en Mundiales y fue entrenada por la mismísima Dori Ruano. «Llegué hasta donde llegué gracias al apoyo de mi familia y de mi padre», le hace justicia hoy Azucena, que nació cuatro años después de la fundación de la Escuela. «Para mí la Escuela lo es todo. Allí me he formado y es hoy mi forma de vida. Me ha regalado valores que no adquieres en otros deportes».

La semana pasada, un aficionado al ciclismo que hacía mountain bike en el velódromo no sabía que allí existía una Escuela que formaba a los más pequeños. «Te voy a traer a mi hija, que le encanta la bici», le espetó a Azucena. «La nueva etapa de la Escuela comenzó como hace unos cuatro años aproximadamente: una madre me llamó y me dijo que quería que enseñáramos a montar en bici a su hija. y por ahí empezó lo que somos ahora mismo», cuenta la directora, que tiene a su mando a una veintena de niños que van desde los 3 hasta los 13 años. «Antes teníamos un equipo juvenil, uno de féminas, sección séniors, con hasta 150 chavales apuntados, cuando estaban Manuel y mi padre al frente. Ahora hemos empezado de cero, con lo más pequeños, a los que llevamos competir a los JUDEX. Y luego, claro está, tenemos muchos socios, ya adultos, con sus respectivas licencias».

Son ya más de 10.000 los alumnos que han pasado por su longeva y exitosa historia. Y los que quedan...

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