Rebeka Masarova, del tenis a una clínica de neurorrehabilitación

Con todo el tenis mundial suspendido sin una solución al coronavirus que permita continuar con la competición, son varios los jugadores y jugadoras que se han volcado para ayudar a los afectados por esta pandemia. Es el caso de Rebeka Masarova (Basilea, 1999), campeona de Roland Garros júnior en 2016 y finalista del Abierto de Australia en 2017 en la misma categoría.

Residente en Basilea, donde nació, y de padre eslovaco y madre española, Masarova compite bajo la bandera de España desde 2018. Su trayectoria se ha visto ralentizada por las lesiones que sufrió en 2018 (ligamento de la rodilla) y 2019 (pie), pero, aprovechando la cuarentena en la que está sumida Suiza, ha decidido cambiar la pista de tenis por una clínica de neurorrehabilitación.

«Hasta julio los tenistas no podemos jugar, así que me puse a buscar diferentes trabajos. Cualquier cosa, en un supermercado o así, pero también pensé que podría aprovechar y hacer algo que me interesase, porque ahora tengo tiempo. Mandé un email a esta clínica, que conocía por mi hermana que había trabajado ahí ya. Yo no tengo ningún título de enfermería, así que pregunté si podía ayudar a los enfermeros o lo que fuera», cuenta la jugadora en llamada telefónica.

Esta vocación por la medicina le viene de familia. Su padre es médico, su madre enfermera y su hermana está terminando los estudios de medicina. Ella, sin embargo, desde pequeñita decidió empuñar una raqueta cuando vio por la tele al ídolo local Roger Federer ganar su primer Wimbledon en 2003. La excepción dentro de la familia, aunque el tenis ahora le haya dado un receso para meter la cabeza en la carrera familiar.

«A la clínica voy tres días a la semana. Trato a pacientes que necesitan cuidados especiales, algunos pueden caminar, otros no. Les ayudo comer, a salir de la cama, a montarse en la silla de ruedas, ir con la silla al baño, les mido la temperatura, compruebo qué necesitan... Como no pueden tener visitas por el virus, algunos necesitan también compañía o simplemente hablar», dice Masarova, que cree que sacará muchas cosas positivas de esta situación.

«Hay cosas que sí chocan, pero yo lo veo como una experiencia enriquecedora, porque a mí me gusta poder hablar con los pacientes. Tengo bastante contacto con ellos, me cuentan cosas. Ver las historias que han vivido. Me gusta estar ahí y poder conocer gente nueva, en vez de siempre tenis, tenis y más tenis», relata.

El factor económico también es importante, ya que solo unos pocos jugadores del circuito pueden subsistir sin ingresos durante varios meses. Se calcula que solo los 150 primeros del ranking pueden vivir completamente del tenis, mientras que muchos apenas llegan para sufragar gastos.

«Siempre he querido probar algo así, porque con el tenis estás una semana en un sitio y otra en otro o todo el día entrenando. Los tenistas que están muy arriba pueden vivir de los torneos, pero muchos, incluso entre el top 200, no pueden vivir un par de meses sin hacer nada», asegura.

Sin una fecha clara para el regreso -se ha fijado el 13 de julio, pero es un escenario mucho más que optimista-, Masarova seguirá compaginando la preparación física con la clínica, mientras el confinamiento va siendo cada vez más suave en Suiza.

«Creo que está siendo mejor que en España para los ciudadanos. Podemos salir a la calle aún, acaban de anunciar hace un par de días que van a abrir ciertas tiendas, como peluquerías y poco a poco se va normalizando la situación. Nunca hemos estado confinados, que solo pudiéramos salir a la calle solo a comprar», añade Masarova, que cuenta los días que quedan para que el tenis vuelva logrando una de las victorias más importantes de su vida, ayudar a la gente.