¿Qué ha pasado este sábado, 6 de diciembre, en Extremadura?
Mujeres y hombres patrullan y luego recogen sus aceitunas

Navalvillar, el pueblo que obliga a devolver lo robado

De la mañana a la noche, los peleños se organizan para patear 4.000 hectáreas de olivar ayudados por seguridad privada y Guardia Civil

Celestino J. Vinagre

Viernes, 15 de enero 2016, 00:29

«Claro que hay miedo pero, ¿nos quedamos cruzados de brazos?, ¿no hacemos nada cuándo nos están robando nuestro pan». Rosa lo tiene claro. Magdalena asiente. Eugenia resopla pero también lanza un guiño cómplice apoyando el discurso. Las tres mujeres rondarán los 40 años. Minutos después se incorpora a la conversación José, de 80 años. En realidad, todos en Navalvillar de Pela (4.700 vecinos, a medio camino entre las Vegas Altas del Guadiana y La Siberia), piensan lo mismo que ellos.

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Si no fuera así no se explicaría que, cada día, cerca de 150 vecinos se repartan en grupos de tres a cinco personas para patearse, desde las primeras luces del día hasta la madrugada, la infinidad de caminos rurales que tiene ese pueblo donde aún queda bastante aceituna que coger. Y este año hay buena cosecha y los precios son atractivos. Son los motivos que explican la oleada de robos que se están produciendo en esta campaña en Extremadura.

Ayer por la mañana HOY fue testigo de uno de ellos y de cómo se desbarataba. Cerca de la vecina localidad de Acedera, aunque en el término de Navalvillar, Magdalena detectó a eso de las diez y media una furgoneta blanca que le pareció sospechosa. Era una Ford Transit con matrícula de Jaén. Contenía aceituna robada. Unos diez sacos y algo más de cien kilos. Era lo que les había dado tiempo completar a una familia rumana residente en Almendralejo, según la documentación que les pidió la Benemérita. Cuatro miembros: los padres y dos hijos.

Magdalena activó el protocolo habitual cuando se intuye que alguien está robando. «Aquí no somos héroes ni lo pretendemos. Cuando vemos algo así llamamos a la Guardia Civil o al servicio de guardería, no hacemos ninguna tontería, aunque la gente está muy excitada y muy cansada de tanto robo», comenta Antonio Masa, presidente de una plataforma contra las robos en Pela que ha ido ganando adeptos en la medida que desaparecían toneladas de aceitunas de los campos.

Escoltados, delante por el coche del servicio de guardería y detrás por el de la Guardia Civil, la furgoneta blanca fue llevada a la cooperativa de San Isidro. Allí es donde se deposita la aceituna robada, se toman los datos de los presuntos ladrones y, después, se les pone en libertad. Normalmente hay denuncia por parte del dueño de la parcela afectada por la sustracción y el asunto pasa entonces al juzgado.

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4.000 hectáreas

En Pela han dicho que no están dispuestos a perder un solo kilo más de lo que es el producto básico de muchas de sus economías domésticas. Han organizado patrullas ciudadanas para intentar espantar a los ladrones y, en caso de detectarlos, llamar a los cuatro guardas que han contratado las dos cooperativas y a la Guardia Civil, que también ha aumentado sus efectivos. El lunes se produjo un grave incidente con unos ladrones que fueron conducidos a devolver lo robado a San Isidro. Uno de ellos huyó con una furgoneta y arrolló a varios agricultores.

Esas patrullas forman parte del paisaje peleño desde hace dos meses pero hasta ahora no han tenido tan alto grado de protagonismo. A finales de noviembre se pusieron en marcha solo con hombres. Pero, lejos de amainar el temporal de hurtos, se agrandó. Se colmó la gota de la paciencia y, desde la semana pasada, mujeres, jubilados y, a veces, niños se han sumado a la labor de vigilar las casi 4.000 hectáreas de las 25.000 que tiene su término municipal. Arrancan su tarea sobre las nueve y media de la mañana y finaliza a última hora de la tarde. La noche sigue siendo espacio de control para los hombres adultos.

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Una tarea mayúscula, gigantesca, casi imposible de ser exitosa. «Pero lo cierto es que todos los días cogemos a uno o dos grupos que vienen a robar. Ya lo habéis visto», dicen al equipo del diario HOY un pequeño grupo de agricultores arremolinados en las instalaciones de la cooperativa.

El masivo apoyo ciudadano a la idea de grupos de voluntarios vigilando el campo era algo impensable hace dos meses. «Lloré el primer día que se pusieron en marcha las patrullas porque fuimos cuatro. Pero salimos por la noche. Y lloré aún más la segunda noche que nos fuimos a vigilar porque la respuesta de la gente fue la misma. Cuatro gatos. Ahora no. Hay voluntarios para patrullar que ni siquiera tienen olivares y sus oficios son otros», sentencia Rosa. Navalvillar de Pela se ha convertido en una especie de Fuente Obejuna contra los robos en el campo. «El nivel de solidaridad es increíble. Es un pueblo unido», resume su alcalde, Francisco Javier Fernández.

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«Que las administraciones se coordinen y que actúen contra este problema. Una con la seguridad, otra con las inspecciones a los puestos de compraventa», clama David Arroyo, gerente de San Isidro. «En esos puestos radican gran parte del problema. Compran aceituna robada. También hay que controlar a los agricultores sinvergüenzas que blanquean aceituna robada», agrega el presidente de la plataforma.

San Antón, el patrón de Pela, y su populosa Encamisá llegan este fin de semana. Pero la fiesta no impedirá la vigilancia. «Aquí no vamos a dejar de patrullar hasta finales de febrero, cuando se recoja la última aceituna», avanzan los vecinos.

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