José Antonio Jiménez 'Epi': «El bombero que diga que nunca ha sufrido estrés postraumático miente»
Ha salvado a cientos de personas y ha visto morir a algunas, una experiencia vital de la que ahora se jubila con la satisfacción de haberse sentido útil
José Antonio Jiménez González, alias 'Epi', es uno de esos personajes que resultan imprescindibles para la ciudad en la que vive. Tiene 61 años, y ... tres cuartas partes de su vida las ha dedicado al rescate, primero como voluntario y más tarde como bombero, una profesión de la que se jubila tras ser parte activa en servicios que le han dejado huella. «Si un bombero te dice que no ha tenido estrés postraumático después de una intervención es porque miente».
–¿Qué recuerda de su infancia?
–Yo me crie en la calle Las Peñas, en lo que es hoy Eugenio Hermoso, y estudié en el colegio Nuestra Señora de Bótoa. De aquella época se me viene a la cabeza el día que murió Franco, no tuvimos clase. También me acuerdo de los bancos de madera del embarcadero, o del parque de la Legión cuando tenía un ciervo. Y más adelante, mi época como rescatador en Cruz Roja.
–¿En qué consistía?
–Cuando yo estudiaba la FP de Electrónica en el Instituto Politécnico varios compañeros creamos un grupo de rescate. Éramos voluntarios en Cruz Roja Juventud y cuando alguien caía al río nos sacaban de clase para ir a rescatarlo porque el equipo de la Guardia Civil tardaba 24 horas en venir desde Sevilla.
–¿Por qué se hizo rescatador?
–Siempre me han llamado la atención las sirenas, los vehículos de emergencia, la adrenalina que se genera cuando ayudas a la gente en situaciones complicadas... Estuvimos un año sacando ahogados del río y después me incorporé al servicio de ambulancias de Cruz Roja y me hice voluntario en los bomberos, hasta que me saqué la plaza. Debía ser el año 1987 o 1988.
–¿Ha sentido alguna vez miedo mientras actuaba?
–Cuando tú vas a una emergencia no piensas, solo actúas. Si pensaras lo que te vas a encontrar, no lo harías. O lo harías la primera vez y te quedarías psicológicamente afectado.
–¿Qué se siente cuando la persona que iba a rescatar muere?
–Tienes que quedarte con la satisfacción de haberlo hecho lo mejor posible. Siempre frustra, pero cuando se trabaja bien y en equipo tienes que quedarte con la satisfacción del trabajo bien hecho.
–¿Recuerda el primer servicio?
–Fue en el Hotel Lisboa, una familia que se quedó atrapada en el ascensor. Recuerdo que estaba comiéndome un san jacobo cuando dieron la alerta y me lo seguí comiendo en el camión camino del hotel. En esos inicios también intervine en el rescate de una pareja jovencita que se ahogó en el río, A él lo arrastró la corriente y su novia murió cuando intentaba ayudarle: me impresionó lo jóvenes que eran.
–¿Y su primera gran intervención?
–En Almacenes Arias, en Madrid, allí murieron diez compañeros. Nunca pensamos que pudiera pasar lo que ocurrió allí, porque intervenciones como esa las habíamos hecho en Badajoz. Allí colapsaron unos almacenes completos y nos sirvió para darnos cuenta de que algo parecido podría ocurrir aquí.
–Su experiencia más dura...
–Me acuerdo de un señor que tuvo un accidente en la carretera de Sevilla y yo llegue con Juan Carlos de Lima, el suboficial. Era un choque frontal y el conductor todavía vivía. Le cogí la mano para tranquilizarlo, él apretaba la mía y me decía que quería vivir por sus hijos. Yo le decía que no se preocupara, que en cuanto lo sacáramos del coche y lo llevaran al hospital se recuperaría, pero él se daba cuenta de que se estaba yendo... Yo veía que luchaba por vivir, por sus hijos: hasta que me soltó la mano.
–¿Afectan a un bombero situaciones como esta?
–Cuando actúas no piensas, pero al cabo de los días te das cuenta de que a todos los compañeros les queda una puntita psicológica. Se me viene a la cabeza también un choque entre una furgoneta y un coche: los padres murieron y los niños, que iban detrás, se salvaron. No paraban de llamar a su papá para que despertara, yo les decía que se había quedado inconsciente, pero ellos sabían lo que había pasado.
–¿Alguna vez ha sido usted quien estaba en peligro?
–Una vez lo pasé muy mal. Fue en el incendio de una vivienda en los altozanos. Me puse un equipo autónomo para entrar, pero sólo tenía reserva de oxígeno para seis o siete minutos. Pensé que me iba a dar tiempo, porque solo tenía que romper un cristal y volver, pero la cristalera estaba en alto y hubo un momento que respiré y no tenía aire. Me tumbé en el suelo, buscando ayuda, y tuve la suerte de que le toqué una bota a un compañero y me sacó. Si no es por él, me quedo allí.
–Ese día fue usted el rescatado, pero el resto de las veces ha sido el rescatador.
–Muchas veces. En esos casos ves que las personas a las que ayudas tienen los ojos desencajados, se agarran a ti con fuerza, pero no responden, no reaccionan... Muchas veces parece que los bomberos llegan tarde, pero la realidad es que hay ocasiones en las que se llama a los bomberos después de buscar ayuda en el piso de arriba, en el de abajo... Lo suyo es llamar directamente, porque si uno intenta apagar las llamas por sus propios medios es posible que se complique.
–Si no hubiese sido bombero, ¿qué habría sido?
–Policía local, me estuve preparando esas oposiciones pero al final me saqué la de bombero.
–¿Si volviese atrás en el tiempo, elegiría la misma profesión?
–No lo dudaría. Desde que me jubilé no he dejado de ir al parque un solo día.
–¿A qué se dedica ahora?
–Sigo con Protección Civil y Cruz Roja. Soy jefe de la Agrupación de Protección Civil y también colaboro con Cruz Roja.
–¿Cuentan hoy los servicios de emergencia con mejores medios?
–Cuando yo entré en los bomberos solo teníamos una especie de cinturón ancho, un mosquetón grande para colgarnos de los balcones y una cuerda de esparto. Entonces hacíamos barbaridades, los riesgos laborales no existían. Recuerdo una exhibición en la avenida de Europa, cruzábamos la avenida utilizando una cuerda gorda de cáñamo, sin línea de seguridad. Muchas veces he pensado qué habría ocurrido si esa cuerda se hubiese roto... Pero no lo pensábamos.
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