Portugal ya es normal
Detalles antipáticos. Suben los precios, baja la amabilidad y no evoluciona la oferta
J. R. ALONSO DE LA TORRE
CÁCERES
Martes, 20 de diciembre 2022, 08:00
Un hotel portugués cercano a la frontera. Tiene cuatro estrellas, pero no es accesible: si vienes con silla de ruedas, carricoche de bebé, maleta grande ... o, simplemente, tienes dificultades de movilidad, lo pasarás mal para acceder al hotel que, para más inri, cuenta con unas empinadas escaleras para descender de la recepción a los salones, el comedor y las habitaciones.
Otro hotel rayano. Desayuno. El bufet es bueno: mucha fruta, buenos quesos, ricos panes... Pero hace frío. ¿Cómo es posible que haya que desayunar en un hotel de cuatro estrellas con el anorak puesto so pena de cogerte un resfriado? Y la cuadratura del círculo: moscas grandes y pequeñas revolotean por la mesa del bufet de desayuno. ¿Cómo es posible que coincidan el frío y las moscas en un mismo espacio? Inexplicable.
Portugal o morir de éxito. El Alentejo como territorio natural y Lisboa como destino urbano se han convertido en lugares de moda para el turismo internacional. Recomiendan ambos destinos las revistas prestigiosas de viajes y periódicos como The New York Times o The Guardian. Y todo eso está muy bien, pero se corre el peligro de morir de éxito. Los habitantes de la Raya lo sabemos mejor que nadie porque padecemos a diario una cierta dejadez, un dormirse en los laureles que va a acabar con el encanto de la Raya y de Portugal entero. Porque la antipatía empieza por los detalles y acaba reproduciéndose y extendiéndose como una plaga por todo los ámbitos del turismo: hoteles, gastronomía, servicios, experiencias, bodegas...
La ecuación es sencilla: si suben los precios, baja la amabilidad y no se renuevan los espacios ni la oferta, el resultado es desalentador. Y eso está sucediendo en Portugal. Lo de Lisboa es tremendo: hay que estar alerta para no convertirse en turista víctima: la oferta en el centro, en general, defrauda, con caros menús del día y cocina mediocre. Los precios de los hoteles están por las nubes y el encanto de los barrios castizos es ahora el encanto de Air B&B.
Pero es que en el Alentejo está sucediendo algo parecido y hay que huir de las ciudades con más tirón turístico (Évora, Estremoz, Vila Viçosa) si se quiere disfrutar de una buena comida a precios alentejanos. Los buenos hoteles, sobre el papel, de las ciudades reseñadas están en los 150 euros la noche con desayuno, pero ni el mobiliario va acorde con los tiempos, ni el servicio es el lógico para ese precio (la misma persona hace de recepcionista, botones y guía).
En los restaurantes, la situación empieza a ser preocupante. Siguen poniendo las mismas recetas de bacalao y la misma carne con la misma guarnición desde hace 20 años. Está bien la tradición, pero con algo de innovación. Y no es ocurrencia, sino constatación: en 2008, publiqué una guía de restaurantes de la Raya y en 2022, en los restaurantes que he consultado y comparado, se comía lo mismo, exactamente lo mismo que en 2007. Si no hay evolución, llegan la monotonía y la cocina rutina. No se trata de pasarse del bacalao Zé Pipo al carpaccio de bacalao, sino de mantener las esencias con sutiles aportaciones novedosas, algo parecido a lo que han hecho el restaurante Restauração en Vila Viçosa, el Acontece en Elvas o Gadanha Mercearia en Estremoz.
Para rematar la situación crítica, está el factor juvenil, marcado por móviles, redes sociales y poca formación profesional. En la hostelería, camareros y camareras dejan pasar el tiempo tras la barra enganchados al móvil, se muerden las uñas, son poco amables, tardan en acercarse a ver qué deseas... Y salvo en bares apartados, los precios portugueses ya no son lo que eran. Parecen españoles.
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