Victoria Eguizábal Guía de cuevas
Victoria Eguizábal ·
Siente pasión por el arte prehistórico y entiende que los visitantes de las cuevas de Covalanas y Cullalvera, en Cantabria, llamen estos días a sus familias desde dentro para «dar envidia» por el fresquitoJosé Ahumada
Sábado, 23 de agosto 2025, 00:02
Mientras España entera se cuece durante estos tórridos meses, Victoria Eguizábal (Ramales de la Victoria, Cantabria, 1971), vive un verano a 10 grados: sin moverse ... de su localidad natal, es guía en las cuevas cántabras de Covalanas y Cullalvera, con hermosas muestras de arte rupestre.
– ¿Cómo se convierte alguien en guía de cuevas?
– Yo estudié Turismo y estuve trabajando de guía local en Cantabria. Después surgió la oportunidad de entrar a trabajar a Ramales porque en el año 2006 abrieron la cueva de Cullalvera. Imagínate qué suerte: estudiar Turismo, trabajar de guía y encontrar un puesto en mi pueblo. Además, la Historia siempre me ha gustado –empecé a estudiar Historia del Arte–, y también me gusta relacionarme con la gente. No se trata sólo de saber mucho, sino de saberlo transmitir, que es lo que intento hacer cada día.
– Los visitantes estarán encantados con el fresquito de la cueva...
– ¡Se quieren quedar aquí! Les ves llamando a casa sólo para decir que están pasando frío y dar envidia. Aparte de por el frío, las cuevas son entornos agradables, aunque por fuera puedan parecer muy inhóspitos. Tiene un encanto... es meterte dentro de la montaña: hay algo que atrae al ser humano a ellas.
– ¿Se encuentra con mucho miedoso?
– Preguntan mucho si se va a caer algo. Claro, estás hablando de la formación de las cuevas, de derrumbes, desprendimientos... y entonces lo primero que les vienes es: '¿Esto aguanta?'. Yo les digo que en este pase sí, que en el siguiente ya veremos.
– ¿Le preguntan muchas tonterías?
– Aparte de ver arte rupestre, a la gente le gusta mucho buscar figuras en los espeleotemas –yo me adapto a los visitantes, y si veo que les encanta ver figuras pues no voy a hablarles de temas técnicos que les vayan a aburrir–. Y como las figuras son tan reales y están tan bien hechas, algunos se piensan que las has hecho tú. Yo les explico que el artista es la naturaleza: todo lo que ven es a base de agua y millones de años.
– ¿Cómo lleva el tema de los móviles y las fotos?
– ¡Es horrible! Pero, claro, estamos en una cultura de la imagen, y, a veces, no sacar fotos cuesta. ¡No todos aguantan 45 minutos sin mirar el teléfono!
La «mala prensa»
– ¿Con qué tipo de visitante se lo pasa mejor?
– A mí me encanta que me hagan preguntas, no me gusta soltar el rollo. Me gusta interactuar, hago preguntas fáciles... Me gustan las familias, y los niños, que tienen unas mentes tan limpias y tan puras que a veces preguntan cosas que nos parecen muy obvias y que a los adultos ni se nos ocurren.
– Y, al contrario, ¿cuál es el más pelma?
– Los peores son los que van a lucirse. ¿Qué quieren? ¿Que se vea que saben más que el guía? Pues nada, yo les dejo y, si puedo, aprovecho y aprendo. Algunos van muy de listos, a ver si te pillan en algo que dices.
– ¿Se ha encontrado alguna vez con un cafre que se quiere llevar una estalactita de recuerdo?
– ¡Buf! La gente a la que le va lo de tocar... algunos enseguida estiran la mano. Yo les explico que una mano, aunque parezca limpia, tiene grasilla y por eso dejamos huella cuando tocamos un espejo. Les digo, sobre todo a los niños, que si tocan algo, allí donde ha tocado se pone verde: hay que concienciar de que lo que vemos en las cuevas es un auténtico lujazo y que hay que cuidarlo porque, si no, en el futuro no se podrá ver.
– ¿Va a ver cuevas cuando está de vacaciones?
– ¡Hombre! A mi familia la tengo un poco aburrida, pero no lo puedo evitar; saben que siempre toca cueva. Ver ese mundo del Paleolítico, este arte que conectó Europa durante miles de años, en más sitios... es algo que abre muchísimo la mente.
– Después de pasar tanto tiempo en las cuevas supongo que se habrá hecho una idea de cómo eran los hombres primitivos...
– Pues los imagino muy parecidos a nosotros. Yo siempre digo que el prehistórico tiene muy mala prensa, nos lo han pintado muy mal... o sea, no muy mal: nos lo han pintado como salvaje, pero es que vivía en un mundo salvaje, claramente, en el que tenía que sobrevivir. Pero es muy parecido a nosotros: seguía otras modas, la ropa –de piel auténtica–, con collares, con pendientes, se pintaba la cara, se tatuaba, era presumido... igual que nosotros. No los veo muy diferentes, la verdad.
– Imagine que puede viajar en el tiempo...
– Me encantaría poder verles pintar, en qué condiciones lo harían, cómo tocarían, cómo prepararían el pigmento, cómo prepararían el soporte... hablar con ellos no porque una de las magias que tiene el arte prehistórico es que nunca vamos a saber el porqué de ese arte, y eso es lo que lo hace tan fascinante. Es parte del encanto.
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