Caso abierto en la Policía Local de Cáceres
La hipótesis de que el arma la sustrajese alguien de dentro revela que la reorganización propuesta por Benedicto Cacho no será sencilla
cáceres. Arial 12. Fue el tipo de letra y el cuerpo que se utilizó. Un antiguo jefe de la Policía Local, consciente de los problemas internos que se vivían en la plantilla, pasó un documento de texto entre los agentes. «Decidme qué pensáis, qué proponéis para mejorar en el trabajo y si hace falta ponedme a parir, pero dadme respuestas, sin escribir vuestro nombre si no queréis», les vino a decir.
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El ejemplo se pierde en el tiempo y da idea de las peculiaridades de la plantilla de funcionarios más amplia entre todos los del Ayuntamiento de Cáceres. Más de 140 profesionales, con su singularidad, sus familias internas y divisiones y con carencias históricas que han tenido reflejo en vehículos que no pasaban la ITV, armas que no cumplían la normativa y hasta un contrato público para contar con motos eléctricas que se cerró con la adquisición de vehículos diferentes.
El robo de la pistola pone en primer plano los líos internos en un cuerpo singular
La última noticia de relieve en la Policía Local ha sido otra. El pasado 28 de febrero, HOY informó del robo de la pistola y la caja fuerte del jefe de la Policía Local en su propio despacho. Cuando se van a cumplir dos semanas, el arma de Benedicto Cacho sigue sin aparecer y la investigación de la Policía Nacional continúa. «¿En manos de quién está la seguridad de Cáceres?», se preguntó al conocer lo ocurrido, Ildefonso Calvo, concejal de CáceresTú. La hipótesis, no descartada, de que la pistola hubiese sido sustraída por alguien de dentro revela la particularidad de un cuerpo en el que los conflictos internos han estado a la orden del día. También pone las miradas en la figura del nuevo jefe.
Sindicatos y oposición han vuelto a recordar que las armas de los agentes no cuentan siquiera con armero
Benedicto Cacho, de 42 años, está considerado uno de los agentes mejor formados. Es graduado en Derecho, tiene experiencia desde 2004 y se integró en la Policía municipal cacereña en 2005. Fue el aspirante que obtuvo la nota más alta en las oposiciones convocadas a inspector en 2017. Se presentaron 40. Tomó posesión como máximo responsable el pasado 19 de enero al ser el agente de mayor rango.
El acto oficial se celebró el 1 de febrero. Cacho anunció su voluntad de «modernizar» la Policía y reorganizarla. Menos de un mes después de expresar en voz alta sus planes alguien hizo desaparecer su pistola. Una forma de poner en entredicho tanto la custodia del arma como el papel del propio Cacho y sus planes. También las limitaciones de medios en la jefatura. Como han recordado en los últimos días desde el sindicato CSIF, más de un centenar de armas se guardan en las taquillas personales, ya que el Consistorio no ha tramitado la instalación de un armero que garantice la seguridad. Es cuestión de semanas, responden desde el Ejecutivo local.
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Ese asunto salió en la última comisión municipal de Régimen Interior. La oposición se interesó por el mismo. El concejal de Policía ha debido dar explicaciones después de que se le haya recordado que la Ley regional de Coordinación de Policías Locales de Extremadura atribuye a los propios ayuntamientos la responsabilidad en la adecuada custodia del armamento. Rafael Mateos ha apuntado que, precisamente, la ausencia de Cacho tuvo que ver con su viaje a Madrid, a Sicur, el salón internacional de seguridad. El nuevo jefe de Policía había acudido allí para «pedir presupuesto» sobre un armero y el nuevo sistema de acceso al cuartelillo mediante tarjetas.
Son dos de las medidas planteadas como mejora tras el incidente del robo. La desaparición del arma y la caja fuerte se unió a la s de munición y cargador. El autor o autores entraron sin forzar la cerradura del despacho de Benedicto Cacho, que ya ha declarado. Ello sugiere que se movieron con absoluta familiaridad por la estancia policial. La frase más repetida en los últimos días ha sido un tópico muy cierto: «Las investigaciones siguen abiertas». Lo que se esperaba que fuese una resolución 'limpia' y rápida del caso con el visionado de las imágenes grabadas por las cámaras, apenas ha dejado rastro de avances. El único, la aparición en un descampado cercano al centro comercial Aki de la caja fuerte. Se localizó después de que una persona llamase a la Policía Local para informar de que un hombre estaba dando golpes a un objeto. Los dos agentes que la vieron, la encontraron abierta y sin el arma. Sigue sin aparecer.
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No se avanzan datos ni cambios. No se descarta nada. Tampoco que la pistola ahora esté en manos distintas de quien la robó. En la Subdelegación del Gobierno señalan no tener constancia de ello. En la plantilla de la Policía Local, por su parte, se disparan los comentarios, aunque más de puertas adentro que hacia fuera. Personas cercanas a Benedicto Cacho lo describen estos días como «preocupado» y «sin querer hablar del asunto». Pese a ello, ha tenido varias comparecencias públicas junto a miembros del equipo de Gobierno. La última ayer, en la jura de bandera. Se muestra tranquilo. Eso sí, no hace declaraciones al estar abierta la investigación.
«Que el autor debe haber sido alguien de dentro ofrece pocas dudas», comenta un agente que prefiere no identificarse. De las divisiones internas pueden hablar los profesionales, y los tres últimos jefes. Alrededor de sus figuras se han alimentado egos y discrepancias, algo lógico en un colectivo grande.
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El caso de la quincena de expedientes abiertos en 2016, entre ellos a policías que se encontraban uniformados a medianoche en un bar de la Madrila, revela esa conflicitividad. Aludían a «comportamiento chulesco» de agentes, negativas a trabajar en ferias e incumplimientos varios. Esos expedientes finalmente fueron archivados. Se cumplió así el vaticinio que habían hecho los sindicatos. Nada se podría probar.
Desde el Ayuntamiento se reconocieron «conductas reprobables» en determinados agentes. «No voy a permitir que la conducta de un reducido grupo manche el nombre del resto de compañeros y de la Policía Local», llegó a afirmar el concejal de área. Era julio de 2016. Justo un año antes, los sindicatos denunciaron la «explotación laboral» a los policías por obligarles a trabajar hasta 13 días consecutivos, doblar servicios en menos de 24 horas y suspender sus libranzas por una prueba deportiva. El malestar de la plantilla quedó claro con un centenar de firmas.
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Resolución «rápida»
Ángel Carvajal, máximo responsable entonces, no ha querido hacer valoraciones, ni recordar aquellos expedientes abiertos. Mucho menos pronunciarse sobre el lance protagonizado de forma involuntaria por su sucesor. «Es un asunto desagradable. Quiero ser respetuoso y cauto y dejar que transcurra la investigación», se limita a comentar. Confía en que haya una resolución «rápida», que beneficiará la buena imagen del cuerpo y a los propios ciudadanos, añade.
Cuando vamos camino de las dos semanas desde la desaparición de la pistola, el caso de la Policía Local sigue abierto. Y con él, también, muchas batallas internas que parecen consustanciales al colectivo casi de manera histórica. Agentes desmotivados, una plantilla corta y envejecida, según los sindicatos, y menos medios de los aconsejables (incluidas las motos eléctricas y el armero) forman parte del día a día.
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La otra cara, recuerda el concejal de Seguridad, son las mejoras de los últimos años como las nuevas armas adquiridas, la renovación de la flota de vehículos o la compra de chalecos antibala.
Sin embargo, si hoy se volviese a preguntar en Arial 12 a los agentes como la última vez, algunas respuestas obtenidas, desde el anonimato, podrían ser demoledoras. Serían una explicación en sí mismas de cómo se puede robar la pistola del jefe de la Policía Local como si tal cosa y que aún no haya no solo detenidos sino ni siquiera sospechosos, como recuerda otro agente. Un caso abierto por todas partes pero sobre todo muy adentro.
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