La ilusión de un trabajo fijo colapsa el campus
El examen para 335 plazas de auxiliar administrativo de la Junta reúne a doce mil aspirantes Por momentos, la circulación fue un verdadero caos
ANTONIO JOSÉ ARMERO
Domingo, 4 de noviembre 2007, 14:07
LA ILUSIÓN de conseguir un trabajo fijo colapsó ayer el campus de Cáceres. El reclamo eran 335 plazas de auxiliar administrativo, y a él respondieron 12.300 personas, según los datos del convocante, la Junta de Extremadura. O sea, casi 36 aspirantes por puesto. La probabilidad estadística de aprobar es aproximadamente, del 2,8 por ciento.
Bastarían estos datos para reflexionar profundamente sobre la vida misma, pero la situación que por momentos vivió ayer por la mañana el recinto universitario invitaba más al cabreo que al recogimiento. Metidos por un rato en el papel de opositor, empezamos la aventura. En la planificación previa, ha habido pocas dudas a la hora de elegir convocatoria para hacer el simulacro. La opción primera es las nueve de la mañana, y la segunda, las doce.
Hombre previsor vale por dos, el coche arranca a las 10.18 horas. El recorrido parte del aparcamiento del Hospital Nuestra Señora de la Montaña, en pleno centro urbano. Y el destino es la Escuela Politécnica. Todo comienza rodado: la Avenida Primo de Rivera tiene los mismos coches que un sábado cualquiera a esa hora, es decir, pocos, y la circulación por la Avenida de Hernán Cortés es fluida. El panorama cambia, sin embargo, en la Avenida de la Universidad. Justo a la puerta de la Comandancia de la Guardia Civil, frenazo. Hasta ahí llega la cola de coches que intentan acceder al campus por la primera entrada de la carretera de Trujillo, el itinerario más conocido y utilizado.
Ante la visión de una fila de turismos, optamos por seguir hacia adelante y acceder al campus por la rotonda de la Residencia Asistida, que además, llega directa a la Escuela Politécnica. Y el panorama no es mucho mejor. En la misma glorieta hay coches parados, y ya saludan los primeros toques de bocina, la mayoría procedentes de los que llegan desde Trujillo y topan con una rotonda por la que no pueden circular.
Ya en la facultad de destino, el tráfico está parado. Por la carretera que bordea el edificio hay coches aparcados a los dos lados, de modo que apenas sobran quince centímetros a cada lado. Al menos, la temperatura es agradable. Brazo por fuera de la ventanilla, buena música y a esperar. Al final, la experiencia no resulta tan traumática. A las 10.49 según el reloj del coche, aparcamos. Por supuesto, sobre la acera, como otros muchos. No hay otra opción. El balance no es tan deprimente como podía intuirse: 31 minutos.
Una vez en el campus, no hace falta ser Sherlock Holmes para averiguar el motivo de las colas de coches. Es una cuestión matemática: no hay sitio para tantos.
Refrescos, lotería...
El movimiento de opositores es evidente. Unos salen con cara de alivio, otros con la chaqueta al hombro y despeinados, otros cuantos se separan del tumulto y repasan antes de que les llegue el turno. Y la familia, de paseo por los alrededores. Mucho periódico bajo el brazo, mucha siesta anticipada en el turismo aparcado. Un vendedor de la ONCE que vocifera el número de la suerte. Y un bar portátil a la puerta de la facultad, con un hombre tras la barra al que se le acumula el trabajo. Tiene bocadillos, pero lo que más parece servir son botellas pequeñas de agua.
A las 11,32 comienza el viaje de vuelta, que resultará bastante más estresante. A los diez minutos de salir, el coche sigue en el aparcamiento. Diez más tarde, en la avenida principal, cuesta arriba, en dirección a la rotonda para cambiar de sentido. Es cierto que antes hay un giro, pero hay tantos vehículos estacionados que pasa desapercibido y es fácil ignorarlo sin querer. Diez minutos después, en la misma cuesta. Diez después, cincuenta metros más arriba. Es un auténtico caos, ciertamente desesperante. Al final, surge la rotonda, y con ella, un mundo nuevo. Los coches van por lo menos a diez kilómetros por hora, y en cuatro minutos hemos llegado a la carretera de Trujillo. A las 12,04 hay aparcamiento de sobra en La Madrila. O sea: 32 minutos. No está tan mal. Más complicado, mucho más, es convertirse en funcionario de la Junta.