¿Qué ha pasado este sábado, 6 de diciembre, en Extremadura?
La marcha de los puestos a Sol deja a la feria en la plaza sin turrón. :: ANDY SOLÉ
PLASENCIA

El botellón y las músicas resurgen y los puestos de Sol se desesperan

A falta de calor, la feria se calienta con alcohol, más ruidos, el renacido botellón de Patalón y el disgusto de los puestos confinados

A.S.O.

Sábado, 9 de junio 2012, 04:22

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La feria 'sin' que se preveía va siendo una feria 'con'. De sufrirla en silencio, pasamos a disfrutarla con jarana callejera. El bálsamo de la música ambiente es alivio de diversión. Al margen de las directrices municipales. Al final tendremos de casi todo... y el mismo dinero.

De no tener ruido y música pasamos a soportar las habituales pachangas rumberas- tecno y espontáneos Djs, amén de la república independiente de la calle Cartas, donde algún local se erigió, desde antes del chupinazo, en territorio comanche y desafió la 'ley sorda' de Pizarro para martirio del vecindario. Sin que sus quejas al Ayuntamiento, ni las de la AV Intramuros surtieran efecto. Visto lo sucedido, la tregua de silencio ha durado 24 horas. Y son muchas.

De no haber botellón, después de ser prohibido hace ahora un año por el alcalde y abortar la Policía Local el juvenil que formó el jueves noche en el campo de la Serrana, la calle de los Vinos es día y noche un macro botellón ante las mismas narices de los bares y sin que medie tome medida alguna.

Comprueban con asombro los hosteleros como el chavaleo acude con las bolsas de bebidas, refrescos y la nevera para tomar la vía y beber, bailar con la música que tienen y utilizar su baños, pero no sus barras para consumir. Algo no cuadra.

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Pasamos de tener poca gente el jueves a mayor animación y una cañeo más largo ayer. Además de lo que se espera hoy. Aunque como dice Vicente, de la Pitarra del Gordo, da igual más o menos días de feria, que el dinero para gastar es el mismo. Y se reparte.

Cambiamos de unos carteles de toros que cubren el expediente, siendo indulgente, a un festejo atractivo hoy que trae al coso de San Antón ('de las golondrinas' como le llamó el añorado cronista taurino Frasco) a Manzanares, Padilla y al triunfal Talavante.

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Variamos de capear solo a vendedores callejeros romanescos y a una legión de subsaharian@s -con el mágico 'yo es que soy más de jamón (jalufo)' que obra milagro entre los hijos de Alá- a esquivar a orientales con sus perros chillones por el suelo. Ya estamos todos.

Incluidos los puestos y casetas de garrapiñadas, turrón, sombreros, libros o chamarilería fina que de siempre vinieron a la Plaza Mayor. Décadas de tradición han sido desterrados a la calle y puerta del Sol por mor de querer vernos convertidos en más ciudad.

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Una decisión municipal que ha despertado la añoranza crítica de muchos, la incomprensión de otros tantos y el disgusto de los feriantes, algunos de los cuales ya afirma que en estas condiciones no vuelve a Plasencia. Para funcionar al 20% con las garrapiñadas, perder dinero o trabajar gratis para el Ayuntamiento no está la vida. Salen ganando con el cambio los 'oscuritos del todo' que toman los bancos de la plaza para vender gafas, sombreros y relojes, y no pagan tasa.

El edil de Festejos rechazó la alternativa de devolver ayer la plaza a los puestos, acabados los conciertos nocturnos, porque estos no parecen muy del gusto estético y cosmopolita del gobierno local, ni acordes con la categoría urbana de Plasencia. Tenemos una feria que en la plaza no tiene ni turrón.

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Nos queda el callejeo del cañeo, el botellón joven, las barras de 'cruzcampo' tomando la calle, las redes de recoger aceitunas colgadas como toldos junto a la Plaza Mayor, eso sí con sombrillas de diseño modelo 'patrimonio de la humanidad' en las terrazas. Es lo que trae siempre la feria. Mucha variedad. Y pintoresquismo local. Entre otros ismos.

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