Sorber la sopa

Los mayores sorben la sopa. No sé si es falta de educación, no sé si se debe a que pasan de todo, no sé si hacerse mayores equivale a dejar a un lado algunas convenciones para dedicarse a vivir la vida cómodamente. Y vivir cómodamente incluye sorber la sopa. Creo que esta última posibilidad incluye las dos anteriores. Es decir: los mayores pasan de todo, incluidas las normas de educación.

Los mayores ceden el paso, saludan con énfasis, escuchan mucho mejor que los de 40 y los de 20 y no te dejan pagar el café. Pero sorben la sopa. Estás en una comida familiar o en una excursión de la tercera edad y en el primer caso, la esquina de los veteranos es sorbeteo implacable, mientras que en el segundo, aquello parece una inmisericorde sinfonía de borbotones.

Hay que reconocer que no sorber la sopa es antinatural. Te tomas las cucharadas de un bocado y, en primer lugar, corres el serio riesgo de quemarte. En segundo lugar, es menos slow, o sea, no disfrutas tanto del sabor y pierdes la gracia del comer o sorber demoradamente. Si te tomas la sopa de un bocado, no sabe igual que si la sorbes despacito y, borbotón a borbotón, la vas paladeando con gusto.

Lo del ruido del sorbeteo es algo cultural. Uno está educado en que la sopa se come en silencio y si escuchas ruidos, sobre todo si los producen los mayores, te sientes raro. Si sorbe un bebé es gracioso. Si sorbe un anciano es molesto. ¿Por qué? Cuestión cultural.

Los japoneses y los chinos sorben la sopa e incluso lo hacen con estrépito. Pero la sopa no solo no se debe sorber, es que tampoco se debe beber, aunque nos la sirvan en un bol. Solo se puede beber si se sirve en una taza y la podemos coger por el asa.

Aunque lo más serio de todo es que tampoco se debe soplar la sopa para enfriarla, ni soplando sobre el plato ni soplando sobre la cuchara, ni soplando delicadamente ni soplando estentóreamente. La sopa ni se sopla ni se sorbe. Eso nos lo enseñaron los padres siendo nosotros niños. ¿Por qué, cuando son abuelos, nuestros padres soplan, sorben e incluso levantan el plato lateralmente para no dejar en el fondo ni una miserable cucharada de sopa?

Supongo que lo de sorber a partir de los 80 años es algo tan lógico como hacer preguntas indiscretas o comentarios incómodos al llegar a la vejez. Los mayores y los niños son sinceros y naturales. Es como si todas las normas de urbanidad, que el niño aprende para ser bien educado, se olvidaran al llegar a la frontera octogenaria porque a partir de cierta edad, todo está permitido.

Al comer la sopa, hay procedimientos que entrañan su lógica y son naturales como coger con la cuchara desde el centro hasta el lado del plato más cercano a nosotros. Eso es lo que dicta el protocolo y eso hacemos de jóvenes, de maduros y de mayores. Los otros dictados del protocolo no son naturales, sino culturales, la lógica los entiende como una imposición y el resultado es una rebeldía en la edad tercera o edad de la sinceridad: sorbo y soplo.

Cuando como sopa con mayores, he de hacer un esfuerzo tremendo para no perder el control si escucho los sorbidos soperos. Me dan ganas de gritar: «Deje de hacer ruido con la sopa». También me pongo histérico en el cine si comen palomitas a mi lado o si chascan patatas fritas o pipas. No lo puedo resistir y acabo cambiándome de sitio de manera ostentosa para que el ruidoso se percate (y piense que soy un neurótico estúpido).

Parece ser que quienes nos ponemos nerviosos con estos ruidos y con ronquidos, bostezos y respiraciones o con el sonido producido al mascar chicle somos enfermos: tenemos una anormalidad cerebral llamada misofonía. No es grave y es muy común, aunque lo mío debe de ser una misofonía únicamente a lo comestible porque ni los ronquidos ni los bostezos me afectan. Supongo que eso se cura con la edad: en cuanto empiece a sorber la sopa volveré a ser normal.