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Hotel Atrio: viaje al interior del lujo
cáceres

Hotel Atrio: viaje al interior del lujo

Televisores de Apple, sofás daneses, amenities italianas, colchones de muelles encapsulados, cuadros de Saura... Todo es delicado y exclusivo

ANTONIO J. ARMERO

Viernes, 26 de noviembre 2010, 11:27

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La suite 201 es, probablemente, la estancia más lujosa del hotel Atrio. Entra uno en ella y da pena salir. Lo más aconsejable, ante la triste evidencia de que hay que marcharse más pronto que tarde, es permanecer de pie. Y limitarse a imaginar. O mejor, a imaginarse. A uno mismo tumbado en la enorme bañera, que tiene en frente una inmensa ventana que deja ver un paisaje grandioso: en primer término, una de las fachadas laterales de la iglesia de san Mateo, y en el horizonte, la sierra de Gredos, que en breve se aparecerá nevada.

No hay ninguna otra habitación igual. Porque ni una sola de las catorce estancias (nueve habitaciones y cinco suites) del primer cinco estrellas de la Ciudad Monumental es igual a otra. Todas presentan alguna particularidad que la diferencia del resto, aunque también comparten elementos. Ahí va un resumen de la lista del lujo: televisores Apple de 27 pulgadas que también son ordenadores, camas con colchones de muelles encapsulados -«de fabricación francesa con patente norteamericana», detalla José Polo- y cuatro almohadas (dos de plumas y dos sintéticas, para los alérgicos), suelo de granito negro, calefacción radiante, aire acondicionado, sillas y sofás de fabricación danesa, grifería y lámparas basadas en diseños de Arne Jacobsen (arquitecto y diseñador danés fallecido en 1971, una referencia mundial), mecanismos eléctricos para las persianas, puerta principal que evita que se filtre el sol por el suelo, amenities (los botes de gel, champú y demás) de diseño italiano...

Tuñón y Mansilla

En el hotel Atrio, cada detalle tiene una explicación. José Polo, propietario del negocio junto a Toño Pérez, guía la visita y explica que todo es producto de los apuntes que ellos dos han ido tomando durante años de viajes por medio mundo, de su concepción de cómo debe ser el hotel ideal y del criterio de Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla, los arquitectos. «Ellos hacen algunos de los diseños más importantes que se han elaborado en España en los últimos años, y controlan hasta el más mínimo detalle», resume Polo.

Y lo que sobresale por encima de los detalles es una sensación. Si hay una palabra que defina el ambiente que genera el hotel en quien lo visita es la serenidad. Ayudan las paredes de láminas de roble lacadas en blanco, el suelo de granito negro, las escaleras de mármol impoluto, los detalles en caoba y haya, las líneas verticales blancas que trazan los pilares en oposición a las verticales negras del techo, las grades ventanas, la luz que entra por el patio.

En la planta baja están la recepción, el bar, el restaurante -entre la decoración hay un cuadro de Antonio Saura, otro de Santiago Sierra y algún regalo de los fondos de Helga de Alvear, amiga de los dueños-, el espacio para desayunar y la cocina, equipada por los catalanes García Casademont, los mismos que la montaron en El Bulli (el restaurante de Ferrán Adriá en Roses, Gerona) o en El Celler de Can Roca (en Can Sunyer, Gerona). En las dos plantas siguientes se distribuyen las habitaciones, y en la segunda están también las dos pequeñas piscinas con vistas a una parte del casco antiguo.

La imposibilidad de hacer crecer el inmueble hacia arriba -lo prohibe el Plan Especial de protección de la Ciudad Monumental-, obligó a mirar hacia abajo. Y en el sótano aparece lo que José Polo llama «la joya de la corona». Es la bodega, de planta redonda, con varios niveles de estanterías de roble y un espacio específico para las botellas más valiosas de entre las 40.000 para las que hay sitio. «No creo -afirma Polo- que haya ninguna igual en el mundo». Las botellas se están trasladando con mimo, a base de viajes y viajes en coche, de modo que en cada trayecto no se transporten más de 250.000 euros (el montante que cubre el seguro contratado para la mudanza) en vino.

Algunas de ellas empezarán a hacer otro viaje, el que va de la bodega a la habitación, a partir de la próxima semana, cuando el hotel Atrio comience, por fin, a recibir a sus primeros clientes. Gente de bolsillo ancho, capacitada para reservar, por ejemplo, la suite 201, desvestirse, dejarse caer en la bañera y mirar por la ventana.

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