¿Qué ha pasado este sábado, 6 de diciembre, en Extremadura?
Sábato, junto a la presidenta argentina Cristina Kirchner y José Saramago. :: REUTERS
SOCIEDAD

SOBRE UN HÉROE Y SU TUMBA

Muere a los 99 años Ernesto Sábato, el escritor que narró la atrocidad de la dictadura argentina

CÉSAR COCA

Domingo, 1 de mayo 2011, 02:24

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En abril de 1984, a la edad de 72 años y convencido de estar al final de su existencia, Ernesto Sábato levantó su voz en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para recordar que Cervantes dijo en una ocasión que por la libertad, como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida. El autor de 'Sobre héroes y tumbas' recibía ese día el premio más importantes de las Letras en español y estaba todavía bajo el impacto emocional de su particular descenso a los infiernos. Como presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas durante la dictadura argentina, había conocido hasta dónde puede llegar la crueldad aplicada contra quienes no persiguen otra cosa que la libertad. Esa experiencia acabó con su último resto de fe en la especie humana. Ayer, a los 99 años, ciego y casi invisible para las nuevas generaciones de la era global que él tanto criticaba, murió en Santos Lugares, cerca de Buenos Aires, víctima de una bronquitis.

Para cuando Sábato se sumergió en las atrocidades de la dictadura de Videla y sus sucesores, estaba ya de vuelta de muchas cosas. Su vida, en realidad, es el relato de dos grandes desengaños. El primero fue con la ciencia. Siendo un adolescente abrumado por pesadillas, alucinaciones y paseos de sonámbulo, quedó deslumbrado por la geometría. La exactitud de sus teoremas y la belleza de sus soluciones se le presentó como una forma de ordenar el caos de su cabeza. Por eso se doctoró en Física por la Universidad de La Plata.

Durante un tiempo trabajó en el prestigioso Laboratorio Curie, en el seno de un equipo que buscaba conseguir la ruptura del átomo de uranio. Cuando un día llegó al centro un telegrama que les avisaba de que un centro investigador alemán se les había adelantado, vio caras de decepción y rabia en sus compañeros. «Ahí sentí que era el comienzo del fin», explicó luego. Su amor por la ciencia terminó el día en que descubrió que también en ese ámbito llegar antes es más importante que llegar.

Así que en 1945, coincidiendo con la bomba atómica, dejó a un lado su vocación científica y se pasó a la Literatura. Tres años después, publicó 'El túnel', la primera de sus tres novelas. Sería la segunda, 'Sobre héroes y tumbas' (1961), la que le daría fama internacional. Habría que esperar otros trece años para que con 'Abbadón el exterminador', cuyo tono es tal que podría haber sido escrita por el autor del 'Apocalipsis', cerrara su ciclo de ficción. Después de esos tres libros, Sábato solo publicó ensayos y textos memorialísticos como 'Antes del fin'. Pocos libros, en cualquier caso, porque a causa de su perfeccionismo era mucho más lo que destruía que lo que enviaba a la imprenta. Con todo, no se libró de las críticas de Borges, con quien cultivó tanta amistad primero y tanta lejanía después. «Ha escrito poco, pero ese poco es tan vulgar que nos abruma como una obra copiosa», dijo de él el autor de la 'Historia universal de infamia'.

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Su segundo desengaño se produjo en la política. Anarquista en su adolescencia, comunista más tarde -llegó a ser secretario de la organización juvenil-, pronto se alejó de las utopías absolutas para evolucionar hacia un anarco-cristianismo profundamente pesimista. Esa renuncia doble a sus convicciones científicas y políticas puede explicar muchas cosas de su biografía ya en la madurez. Quizá también sus dos intentos de suicidio confesados y la tragedia que emana de su obra. Porque a Sabato, lo ha dicho él mismo, lo salvó el arte, pero la creación que salió de su cabeza contiene una de las dosis de pesimismo más fuertes que se hallan en la cultura contemporánea.

Escritor en la dictadura

'Abbadón el exterminador' se publicó poco antes de que Videla encabezara uno de los más sangrientos golpes de Estado de la historia de América Latina. Sábato supo durante años de desapariciones y torturas y siempre pidió que cesaran. Pocos escritores habrá habido tan dispuestos a sumarse a causas justas, a unir su firma y su figura en favor de los derechos humanos, dentro y fuera de Argentina. Aún se recuerdan, por ejemplo, sus artículos en defensa de la infancia en el Tercer Mundo o contra ETA.

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Así que a nadie extrañó que Raúl Alfonsín le propusiera presidir la comisión de investigación sobre las desapariciones. Fruto de sus trabajos fue el denominado 'Informe Sábato' ('Nunca más' era el título oficial), base para sentar en el banquillo a numerosos altos cargos de los directorios militares una vez restablecida la democracia en Argentina.

El documento, un relato estremecedor, contiene un prólogo en el que habla del terrorismo de izquierdas y derechas que acogotaba a Argentina en los primeros años setenta. Eso disgustó a muchos, y no solo a quienes participaron activamente -o miraron para otro lado- en las desapariciones. El escritor Osvaldo Bayer arremetió hace unos años contra el escritor, de quien decía que nunca se la jugó por nadie y pudo escribir tranquilamente en su casa mientras otros eran perseguidos o prohibidos. Y Hebe de Bonafini, la líder de las Madres de Mayo, lo hizo objeto de su desprecio -también a él, su lista es interminable- diciendo que lo argumentado por Sabato era «una porquería». El escritor, siempre discreto tras sus eternas gafas negras, poco proclive a afrontar las críticas, no contestó a esos improperios.

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Sus últimos años de vida han sido especialmente duros. Prácticamente ciego, no podía leer ni escribir, y su único entretenimiento era pintar, algo que de manera intermitente había hecho durante décadas. Manchas de colores sobre láminas que iba llenando aquí y allá, en casa y en sus esporádicos viajes. En 1995 murió en accidente de tráfico su hijo mayor, Jorge. Tres años más tarde, su esposa Matilde. Más alimento para la depresión. Extremadura le otorgó su Premio a la Creación en el año 2002.

Recluido en su casa de Santos Lugares, acompañado por Elvira González, su compañera de los últimos días, Sábato ha resistido hasta llegar casi a centenario. Alimentándose de melancolía, ajeno a la aceleración del tiempo, extraño en este siglo, era ya sobre todo un símbolo. Un símbolo que hoy mismo, en la Feria de Buenos Aires, iba a recibir el enésimo homenaje. En 2004, en el Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Rosario, fue aclamado por escritores, políticos e intelectuales. Él sabía que su tiempo había terminado. La bronquitis puso ayer el punto final.

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