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Cumbre de López Simón y gran faena de Talavante en San Sebastián de los Reyes

JAVIER LÓPEZ

Domingo, 30 de agosto 2015, 13:20

Llegaban las figuras a San Sebastián de los Reyes, y lo hicieron con la sustitución de última hora de Manzanares por Talavante, cambio que no se notó en la taquilla, pues la gente respondió llenando la plaza en más de sus tres cuartos.

FICHA DEL FESTEJO

  • uToros. Astados de Victoriano del Río, desiguales en presentación y juego.

  • uToreros. Morante de la Puebla, ovación y oreja tras aviso. Alejandro Talavante, silencio y dos orejas. Alberto López Simón, oreja tras aviso y dos orejas tras aviso.

  • uPlaza. El coso registró más de tres cuartos de entrada.

El reclamo de Morante suele funcionar casi siempre, Talavante está en un momento cumbre de su carrera y el joven López Simón se hizo un hueco en el cartel gracias a la inmensa temporada que está protagonizando, sin duda, la gran revelación de este 2015.

En su primero ya brilló López Simón en un ramillete de mecidos lances a la verónica a pies juntos. Pero lo mejor llegaría con la franela, donde se le vio muy suficiente, toreando con suma majestuosidad, quieto como un poste y relajado para compactar tandas por el derecho de mucha verticalidad y ajuste. Lástima que el toro se acabara rajando, algo que no le importó al torero, que se encerró con él en tablas, donde le pegó un magnífico circular invertido. Los dos descabellos que precedieron a la estocada final le privaron de pasear el doble trofeo, dejando el premio en singular.

El sexto fue un oponente de lo más complicado, toro que se venía cruzado en los capotes, hizo hilo en banderillas y desarrolló notables asperezas en la muleta de un López Simón que, a base de firmeza logró imponerse a la situación.

No era nada fácil conseguirlo, pero el de Barajas, que atraviesa un momento de tremenda clarividencia, estuvo magistral, tanto que hasta un espontáneo se arrancó a cantarle desde el tendido fruto de la emoción que logró transmitir. Las dos orejas fueron incontestables.

El otro gran triunfador de la tarde fue Talavante, y eso que su primera faena fue un visto y no visto, al quedarse pronto sin toro. Pero en el quinto cambió el panorama. Brilló el extremeño tanto en las verónicas del recibo como en un quite por chicuelinas. Hubo brindis al público, antesala de lo que podría ser algo grande. Una faena en la que alternó naturalidad con fantasía. Lo hizo todo despacio, con mucho gusto, en tandas inmaculadas y rotundas.

Qué bien toreó Talavante también al natural, con la hondura, el temple y la parsimonia como ingredientes principales. Manoletinas finales, estocada al primer envite y dos orejas sin discusión.

La gente tenía ganas de ver a Morante, lo que se demostró en los olés que despertaron las verónicas en el recibo a su primero. Un quite por delantales dio paso a una faena de muleta aseada, en la que se le vio fácil ante un animal noble, con el que el de La Puebla alternó bellos pasajes sueltos con otros atropellados, lo que propició que aquello no tuviera la continuidad.

El cuarto fue un astado manso, con el que Morante hizo un gran esfuerzo en la muleta, obrando el milagro de hacerle embestir y acabar toreándolo de forma exquisita, llevándolo siempre muy tapado y evocando, por momentos, una tauromaquia de otra época, sobre todo en unos enrazados ayudados por alto tras un momento de apuro.

No fue una faena redonda, pero sí de mucho compromiso, por eso tras agarrar un espadazo al segundo intento logró una meritoria oreja.

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