Extremadura lucha contra la plaga de palomas
Ayuntamientos de toda la región intentan reducir su población, pero la especie sigue multiplicándose y con ella, la suciedad y los daños a monumentos y negocios
Han alertado sobre ellas los hosteleros cacereños que pierden clientes por su presencia; los vecinos de Badajoz, donde el Ayuntamiento ha tenido que tomar medidas ... para atender las numerosas quejas; y también el de Don Benito, por el mismo problema. Y el de Miajadas. Y el de Coria. Y antes aún, el de Villanueva de la Serena. Y ahora es una asociación conservacionista de ámbito autonómico, Fondenex, quien alerta sobre los inconvenientes de la proliferación de palomas, una especie presente en toda Extremadura en un número elevado, cada vez más, lo que está ocasionando incidencias en distintos frentes.
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Las palomas domésticas o bravías (Columba livia es su nombre científico) acaban poco menos que colonizando parques públicos y patios privados; se acercan e incluso posan en las mesas de las terrazas de los bares atraídas por la comida, y por más que se les ahuyente, regresan y acaban espantando a algunos clientes que se sienten especialmente incómodos con su cercanía; ensucian fachadas de edificios y de monumentos, con el añadido de que sus heces corroen la piedra y dañan la pintura de los vehículos; pueblan los tejados, anidan en las chimeneas... Son, en definitiva, un problema.
Que «empieza a ser notorio en Extremadura, en especial en las ciudades más importantes, que además cuentan con un rico patrimonio arqueológico, histórico y artístico, como Badajoz, Cáceres, Mérida o Plasencia», contextualiza Fondenex, que cree «es necesaria una actuación contundente por parte de los ayuntamientos y los organismos responsables de la conservación de monumentos, porque o se actúa ya, o el problema puede llegar a ser irresoluble».
No hay que alimentarlas
Son varios los factores que han contribuido a que la población de palomas se haya multiplicado «en los últimos años hasta haberse convertido en una verdadera plaga», expone el Fondo para la Defensa del Patrimonio Cultural y Natural de Extremadura. Ha ayudado especialmente «el aumento de edificios abandonados, que sirven de palomares de grandes dimensiones», pero también «la alimentación por parte de personas bienintencionadas pero que no comprenden que con su actitud promueven el mantenimiento de la plaga». «Y la falta de control de las aves adultas, que se reproducen sin freno, incrementando exponencialmente la población», analiza el colectivo antes de detallar que «una paloma se reproduce casi todo el año, especialmente en primavera y verano, constando cada puesta de dos huevos».
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«Son un peligro para especies vulnerables como el cernícalo primilla, porque lo expulsan de sus lugares de nidificación»
Manuel Calderón
Ornitólogo de Fondenex
«La gran cantidad de estas aves en pueblos y ciudades –apunta Manuel Calderón, ornitólogo de Fondenex– no es solo fuente de suciedad en las calles, al invadirlas los excrementos de las palomas (y propiciar caídas por resbalones), sino de un grave deterioro de los monumentos, edificios históricos y estatuas, no solo de forma visual, sino también estructural, ya que las heces son muy agresivas y corrosivas sobre piedras y otros materiales, y producen obstrucción de desagües, sin contar el movimiento de tejas por la acción de las aves». «Por otra parte –abunda–, son también un peligro para algunas especies vulnerables y protegidas, como el cernícalo primilla, pues los expulsan de sus lugares tradicionales de nidificación».
Además de estos daños, «las palomas –añade el experto– pueden transmitir al hombre una serie de parásitos, ácaros principalmente, hongos y bacterias, por lo que la plaga se convierte automáticamente en un problema de salud».
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Cinco posibles soluciones
Dado que «no hay un único método» para reducir la superpoblación de la especie, la asociación conservacionista propone cinco medidas.
La primera, que considera fundamental, es acabar con los palomares clandestinos. La segunda, aprobar una ley municipal o autonómica que prohíba alimentar a las palomas, «que también son fuente de atracción para hormigas, cucarachas y ratas». En tercer lugar, realizar capturas selectivas mediante jaulas o grandes redes disparadas en espacios abiertos previamente cebados. La cuarta acción que plantea es usar la nicarbazina, un anticonceptivo para palomas «que reduce la población en un 80% en cuatro o cinco años» y que es inocuo y reversible, o sea, si dejan de ingerirlo, vuelven a normalizar sus puestas. Y en último lugar, propone el colectivo «medidas disuasorias como los dispositivos acústicos o el empleo de aves de cetrería, que se ha revelado muy efectivo».
Esto último lo han puesto en práctica varios municipios extremeños, uno de ellos Don Benito desde el pasado otoño. Contratada por el Consistorio, la empresa Falcón Extremadura empleó azores y águilas Harris, especies de vuelo bajo, para espacios más cerrados, y halcones para los más abiertos. «Las palomas –explicó a HOY en octubre Manuel Sánchez, representante de la empresa– se instalan en los municipios porque en ellos no hay depredadores, y lo que hacemos nosotros es meter depredadores entre las aves, lo que propicia que muchas intenten huir y otras busquen otro sitio».
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«Un asunto preocupante»
En Badajoz, el Ayuntamiento atendió «las continuas quejas vecinales», en palabras de la concejala de Sanidad, y contrató con la empresa granadina Athinsa la instalación de jaulas en lugares escogidos, como el pabellón y la residencia de La Granadilla, el Palacio Municipal o el edificio de Recursos Humanos. Así se logró capturar a una media de hasta sesenta palomas a la semana. Coria también ha usado el sistema de jaulas. Su ayuntamiento pagó a la empresa Rentokil, que con ese método consiguió apresar unos trescientos ejemplares en menos de medio año.
También ha tenido jaulas para palomas Cáceres, que lleva años luchando contra este problema que sufren de modo particular quienes tienen negocios con terraza en la Ciudad Monumental, aunque estas aves están también en barrios distantes, como El Rodeo, El Perú o Los Fratres. Su alcalde, el popular Rafael Mateos, admitió que la proliferación de la especie era «un asunto que preocupa a los ciudadanos, a los hosteleros y también por los daños sobre el patrimonio».
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