¡Que se pierda mi nombre!
Vayan al cine. Disfruten, sueñen, lloren, rían, griten, amen o abúrranse..., pero por Dios, ¡no se duerman!
ENRIQUE FALCÓ
Domingo, 13 de junio 2010, 02:24
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LAMENTABLEMENTE ya no voy tanto al cine como antaño. De más joven era habitual que al menos dos o tres veces al mes dedicáramos, mi novia y yo, alguna noche del viernes o sábado para tal fin. Aún recuerdo con nostalgia lo que nos gustaba ir a la sesión nocturna de los ya desaparecidos Multicines Avenida, en la barriada pacense de San Roque. Tampoco se encuentran ya entre nosotros los entonces modernísimo multicines del Puente Real, que en cuestión de un par de años quedaron desfasados tras la aparición de los novísimos y modernos cines Conquistadores. Todo en Badajoz. Por cierto, el viejo cine Conquistadores es ahora un bingo, y tampoco el Viejo Teatro Menacho ha resistido el paso del tiempo. No, no es lo mismo. Ahora no voy tanto al cine como antes. Podría echarle la culpa al excesivo precio de las entradas, o quizás a Internet, por aquello de que ahora te descargas todas las películas en tu ordenador y las ves tranquila y cómodamente en tu casa, con tu enorme pantalla de plasma, con tu novia de la mano, en compañía de un 'copazo' y parando la 'peli' a tu antojo, cada vez que quieres levantarte para ir al baño o acudir al microondas a prepararte más palomitas. Aún así, cuando me decido y voy a ver una película disfruto como un niño. El cine sigue siendo poseedor de una magia muy especial, y por muy aburrida, lenta o mala película que proyecten, nunca he entendido a aquellos que se quedan dormidos dentro de su sagrado recinto. Me parece un horror, además de un desperdicio económico importante en los tiempos que corren.
Cuento todo esto porque, el otro día, una compañera me comentó que se quedó dormida en el cine viendo Robin Hood, debido a que la película «era muy lenta». También conozco casos increíbles, como el de mi cuñado Antonio, que se duerme en dos de cada tres películas a las que va porque el cine «le da sueño», y me lo cuenta tan tranquilo. Mi cuñada Olivia me confiesa también que cada dos por tres se duerme en el cine porque está muy cansada. Mi propia novia se me quedó traspuesta también en una ocasión que la obligué a ir a ver una de Harry Potter, justificando su sopor con que la película era un tostón y no se enteraba de nada.
Me salta a la memoria aquel entrañable personaje de la obra maestra 'Cinema Paradiso', de Giuseppe Tornatore, que acudía al cine expresamente para dormir, y así lo anunciaba públicamente. Mientras roncaba con la boca abierta, los traviesos niños del pueblo le deslizaban escarabajos por el gaznate, y el dormilón, al notarlos por la garganta se despertaba y los reprendía furiosamente a voces. «¡Si no os hago tragar la barba..., que se pierda mi nombre!». Esta escena se repite varias veces durante la película. En la última, ni siquiera es él quien acaba la frase, pues todo el patio de butacas la completa al unísono. Es una escena divertidísima. 'Cinema Paradiso' es una película maravillosa. No se puede definir de otra manera. Si alguno de ustedes no la ha visto aún, le animo a que lo haga; me lo agradecerá, pues son pocas las películas, que como ésta, pueden transmitir de manera tan mágica las sensaciones del séptimo arte.
No estoy seguro de cual fue la primera película que vi. ¿Ustedes lo recuerdan? Piénsenlo. Creo que fue 'E.T.'. O quizás 'Las aventuras de Enrique y Ana'. Lo que sí recuerdo es que fue en el antiguo cine Balboa, de Jerez de los Caballeros, el pueblo de mi madre, cuando contaba con muy pocos años de edad.
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Un servidor, ¡cómo no!, también se ha tragado en el cine auténticos bodrios. Con especial 'cariño' recuerdo, por ejemplo, 'El paciente inglés'. ¡Vaya tostón! También la insufrible 'Tin Cup' (aún no he perdonado a mi novia que me obligara a acompañarla) o las estúpidas películas americanas tipo 'Scream' o 'Sé lo que hicisteis el último verano'. Mención especial y aparte merece el cine español. 'Tuno negro', por ejemplo, es un insulto al espectador, así, como se lo cuento. Al menos nos sirvió para presenciar el papelazo como tuno de Jorge Sanz; le iba como anillo al dedo y me da en la nariz que ni siquiera tuvo que prepararse para su interpretación. 'Kilómetro 0' es horrorosa, y menudo tostón cuando estrenaron 'La Celestina'.
A pesar de todos estos engendros, mi menda no puede permitirse el lujo de dormirse en un habitáculo lleno de aventuras y fantasía, donde los sentidos afloran al paso de cada fotograma. Quien se duerme en el cine se pierde la magia de los sueños, y renuncia insensatamente a vivir excitantes experiencias con las que podremos soñar plácidamente sin la necesidad de cerrar nuestros párpados.
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El gran Alfred Hitchcock decía que el cine no era un trozo de vida, sino un pedazo de pastel. Prueben ese dulce. Degústenlo sabroso y disfrútenlo como si fuera el único que comerán en su vida. Háganme casos amigos, vayan al cine. Disfruten, sueñen, lloren, rían, griten, amen o abúrranse..., pero por Dios, ¡no se duerman! Y si lo hacen..., ¡que se pierdan sus nombres!
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