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Lance del partido El Palo-Cacereño del pasado sábado
Mejor en Tercera División

Mejor en Tercera División

Ganar al Lepe parece un chiste, lo que mola es derrotar al Badajoz

J. R. Alonso de la Torre

Martes, 9 de septiembre 2014, 07:44

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Padre, he pecado. Me he vuelto a hacer socio del Cacereño. Dicen que el Atlético y el Athletic son como una religión. Tonterías. Religión son el Coria, el Extremadura, el Díter, el Villanovense. Eso sí que es creer y mortificarse con el cielo como una remota posibilidad que nunca llega.

El caso es que tras las dudas de fe de todos los principios de temporada, he acabado cayendo en la tentación y asociándome. Sacudiéndome la culpa, fui a hacerme el carné y no me lo dieron porque la impresora se había quedado sin tinta y no les llegaba hasta un par de días después. No me digan que eso no es una auténtica religión: más pobres que los primeros cristianos.

Solo una salvedad: nuestro Papa no es infalible. Una vez le pregunté a nuestro sumo pontífice si me moriría sin haber visto al Cacereño en Segunda División y me dijo que no, que viviría para contarlo.

Por ahora no ha acertado y el empeño parece tan lejano que una aseguradora de decesos me hizo el año pasado una oferta tan tentadora que la acepté: por 10 euros al mes, me entierran gratis. Deben de conocer la promesa de Noni Buzo, el Papa del Cacereño, han echado cuentas y si han de esperar a que el Cacereño suba a Segunda División para organizarme la despedida, les salgo rentable, seguro.

Llegó el primer partido de liga en casa y me fui tan contento al estadio. Habían pintado las gradas de Preferencia y estaba muy bonito. Nada más sentarme, nos marcaron el primer gol, empatamos, nos volvieron a marcar, nos derrotaron y me acordé de que dos horas antes había hablado con un compañero del periódico, que es de Plasencia, y me había manifestado su sincero deseo: «Que perdáis». Y perdimos.

Es lo lógico: uno de Plasencia tiene que desear que pierda el Cacereño. Y uno de Badajoz, lo mismo. Y viceversa. Lo demás son pijadicas del barón de Coubertin. En fútbol, lo importante no es participar, sino ganar y que pierdan los rivales máximos. Por eso, les digo la verdad, yo preferiría que el Cacereño estuviera en Tercera División. Eso sí que sería emocionante, con una docena de equipos vecinos peleando por subir y un «gran partido del siglo» cada 15 días.

Es que en Segunda B es todo muy aburrido. Porque vamos a ver, jugamos contra el UCAM, ¿y qué? ¿Alguien sabe de qué va eso del UCAM? ¿Es más, puede haber alguien en el mundo que desee la derrota del UCAM?

Luego jugamos contra El Palo, contra La Hoya, contra La Roda... ¿Alguien sabe dónde están esos pueblos, alguien puede sentir un desgarro íntimo si nos golean? El otro día ganamos en casa del Lepe. Pero para mí, Lepe es un chiste, no un equipo de fútbol. ¿Cómo vas a ser feliz por ganarle a un chiste?

Mi afición futbolera al Cacereño no está marcada por ninguna goleada histórica, sino por aquella tarde de domingo en la que pude leer en una pancarta situada en la grada de la Ciudad Deportiva Sanz Catalán: «La ciudad de Plasencia saluda al pueblo de Cáceres». O por otra tarde en la que, en el mismo lugar, un árbitro favoreció al Badajoz y un espectador cacereño salió detrás del trencilla con un paraguas y se lo lanzó a modo de jabalina.

Esas experiencias marcan tanto como una vez que perdimos 1-0 en San Calixto con el Plasencia, fui a ver el derbi en autobús y un amigo de mi padre se dedicó todo el partido a gritarle al extremo derecho local, cada vez que corría la banda: «Manuel, sinvergüenza, págame el piso, que te viniste a Plasencia debiéndome tres meses de alquiler».

Esas cosas no se olvidan y convierten la Tercera División en un crisol de venganzas donde las victorias no son tres puntos, sino vendettas por una pancarta histórica, por un extremo moroso, en memoria de un lanzador de jabalina justiciero. Pero en Segunda B, ya me dirán, ganas al UCAM Murcia y parece que has derrotado a una cooperativa de pimentón.

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