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SOCIEDAD

La Sontag de andar por casa

Un libro de su ex 'nuera' la dibuja torturada por no tener más hijos, resentida con su madre, subyugada por las personas bellas...

ISABEL IBÁÑEZ

Lunes, 14 de octubre 2013, 11:38

Lo novedoso de este libro sobre el icono cultural estadounidense Susan Sontag es que está escrito por alguien que era a la vez admiradora, colega de trabajo, compañera de piso y pareja de su hijo. La autora de 'Siempre Susan. Recuerdos sobre Susan Sontag' (Errata Naturae), Sigrid Nunez, apareció un día de 1976 en el apartamento de la controvertida y genial escritora para ayudarle -un encargo de la revista para la que trabajaba- a clasificar la montaña de correspondencia que había recibido durante el tratamiento por el cáncer de mama que acababa de superar (luego vendrían el de útero y la leucemia que finalmente la llevó a la tumba en 2004). Al poco, Nunez se enamoró de su hijo, David Rieff, y se quedó a vivir con ellos a propuesta de la propia Sontag: «Yo sabía que no era buena idea», dice la autora, pero su 'suegra' insistió: «No seas tan convencional. ¿Quién nos dice que tenemos que vivir como los demás?». Nunez habla de los rumores que tuvo que afrontar por este motivo, voces que decían que los tres se acostaban juntos. Pero lo importante es que de aquellos dos años de convivencia salió un libro que ayuda a dibujar a una Sontag más cercana y humana.

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Le encantaba romper las reglas: «Mi propia fastidiosa puntualidad llegaba a sacarla de quicio. Un día, comiendo fuera con ella, me di cuenta de que se me hacía tarde para volver al trabajo, salté de la mesa y se burló: '¡Siéntate! No tienes que estar allí en punto. No seas tan servil'. Servil era una de sus palabras favoritas». Con esta anécdota inicia Nunez un libro en el que ahonda en los miedos de la escritora y la muestra con toda su fortaleza y su debilidad. Como las ideas que le asaltaban sobre su enfermedad. «¿Será que no he tenido suficiente sexo?», admitió haber pensado cuando le diagnosticaron el tumor.

Algunos de los recovecos de su personalidad se gestaron en su infancia, recordada por ella como una época de «aburrimiento total». Aseguraba haber deseado con fuerza que acabase cuanto antes. Quizá tenga algo que ver en todo esto la relación que tuvo con su madre y que se plasma así en el libro: «Ese día -narra Nunez- me habló de su madre con franqueza y sin amargura. Después, sin embargo, diría tantas cosas y con tanta intensidad que su madre se convirtió en alguien casi mítico: una mujer fría, egoísta y narcisista que nunca mostró ningún tipo de afecto por Susan (...). Todo el que la conociera sabía esta historia y lo profundo de su resentimiento. Se veía como una niña desatendida, abandonada incluso (...). Una herida jamás curada». De hecho, se cuenta en el libro que cuando Sontag comunicó a su madre que tenía cáncer, ella le envió por correo una manta eléctrica.

Todo esto conectaba con otra de sus obsesiones, el hecho de haber sido madre solo una vez: «No haber tenido más hijos era una de las cosas que más lamentaba. Hablo del sentimiento 'criminal' que experimentaba cada vez que veía a un bebé o a un niño pequeño: '¡Quiero raptarlos!'. Incluso ver la cría de un animal le causaba dolor. Una vez vio un elefante bebé muy de cerca, contó, y se quedó tan abrumada que lloró y lloró». La autora aventura que, en el fondo, estaba el hecho de que durante la infancia de su hijo, ella pasó mucho tiempo alejada: «Cerca de su quinto cumpleaños Susan se fue al extranjero y no lo vio durante un año largo».

El mechón blanco

Hay espacio para desvelar pequeños trucos de belleza. Sontag tenía 43 años cuando Nunez llegó a su vida, siendo ella una veinteañera: «Pero a mí me parecía muy mayor. También porque se estaba recuperando de una mastectomía radical (...). Tenía la piel cetrina y el pelo... Siempre me desconcertó que tanta gente pensara que se decoloraba el mechón de pelo blanco de su melena, cuando debía resultar obvio que el mechón era la única parte que conservaba el color verdadero. Una peluquera sugirió que dejar una sección sin teñir resultaba menos artificial».

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La belleza era otra de sus fijaciones, de tal modo que llegaba a excusar cualquier defecto si la persona en cuestión era hermosa: «Si alguien era despampanante se lo perdonaba todo», incluso la falta de inteligencia que tanto detestaba en el resto de sus semejantes. El libro también repasa las relaciones amorosas que la escritora mantuvo con hombres y mujeres -«Si me siento cercana a alguien, incluso si se trata simplemente de una amistad, siempre siento algo de atracción sexual hacia esa persona»-.

Detestaba estar sola y le atraía la gente marginada, con la que pensaba que tenía muchas cosas en común. Entre lo peor de su personalidad, Nunez destaca su forma de ser «entre sádica y masoquista». Y pese a ser un icono cultural, sufría de inseguridad: «Mi primera sensación respecto a todo lo que escribo es que es una mierda», decía Sontag, que leía un libro al día.

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Personal. Nueva York, 1933-2004. Novelista y ensayista. Se casó a los 17 años con Philip Rieff, con quien tuvo un hijo, David Rieff, que luego fue su editor. Se divorciaron en 1958. Tuvo relaciones con la escritora y modelo Harriet Sohmers Zwerling, con la dramaturga María Irene Fornés y con la fotógrafa Annie Leibovitz.

Obra. Es famosa especialmente por sus ensayos: 'Contra la interpretación', 'Estilos radicales', 'Sobre la fotografía', 'La enfermedad y sus metáforas', 'Bajo el signo de Saturno', 'El sida y sus metáforas'.

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