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¿Oponerse o apoyar la mina de litio en Cáceres?

Al final cada sociedad está donde le corresponde (aunque siempre se culpa a «otros») por su incapacidad manifiesta de tomar las decisiones más acordes con sus necesidades. Pronunciarse sobre algo sin los estudios previos es, además de un atrevimiento, un desatino. ¿Alguien pasaría por un quirófano sin una información detallada por parte de los facultativos? Pues eso mismo

Julián Mora Aliseda

Viernes, 9 de febrero 2018, 00:21

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Desde hace un tiempo las noticias sobre la posible (aún no está nada decidido) explotación del yacimiento minero de Valdeflórez (Cáceres), en la sierra de la Mosca, que hace unas décadas mantuvo actividades relacionadas con la obtención de estaño y, como subproducto, también litio, debido a su configuración geológica, viene siendo objeto de discrepancia y polémica.

Esta posibilidad ha generado en algunos colectivos sociales movimientos en contra de la reapertura de la citada mina para la extracción específica de litio, por los efectos nocivos que pudiera generar. Y en este mismo sentido se han sumado varios partidos políticos. No obstante, otras personalidades relevantes como D. Marcelo Muriel, por sus actividades y generación de empleo, o el profesor doctor en ingeniería ambiental, D. Santiago Hernández, han pedido una reflexión serena y fundamentada.

Yo no voy a entrar a considerar si la explotación del litio es buena o mala para Cáceres, lo que sí adelanto, a tenor de la realidad socio-demográfica, con 9.500 desempleados (21% de la población activa) y una corriente migratoria de su población más joven, con las implicaciones que también ello conlleva, que en esta ciudad necesitamos compatibilizar el Desarrollo Socio-Económico con la Conservación Ambiental, como apuesta sensata para el futuro.

Por ello, rogaría a todos que, antes de manifestarse frente a determinadas propuestas sería conveniente, además de inteligente, que esperasen a los resultados de los Estudios de Impacto Ambiental (EIA), que son la herramienta legal y técnica para discernir sobre la viabilidad o rechazo de un proyecto, porque en ellos se exponen los diagnósticos precisos.

Tener unos estándares de vida con calidad y acceso a los bienes y servicios, garantizando la igualdad de oportunidades es el desafío de las sociedades desarrolladas y el uso racional de los recursos es la clave para conseguirlo. Se ha avanzado mucho tecnológicamente para comunicarnos y para desplazarnos, para producir más con menos extensión superficial, queremos contaminar menos en global y para ello hay que cambiar algunos parámetros en el sistema energético, pasando de las fuentes fósiles a las renovables y eso implica explotar otros tipos de minerales que permitan almacenar esa energía no contaminante, como es el caso.

Cierto es que las explotaciones de esos minerales conllevan impactos (ninguna actividad humana es inocua) en el lugar de su extracción, pero habrá que analizar si las medidas correctoras son suficientes para mitigar los efectos negativos y potenciar los positivos. Sólo tras haber evaluado concienzudamente las ventajas y constreñimientos podremos tener elementos para decidir a qué lado se debe inclinar la balanza.

Por poner un ejemplo, muy extremeño, cabe decir que en estos momentos mucha gente se opondría a la construcción de embalses, sin entrar a valorar sus impactos positivos o negativos sobre la producción hidroeléctrica, aumento del regadío (lugar también de alimentación de especies avifaunísticas), consumo urbano, etc. Pero paradójicamente, en esta región, que es la que cuenta en el mundo con mayor número de grandes presas (construidas por imposición de la Dictadura franquista), hoy día los propios movimientos ecologistas defienden con furor esas inmensas láminas de agua, porque suponen (al margen del desarrollo económico río abajo) también un reservorio de biodiversidad. Tanto es así, que el embalse de Orellana, sobre el río Guadiana, ha sido calificado por la Unesco como zona RAMSAR (humedal de gran valor ambiental) y, paradójicamente, en el embalse de Valdecañas, río Tajo, un cerro-isla se ha declarado zona protegida, con la amenaza de demolición de una urbanización turística.

Lo citado forma parte de las contradicciones en las que incurren determinados discursos que arrastran a mucha gente bienintencionada sin que antes se hayan realizado los Estudios de Impacto Ambiental (EIA), tan necesarios como obligatorios por parte de las administraciones y empresas. Al final cada sociedad está donde le corresponde (aunque siempre se culpa a «otros») por su incapacidad manifiesta de tomar las decisiones más acordes con sus necesidades. Pronunciarse sobre algo sin los estudios previos es, además de un atrevimiento, un desatino. ¿Alguien pasaría por un quirófano sin una información detallada por parte de los facultativos? Pues eso mismo.

Los datos y su análisis riguroso, como el caso de los informes territoriales por su perspectiva integral (territorio, economía, sociedad, demografía, etc) , están para argumentar nuestros razonamientos y decidir sobre la opción más adecuada en cada momento.

Consiguientemente, nunca me manifestaré a favor ni en contra sin antes haber analizado y verificado la información administrativa y técnica pertinente, es así como avanzan las sociedades para buscar el equilibrio entre la necesaria protección ambiental y el desarrollo socioeconómico de las comunidades asentadas en los territorios.

Sería más que conveniente sentar a todas las partes para que, con la transparencia y objetividad requerida, se debatiera esta cuestión.

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