Campeón del Mundo en 20 y 35 kilómetros marcha
Segundo baño de oro de Álvaro Martín en el MundialEl atleta llerenense firma un doblete histórico al vencer este jueves en los 35 kilómetros marcha, con récord nacional incluido
Parecía una quimera, una locura inalcanzable, pero si algo ha demostrado Álvaro Martín es que con él todo es posible. Tras imponerse en los 20 kilómetros el pasado sábado, se podía pensar que el desgaste o cierta relajación por el éxito alcanzado podrían condicionarlo, pero no iba ni mucho menos de comparsa a los 35 kilómetros ni a cubrir expediente para tratar de hacer simplemente un buen papel. Tenía entre ceja y ceja darse un segundo baño de oro para la marcha española.
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En las horas previas confesaba a este diario que sentía que físicamente lo tenía a su alcance. Y no iba de farol. Con otra exhibición, el extremeño se volvió a subir a lo más alto del podio para firmar un doblete en el Mundial de Budapest. Además, lo hizo con un tiempo estratosférico, 2:24:30, que supone su mejor marca personal y récord de España. Es el primer atleta de nuestro país que logra dos medallas en el mismo Mundial.
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El miércoles comentaba que su estrategia diferiría poco de aquella que le encumbró el pasado sábado en los 20 kilómetros marcha y así fue. Álvaro Martín ejerció de metrónomo, se centró en analizar sus fuerzas y establecer su ritmo en función de lo que su cuerpo le fuera dictando, sin perder de vista unas condiciones meteorológicas donde primaban el calor y la humedad, un contexto para el que ya se preparó concienzudamente cuando afrontó la cita mundialista de Doha y los Juegos de Tokio. El llerenense controlaba e iba trazando su carrera y dejando que sus rivales por el podio se fueran cargando de penalizaciones, mientras él, con una cadencia y técnica absolutamente exquisita, seguía quemando kilómetros.
Se escaparon unos quince atletas en los primeros compases, con Miguel Ángel López, campeón europeo, entre ellos y, por supuesto, con el extremeño agazapado, firme, pero sin desvelar sus cartas. El grupo se fue escindiendo y dejando atrás al pelotón perseguidor, al que le iban metiendo segundos en los pasos de cada kilómetro
El francés Aurélien Quinion se lanzó al ataque en solitario en el kilómetro 15 y consiguió abrir una brecha de más de medio minuto. Esos cambios de ritmo ejercieron de criba y la mitad de los aspirantes se fueron rezagando y quedándose fuera de la lucha. Ahí resistían Álvaro Martín y otro de los contrincantes peligrosos, el italiano Massimo Stano, campeón del mundo.
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Quinion se puso al frente y parecía que ostentaba la batuta con cierta autoridad, pero fue un espejismo, casi un holograma, porque su tarjeta de penalizaciones se plagó de avisos y su arriesgada apuesta le salió cara viéndose obligado a abandonar la cabeza y parar tres minutos, lo cual aprovechó el atleta extremeño, que hasta ese momento lo acechaba a 22 segundos. Recogió con vigor el relevo y aceleró su paso bajando sus tiempos por cotas inferiores de los cuatro minutos. Pero apareció la alargada y persistente sombra del ecuatoriano Brian Pintado, que en el tramo final le pisaba los talones exigiendo al límite a Álvaro, que guardaba en el depósito una dosis nimia de combustible que dosificaba para el momento decisivo. El llerenense contemporizó y recuperó marcas terrenales para guardarse algo de fuelle.
A algo más de un kilómetro para finalizar la carrera, el atleta del Capex tiró de reserva, apretó los dientes y lanzó su ataque definitivo. Era su última baza. Ahí Pintado claudicó, incapaz de igualar esos registros, vacío ya tras el titánico esfuerzo y con el yugo de dos avisos de los jueces que lo podrían haber apeado del podio. Ya no se le podía escapar a Álvaro Martín, que acariciaba su segundo oro merced a los cuatro segundos que le separaban del centroamericano.
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El extremeño se hizo inmortal accediendo a la plaza de los Héroes de Budapest, esculpiendo su leyenda entre las figuras de los fundadores de la nación magiar que decoran aquel escenario de excepción. En los últimos metros giró el cuello buscando la referencia visual de Pintado, resopló y cerró el puño, la victoria es suya. Se quitó la gorra, la lanzó y levantó el brazo antes de desprecintar la meta y arrodillarse derrengado después de multiplicar su éxito con otra presea dorada que eterniza su gesta. Pró
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