Las fotografías de Cáceres de 1917 del hijo dandi del pintor Sorolla
En enero de 1917 el pintor Joaquín Sorolla visitó Extremadura, buscando ideas para pintar un gran cuadro encargado por la Hispanic Society of América de Nueva York. Le acompañó su único hijo, un dandi que en Londres había tenido un accidente de moto y también contrajo la sífilis.
SERGIO LORENZO
Domingo, 1 de mayo 2022, 08:19
Cuando Salvador Guinea ve una buena fotografía la alegría le desborda y le hacen chiribitas los ojos.
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–Mira esta foto –me dijo una tarde ... en la Redacción, enseñándome en su ordenador una de unas aguadoras en Fuente Concejo–. Lo que me hace gracia es que están posando unas mujeres con los cántaros, y aparece un gracioso niño con boina que está pasando por la parte superior del muro, haciendo equilibrios como si nada, y si se cae se mata.
–Sí. Es buena. ¿Quién la hizo y cuándo? Parece muy antigua.
–Es de 1917 y la hizo el hijo del pintor Joaquín Sorolla, que se llamaba igual aunque el segundo apellido del hijo es García y el de padre Bastida.
–¿Cuántas fotos hizo de Cáceres?
–Ana me ha pasado doce. Está investigando sobre el enorme cuadro que hizo Sorolla sobre Extremadura. Resulta que la Hispanic Society of América de Nueva York, le encargó cuadros de las regiones de España, y él hizo 14 enormes lienzos, que pintó en cada lugar después de minuciosos estudios y bocetos. Viajó por toda España de 1912 a 1919, y fue tal el esfuerzo que hizo, que al terminar su encargo sufrió un ataque de hemiplejia en 1920 y se murió a los tres años.
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–Bueno, ¿y qué pinta el hijo en todo esto?
–Bueno, pues que le acompañó a preparar el cuadro de Extremadura. El padre usaba mucho la fotografía para inspirarse, el hijo era fotógrafo y le acompañó. Estuvieron en Mérida, en Cáceres y en Plasencia, y al final el pintor decidió hacer su gran lienzo de Extremadura en el mercado de Plasencia.
Guinea me enseñó las doce fotografías de Cáceres que tenía, en donde abundaban las mujeres con cántaros de agua. Tres fotografías estaban hechas en Fuente Concejo, una en el Arco del Cristo, la Cuesta del Maestre también salía. Había fotos de las Plazas de Santa María, de San Jorge y San Mateo, llamando la atención el mal estado del empedrado del suelo. Había dos que no sabíamos dónde eran. El fotógrafo Armando localizó una de ellas, «estas dos mujeres vienen de la calle Miralrío y suben por la calle Consolación». Tenía razón. No pudimos identificar el lugar de la otra foto, en la que aparece una muchacha con cántaro y una cesta.
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A las ocho de la tarde, cuando terminamos el trabajo, quedamos con Ana, que en la Feria del Libro le había comprado al novio, por 10 euros, el libro 'Extremadura en la mirada de Sorolla», que se hizo por una exposición en el Museo de Cáceres.
–El hijo de Sorolla era especial –contó Ana mientras paseábamos por la Ciudad Monumental, haciendo Guinea fotos de los mismos lugares que Sorolla hijo–. Era un dandi. Igual que sus dos hermanas estudió en la Institución Libre de Enseñanza, y con 18 años, en 1910, se fue a estudiar Ingeniería a Londres, que no terminó. Tuvo un accidente de moto.
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–¿Un accidente de moto en esa época? –le preguntó extrañado Guinea.
–Sí. No fue grave, pero se descubrió que tenía sífilis y el tratamiento fue duro. En 1914, con 22 años, dejó su aventura londinense y volvió a España. Me imagino que su padre intentaría hacerle entrar en vereda, y se lo llevó a sus viajes por España para hacer los grandes lienzos.
–¿Y cuándo estuvieron en Extremadura? –pregunté a Ana.
–En el libro lo cuenta Roberto Díaz Pena. Padre e hijo fueron el domingo 7 de enero de 1917, de Sevilla a Mérida, en donde el hijo solo hizo una foto del Hornito de Santa Eulalia. Llegaron por la mañana, visitaron el Teatro Romano y se fueron a Cáceres en donde durmieron. Aquí lo pone –dijo señalando una página–. En Cáceres les atendió el director del Instituto de Cáceres, Manuel Castillo Quijada (Madrid, 1869 – México, 1964), que fue cofundador de la Revista de Extremadura. Los tres debieron recorrer Cáceres el 8 de enero por la mañana y los tres tomaron el tren para Plasencia, para ver el día 9 el mercado del martes. Ese día escribe a su mujer Clotilde: «Hicimos el viaje en automóvil desde Sevilla, vimos Mérida: el teatro romano es una cosa interesantísima y muy hermosa. La ciudad nada de particular. De allí fuimos a Cáceres que es muy hermoso de monumentos del siglo XV, dormimos allí y por la mañana a las 12 tomamos el tren para venir a este pueblo. Este es menos importante que Cáceres, pero es más amable, más íntimo, solo que enormemente húmedo; pero como quería conocer a las gentes de Montehermoso, aquí las he visto esta mañana y son en extremo curiosos ellas y ellos. Solo bajan los martes y esta mañana he andado de firme. Como la temperatura no es la propicia para andar por estas tierras (donde se da el naranjo en abundancia), he decidido regresar mañana a Madrid». Sorolla tenía obsesión por buscar la esencia de España, y estaba ilusionado con Extremadura por ser la tierra que tanto hizo en América, y con la gente de Montehermoso. Decía que era fatigoso buscar lo genuino de España, según él «porque la civilización borra todo lo bello, todo lo encantador». ¡Y lo dijo en 1917, cuando nada se sabía de globalización, ni de internet con sus tonterías de TikTok!
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