«Pues si la ermita no es de la Iglesia, entonces es mía»
La lista de 67 bienes inmuebles en la región que se creían propiedad de la Iglesia y no lo son genera alguna sorpresa y bastantes dudas
«Pues si la Iglesia no la inmatriculó, entonces la ermita es mía». Hasta este martes por la mañana, José Carlos Caldera pensaba que el ... pequeño templo que hay dentro de su finca era de la diócesis de Coria-Cáceres. Pero cuando HOY le cuenta que la ermita de Santa Lucía es uno de los 67 bienes en la región que figuran en el inventario de la Confederación Episcopal Española sobre propiedades cuya titularidad no puede acreditar pese a estar inscritas a su nombre, el hombre se muestra sorprendido.
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«No me lo creo», afirma antes de explicar su versión sobre la polémica que hace unos años protagonizó esta iglesia en mitad del campo, a las afueras de la ciudad y en la que cientos de romeros cacereños se juntan cada segundo domingo de mayo. «A mí me consta que se inmatriculó –afirma Caldera–. Lo hicieron justo cuando se montó toda la polémica aquella». Se refiere el dueño de la finca a lo que ocurrió en el año 2009, después de que él le comprara a Telesfora Fernández Mogollón esa finca de 16 hectáreas con ermita incluida (en el extrarradio de la ciudad hay documentadas una veintena de iglesias en fincas).
«La ermita aparece en las escrituras», asegura el dueño del terreno, que tras adquirirlo, decidió vallar el camino que lleva al templo a tavés de su propiedad. Esa decisión impedía a los vecinos celebrar la romería, lo que generó una controversia que acabó con la diócesis llevando el caso a los tribunales. El juzgado de primera instancia número 7 de Cáceres falló a favor de la Iglesia y los romeros, al reconocer «la existencia de un derecho real de servidumbre de paso y acampada».
La reforma legal de Aznar
Pero ahora la Conferencia Episcopal afirma por escrito que esa ermita no fue inmatriculada, lo que a priori otorgaría la propiedad al dueño de la finca en la que está el lugar de culto. «Si yo soy el propietario, entonces la iglesia sería usufructuaria de la ermita», apunta Caldera, que apunta que en la propia iglesia hay dos escudos de familias nobles cacereñas. «Y además, estaba amojonada con las iniciales de Pérez de Guzmán el Bueno, el propietario anterior a la familia Mogollón», continúa el dueño de la parcela, que recuerda que «la diócesis puso la ermita a su nombre acogiéndose a una reforma de la ley hipotecaria que hizo Aznar».
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Ese cambio normativo permitió a la Iglesia inmatricular bienes (inscribirlos por primera vez en el Registro de la Propiedad) con el único requisito de una certificación episcopal, o sea, la firma de un obispo. Hasta entonces, esto solo se podía hacer si el bien era una propiedad de culto.
Esa reforma estuvo en vigor de 1998 a 2015. Y lo que está ahora en el foco del Gobierno y de la propia Conferencia Episcopal Española (CEE) son los bienes inmatriculados por la Iglesia en ese periodo. Fue entonces cuando inscribió el Monasterio de Santa Clara, también en Cáceres, que ahora la autoridad eclesiástica admite que no es suyo sino de una comunidad religiosa. «Las propietarias somos nosotras», ratifica la madre superiora. O sea, las Hermanas Pobres de Santa Clara. «Es así –amplía la religiosa franciscana– desde la fundación del Monasterio». O sea, desde 1614.
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Información confusa
Más dudas hay sobre quiénes son los dueños de 24 bienes eclesiásticos en la localidad cacereña de Serradilla, incluidos en el paquete de 67 sobre los que la CEE admite que o no son suyos o no puede demostrar su titularidad.
Entre fincas urbanas y rústicas, el listado conocido el lunes adjudica trece propiedades a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, aunque nueve de ellas al cincuenta por ciento con las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, que según el directorio de la diócesis de Plasencia, gestiona residencias de mayores en Trujillo, Don Benito y Béjar. El inventario especifica también que dos fincas urbanas y un solar son de la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que es la que dejó de funcionar hace ya varios lustros en Villarreal de San Carlos (doce habitantes, aunque solo la mitad duermen a diario en la población), que es una pedanía de Serradilla. La relación incluye también cuatro propiedades urbanas cuyo titular es la parroquia de san Miguel Arcángel. Pero es que en Serradilla no hay ninguna parroquia con ese nombre. Sí una iglesia de San Miguel Arcángel en Torrejón el Rubio, a veinte minutos en coche.
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Los servicios jurídicos de las diócesis harán «un estudio detallado»
La provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz, que agrupa a las diócesis extremeñas, hicieron público este martes un comunicado conjunto en el que informan de que harán «un análisis detallado de los inmuebles en los que se haya detectado alguna clase de anomalía, para proceder a su regularización». Un trabajo, adelantan, que harán a través de sus servicios jurídicos.
«No sabemos qué bienes son los que aparecen en el listado de la Confederación Episcopal ni de quién, pero esperamos tener más datos en unos días», afirma Francisco Javier Sánchez Vega, alcalde socialista de la localidad cacereña. «No obstante –continúa–, no nos extraña que haya tantos bienes eclesiásticos en nuestro pueblo, donde la Iglesia ha estado siempre muy presente».
De hecho, Serradilla es un referente en la religiosidad extremeña, gracias a su Cristo, una talla del siglo XVII obra de Domingo de Rioja cuyo hiperrealismo impresiona. Con frecuencia se destaca que es la segunda imagen más venerada de Extremadura, solo por detrás de la Virgen de Guadalupe, patrona de la región.
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En el inventario que el presidente de la CEE entregó este martes a Pedro Sánchez figura una casa parroquial en Solana de los Barros, inmatriculada entre 1998 y 2015 pero que ahora se ha averiguado que fue vendida. El actual párroco de la localidad pacense, informa Gloria Casares, confirma que en el municipio había una vivienda que el arzobispado de Mérida-Badajoz vendió a un particular. Esto casa con la información contenida en este listado que incluye sorpresas como la que parece haber convertido al cacereño José Carlos Caldera en el dueño de una ermita que no creía suya.
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