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En poca agua, poco se navega

ANÁLISIS AGRARIO ·

El regadío ocupa solo el 15% de nuestra superficie nacional de cultivo, pero de él se obtiene el 60% de la producción, el 40% si hablamos de datos mundiales

JUAN QUINTANA

Lunes, 29 de noviembre 2021, 08:40

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Me viene a la cabeza este viejo refrán, cuando veo lo que el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco) está haciendo en relación con el potente y necesario regadío español. El regadío ocupa solo el 15% de nuestra superficie nacional de cultivo, pero de él se obtiene el 60% de la producción, el 40% si hablamos de datos mundiales. Una hectárea produce seis veces más que una de secano, cuarenta veces más si hablamos de invernaderos. Además, el desarrollo del regadío ha supuesto la creación de grandes embales, balsas, canales y todo tipo de infraestructuras hidrológicas, que han contribuido de una forma directa al desarrollo de humedales, aumento de la biodiversidad, reducción de la erosión, incremento de masas vegetales leñosas y herbáceas, sumidero de carbono... En definitiva, una importante aportación para nuestro medioambiente y para reducir el impacto del cambio climático, en particular en muchas latitudes de nuestro país, donde la desertificación avanza de forma acelerada y con ello la pérdida de suelo.

Hay que recordar que el agua para riego, que supone alrededor del 70% del uso de nuestras reservas hídricas, no ha limitado en ningún momento su uso de boca, ni forzado el consumo de este recurso por debajo de los caudales ecológicos establecidos. Al contrario que otros recursos, su explotación no esquilma el planeta, porque se repone de forma natural, y el ser humano, en este caso, no lo agota, sino que permite su acumulación y reposición mediante grandes infraestructuras, para luego hacer un uso racional del mismo.

En este contexto, se han planteado unos nuevos planes hidrológicos de marcado carácter ambientalista, que pueden suponer un serio impacto en nuestros regadíos, poniendo en riesgo la continuidad de muchos de ellos, tal como denuncia la Federación Española de Comunidades de Regantes (Fenacore). De hecho desde Podemos ya se han hecho disparatadas declaraciones sobre la necesidad de reducir de forma sustancial las hectáreas de regadío en España.

Lo malo es que de las palabras se podría pasar a los hechos. En la actual propuesta de los nuevos planes hidrológicos Fenacore denuncia la supresión de las mejoras sin ejecutar, que si bien es cierto que una y otra vez eran aplazadas, al menos quedaban planteadas, recordando así que eran tareas pendientes. Esta organización estima que desde 1998 la inversión pendiente supone el 16-18% del total previsto.

En paralelo, los regantes piensan que la sostenibilidad ambiental debe ir acompañada de la sostenibilidad económica y social, por lo que cada plan hidrológico tendría que analizar de manera completa y rigurosa los efectos de los caudales ecológicos. De ahí su recomendación de actuar con prudencia en el establecimiento de los mismos. Uno de los aspectos más complejos es la revisión al alza de los caudales ecológicos, lo que de hecho podría reducir la disponibilidad real de agua por parte de los regantes.

En definitiva, dentro del contexto actual de lucha contra el cambio climático y de la necesidad de producir alimentos más económicos y sostenibles, la solución no es promover la reducción en el uso del agua, sino mejorar la eficiencia en su gestión y aumentar nuestra capacidad de retener parte de las ingentes cantidades de agua que nos provee la naturaleza y que año tras año se desaprovechan. Al fin y al cabo el agua no es un bien escaso generalizado, solo supone un problema de almacenaje y redistribución, algo que en pleno siglo XXI no parece un reto inalcanzable. Y no nos olvidemos que en poca agua, poco se navega, y la sociedad moderna y la humanidad en su conjunto, necesitan seguir con su singladura.

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