Así es el día a día de un extremeño en la Antártida
El placentino Javier Gil lleva desde noviembre en la base española Juan Carlos I, trabajando como guía especialista de alta montaña
Días en los que el sol no acaba de ponerse y lo más parecido a la noche es un ligero atardecer de un par de ... horas, mucha nieve, frío, montañas, 'nunataks', esquís, crampones, piolets, balizas, zodiacs, hielo, trineos... Es el día a día de Javier Gil, un extremeño en la Antártida. Placentino de 41 años, es guía especialista de alta montaña, y desde el pasado noviembre está en isla Livingston, la más grande de las Shetland del Sur tras la Rey Jorge. Su casa desde entonces, el lugar en el que pasó la Navidad, es la base española Juan Carlos I, que gestiona el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) a través de su Unidad de Tecnología Marina.
Allí es ahora verano. El verano austral, que va de noviembre a abril y es la época en la que hay actividad en la Juan Carlos I, que el resto del año permanece vacía aunque sigue registrando valores de interés científico. La base, la primera española en esta esquina del planeta –abrió en el año 1988 y a está a 980 kilómetros en línea recta de Ushuaia, en la Tierra del Fuego argentina– tiene capacidad para cincuenta personas y está rodeada de glaciares, líquenes, praderas criptogámicas (sin flores) y una fauna variada que incluye pingüinos y elefantes marinos. La temperatura media en el mes de febrero es de dos grados sobre cero.
En motos de nieve, esquiando y a pie
«Nuestro trabajo aquí es dar apoyo logístico y de seguridad a los científicos en sus salidas», resume el extremeño, que es el responsable del área de barranquismo de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada. «En un día normal -explica Gil-, lo que hacemos es subir caminando durante una media hora hasta alguno de los dos refugios que hay aquí, que son una especie de pequeños almacenes situados un poco por encima de la base, que está al nivel del mar». «En estos refugios -sigue-, guardamos material y las motos de nieve. Allí terminamos de organizar la logística del día, nos repartimos las tareas y salimos con los científicos».
Esos científicos son la razón de ser de la Juan Carlos I. Son expertos en disciplinas muy variadas, que acuden a la Antártida para estudiar fenómenos concretos que ayudan a comprender mejor ese espacio tan lejano y hostil. «Una de las tareas que realizamos -explica Gil- es subir a los 'nunataks' (promontorios rocosos totalmente rodeadas por glaciar), donde los científicos están estudiando líquenes y musgos. Les acompañamos hasta los sitios donde pueden recoger las muestras. Allí colocamos el año pasado sensores de temperatura y humedad a distintas alturas y con diferentes orientaciones, que registran información que luego descifran los científicos».
«Nuestro trabajo aquí es dar apoyo logístico y de seguridad a los científicos en sus salidas»
javier gil
Guía especialista de alta montaña
Otro de los proyectos a los que contribuyen guías como el extremeño les lleva a cruzar la bahía en una embarcación tipo zodiac, para atravesar la isla esquiando, sirviéndose de un pequeño trineo para transportar material pesado, como un gps diferencial con sus baterías para una semana, con placas solares. «Ahí se instala un dispositivo que recopila datos durante una semana, con precisión milimétrica, información que permite luego calibrar las variaciones geofísicas de la Tierra, y obtener conclusiones en áreas como la geodesia y la cartografía». «También -abunda el guía de Plasencia-, con unos geólogos vamos a montañas o a 'nunataks' a extraer muestras superficiales de rocas, de aproximadamente un kilo, que sacamos utilizando cincel y radial. Estos científicos luego estudiarán esas muestras y conseguirán información sobre la velocidad a la que ha ido menguando el glaciar».
«Normalmente -desgrana el aventurero extremeño-, hacemos una parte del trayecto en motos de nieve, por rutas que tenemos balizadas y que sabemos que son seguras, y que además tenemos registradas en los gps para no perdernos en los días de niebla. Cuando nos salimos de estos caminos, vamos esquiando o caminando con todo el material de seguridad necesario, como arneses, cascos, tornillos de hielo, mosquetones, cintas, poleas o piolets».
«Ahora que la nieve se va derritiendo y va quedando al aire el glaciar -amplía-, van apareciendo grietas, y esto supone que cada vez podamos utilizar menos las motos, que son vehículos pesados. Dentro de poco tendremos que dejar de usarlas, por seguridad, y hacer casi todos los trayectos esquiando o caminando. Siempre nos encordamos unos a otros, porque en estos glaciares puede haber grietas de más de cien metros de profundidad ocultas por la nieve superficial, y esas medidas de seguridad permiten que si alguien cae, podamos detenerle».
Este tipo de técnicas son el día a día para Javier Gil, que tiene una empresa de turismo de aventura, Expediciona. Su trabajo como guía especialista de montaña le ha llevado a Nepal, a la Patagonia chilena, la Cordillera real boliviana, el Atlas marroquí, el Himalaya... Y ya varias veces a la Antártida, el continente cada vez menos helado que le permite vivir experiencias que no olvidará.
«En la montaña no se debe ir encordado como vamos en los glaciares»
«Ahora que hay más gente saliendo a la montaña, es importante que sepan que no todos los tipos de encordamientos de seguridad valen para todos los sitios». Es el consejo de Javier Gil, que con una finalidad pedagógica y para aumentar la seguridad, explica que «a veces vemos en la montaña a gente que va encordada como lo puedo hacer yo ahora en la Antártida, y es un error y un riesgo,». «El encordamiento glaciar no consiste solo en ir atados y ya está, sino que incluye otros mecanismos de seguridad, no debe realizarse en montaña, entre otros motivos porque estas suelen tener más pendiente que los glaciares. Hacer en la montaña un encordamiento glaciar implica un riesgo claro de que al caer una persona, arrastre a otras o a todas», advierte el guía especialista de alta montaña. «En montaña -concluye Gil- pueden ir dos personas encordadas en ensamble, que es un método diferente, y la cuerda siempre debe pasar por anclajes (estacas de nieve, anclas, friends, fisureros, chapas...)».
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