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Ismael: «No fui consciente de lo que hice hasta que vi los pañuelos»
SEGUNDA

Ismael: «No fui consciente de lo que hice hasta que vi los pañuelos»

Diez toques, un disparo, cuatro regates, tres tarascadas y catorce segundos le bastaron al extremo del Mérida para hacer el gol de su vida el domingo ante el Portuense

FERNANDO GALLEGO

Martes, 18 de marzo 2008, 02:38

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«Con el pase que le di, si no hacía gol era para matarlo. ¿Lo dejé solo con todos los ingleses!». Lo dijo en 1986 el 'Negro' Enrique, que fue quien tocó en corto sobre Maradona, en su propio campo, antes de que El Pelusa recorriese 53 metros y regatease a todo inglés que se le puso por delante para marcar el gol más hermoso de la historia del fútbol. El pasado domingo, en el estadio Romano, Carlos Rubén bien pudo sentirse como el 'Negro' Enrique.

Recibió el mediapunta un despeje de cabeza de Juan Carlos y, tras un control con el exterior de su pierna derecha, cedió a Ismael, allá por donde luce la pancarta de la peña David Pirri. Arrancó el extremo madrileño con determinación desde su campo y en catorce segundos se fue primero de Zurdo, luego de Merino, y otra vez de Zurdo mientras Zanotti, con una amarilla, no se atrevía a meter la pierna pero sí el cuerpo para evitar el avance de Ismael, que imparable y trastabillado por las tres tarascadas que sufrió en el trayecto disparó desde la frontal del área para que el balón, que tocó ligeramente en el cancerbero portuense, rebasase la raya de gol y obligara al Romano a desempolvar sus pañuelos.

«Pensé primero en buscar a Cuevas, pero estaba muy lejos. Luego miré para buscar a Luciano, pero entonces me metí en el lío e intenté salir de él como pude. Al final se la quería dar a Luciano, pero vi que estaba en fuera de juego y entonces seguí yo solo. No fui consciente de lo que había hecho hasta que vi los pañuelos en las gradas», recuerda Ismael un día después.

Una jugada excepcional por su dificultad en la concepción y facilidad en la expresión. La conducción y los recortes fueron tan solemnes como la aceleración y la verticalidad, imposible para cualquier rival. Origen y final de la jugada, Ismael progresó con un cambio de ritmo incontestable para rematar una acción cuyo único pero fue la definición. Aún así, fue lo suficiente como para que un recogepelota, de esos niños que se colocan detrás de la portería y que apenas gozan de historia futbolística, se llevara las manos a la cabeza conocedor de lo que acababa de ver. «Ya el árbitro Rodríguez Santiago, que estaba a mi derecha en el palco, me había dicho en una jugada anterior que qué bien evitaba las patadas. Me pareció un auténtico golazo, como el que marcó Sabas tras una galopada de Sinval al Atlético de Madrid en nuestra última temporada en Primera», recuerda el presidente, Fouto Galván.

Corría el minuto 84 de partido cuando Ismael controló con la derecha y con ocho toques de la diestra y otros dos de la zurda se plantó sólo ante Wilfred, después de recorrer alrededor de 70 metros de césped. Diez toques y un disparo después provocó el delirio de una afición que había presenciado una de las segundas partes más completas de su equipo en toda la temporada.

No está atravesando Ismael un buen momento personal, y encima Fabri, Tarriño y sus compañeros andaban todo el día pinchándole. «Me decían que a ver si hacía algo de una vez, una jugada individual a lo Messi o algo así, que no me iba de nadie. Así es que estaba mosqueado, y cuando marqué el gol quise festejarlo con toda mi rabia dedicándoselo a todos ellos», aclara Ismael, quien quiso sacarse tras el gol la camisa para enseñársela a Fabri. Sus compañeros no le dejaron, conscientes que le acarrearía una amarilla. Así es que decidió dársela de vuelta, ponerse el número 11 en el pecho y enseñárselo al técnico gallego. «No sé si se refería a mí, pero si lo hizo es bueno, que tenga ganas de reivindicarse», dijo un Fabri que comparó el gol de su pupilo con el que Ronaldo le hizo al Compostela en San Lázaro en la temporada 96-97. «A mi también me recuerda», dice, feliz, el protagonista.

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