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Vista de La Montaña 'Sagrada' desde Cáceres. :: E. R.
La Montaña del litio

La Montaña del litio

Por qué muchos cacereños de toda la vida se oponen a la mina

J. R. ALONSO DE LA TORRE

CÁCERES.

Lunes, 5 de febrero 2018, 08:17

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Muchos extremeños no entienden que 2.000 cacereñossalieran en manifestación el pasado sábado, con su alcaldesa del Partido Popular al frente, para oponerse a la instalación de una mina de litio, que, se asegura, va a crear 200 puestos de trabajo durante una decena de años más 900 empleos indirectos, además de convertirse en un posible impulso industrial. Todo ello en la región con más paro de España y en una ciudad donde los jóvenes se marchan en cuanto acaban sus estudios porque aquí no encuentran un trabajo ni con recomendación.

Esta extrañeza se ha visto reflejada en escritos de extremeños, muy sensatos y bien informados, que se sorprenden, casi se asombran, ante lo que consideran un dislate incomprensible: una ciudad, donde, prácticamente, solo hay turistas, funcionarios y empresas que prestan servicios a los turistas y a los funcionarios, da un respingo histórico y social y pasa de no inmutarse ante nada a presentar 7.000 alegaciones en contra de la mina, 44.000 firmas en contra de la mina y a llenar su plaza Mayor el sábado más frío del año en contra de la mina.

Para que fuera de Cáceres entiendan la razón de esta movilización sin precedentes y comprendan la aparente, y quizás real, insensatez de esta reacción, es imprescindible entender esta ciudad, haberla mamado desde niño y, en fin, comprender eso de ser de Cáceres de toda la vida, que no deja de ser una expresión de tintes xenófobos y, si quieren, hasta supremacistas, pero que está en la base de una parte de esa oposición férrea, sin resquicios, incluso dogmática a la instalación de la mina.

La clave de esta oposición es emocional, sentimental, pasional e incontrolable como el amor, como la fe, como el Real Madrid... La esencia de este movimiento es La Montaña y en ese punto se estrellan los razonamientos de los columnistas, las promesas de la empresa minera y, en fin, la racionalidad y el equilibrio. Desde el primer momento, los ecologistas que se oponían a la mina con argumentos técnicos acababan sus explicaciones haciendo referencia a La Montaña y cuando la alcaldesa manifestó su oposición, acabó la exposición de motivos colocando La Montaña como guinda de su discurso.

Así que vamos al meollo de la cuestión: ¿qué es La Montaña para un cacereño de toda la vida? Para empezar, se trata de un monte de unos 500 metros de altura, es decir, nada impresionante, que preside la ciudad. En lo alto está el santuario de la patrona, la Santísima Virgen de la Montaña (atención a lo de Santísima), lo cual es algo que se repite en cientos de localidades, o sea, que tampoco sale de ojo. Pero claro, hay que tener en cuenta que Cáceres no es, por ejemplo, Plasencia, donde la Virgen del Puerto también preside la ciudad, pero en el entorno están los valles del Jerte y Ambroz y La Vera. No, en el entorno de Cáceres solo hay unos llanos esteparios muy buenos para las avutardas, pero con poca gracia. Por lo tanto, La Montaña es para Cáceres, ciudad sin río, su perla paisajística y su orgullo natural.

Los niños de Cáceres fumamos nuestro primer cigarrillo en La Montaña; cuando nos fugamos de clase, nos vamos a La Montaña; hacemos ejercicios espirituales en La Montaña; el magosto o día de las castañas lo celebramos en La Montaña; cuando nos enamoramos, subimos con nuestra deseada pareja a La Montaña; nos casamos en La Montaña; si tenemos un enfermo o un problema, prometemos subir a La Montaña si hay cura o solución; si padecemos depresión o ansiedad, el psiquiatra nos receta subir a La Montaña; si nos detectan colesterol, lo eliminamos subiendo a La Montaña. Y al morir, si nos incineran, dejamos escrito que esparzan nuestras cenizas en La Montaña.

Razonando, entiendo lo de la mina, de verdad y temo que sea una oportunidad perdida, pero cada tarde, nada más comer, subo a La Montaña, llego a la cumbre con las endorfinas disparadas, miro hacia el valle y, literalmente, lloro. Lo sé, parezco Marta Rovira.

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