José María Saponi falleció el pasado mes de agosto. HOY

Saponi, mi jefe en Jerte

Un alcalde paternal. No era mitinero, pero en el posmitin resultaba irresistible y seductor

Miércoles, 3 de septiembre 2025, 08:18

Saponi fue mi jefe en el campamento Emperador Carlos de Jerte. Yo tenía once años y era flecha de la OJE. Así eran las cosas ... en los años 60: tus padres te mandaban de campamento y tú rastreabas, te bañabas en el río y cantabas el Cara al Sol al atardecer, mientras se arriaba la bandera. Allí conocí a José María Saponi y como era el jefe, le tenía un gran respeto, aunque no crucé con él ni una palabra. Lo pasé mal en aquel campamento y recuerdo que el Día de la Familia, cuando se marcharon mis padres, me quedé llorando, desolado.

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Pero a la mañana siguiente, me animé porque nos comunicaron que el campamento se levantaría dos días antes con motivo de la visita de Franco a Cáceres. Los flechas estaríamos en primera fila y al llegar el Rolls Royce negro del Caudillo, lo rodearíamos agitando nuestras gorras. Evidentemente, la seguridad del Generalísimo, que había podado los árboles de la plaza Mayor para que no se ocultaran entre sus ramas francotiradores terroristas cacereños, no permitió que un grupo de flechas rodearan a Franco agitando sus gorras. En aquel tiempo, cualquier agitación era delito.

Aquel fue mi primer encuentro, algo surrealista, con José María Saponi. Después me fui a estudiar y a trabajar lejos de casa y no volví a saber de mi jefe de campamento hasta que regresé a Cáceres el año 2001. Empecé a escribir en la prensa local y mi primer artículo fue una crítica ácida al batiburrillo de sombrillas, sillas y veladores con publicidad en la plaza Mayor, algo inaudito en una ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Dos días después, el Ayuntamiento ordenó que todo el mobiliario urbano de la hostelería de la plaza Mayor de Cáceres fuera de madera, tela o metal, sin publicidad ni colores estridentes. Y me asusté. Estaba acostumbrado a que los alcaldes no hicieran ni caso a la prensa y me espantaba que me tomaran en serio, pero empecé a pensar que un alcalde al que no se le caían los anillos por tomar una decisión propuesta antes en un diario debía de tener mucha personalidad e ideas claras. Y ese alcalde era Saponi.

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Me dijeron a los pocos días que Saponi quería conocerme y decidí esconderme porque sabía que si conoces a un político, empiezas a cogerle cariño y ya no escribes igual. Además, me habían dicho que en las distancias cortas, Saponi era irresistible. Y así fue. Conseguí esquivarlo medio año, pero una tarde, en un acto social, conocí por fin a Saponi y me sedujo sin remedio. Recuerdo que me comentó que conocía a mi padre de Peña Redonda y yo le dije que no me sonaba de nada que mi padre hubiera vivido por allí. Al llegar a casa, mi padre le dio la razón a Saponi: cuando llegó de Asturias, vivió en la Berrocala y había conocido a Saponi por Peña Redonda. Es decir, el alcalde sabía más de mi padre que yo mismo y empaticé con Saponi para los restos.

José María Saponi era flojo dando mítines, no emocionaba ni exaltaba. Su fuerte era el posmitin, cuando bajaba del estrado y saludaba uno por uno a los vecinos interesándose con cariño por el abuelo enfermo, el padre emprendedor, la hija estudiante… Recuerdo que le di mucha caña por las esculturas naif que colocaba en las rotondas y los parques céntricos. Aguantó las críticas sin inmutarse hasta que, ya harto, me mandó un catálogo del paseo escultórico contemporáneo del parque del Príncipe con una nota entrañable demostrando que nadie había hecho más que él por la escultura moderna en Cáceres. Cómo no lo íbamos a querer… En marzo murió mi padre y en agosto ha muerto Saponi. Me siento doblemente huérfano. De todos los políticos que he conocido, Saponi era lo más parecido a un padre.

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