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Donald Trump atiende las explicaciones de Elon Musk sobre la Starship, su cohete gigante. Reuters

Los extraterrestres entran en el Gobierno de Trump

La obsesión por los aliens se ha instalado en la Casa Blanca con J.D. Vance y Marco Rubio

Lunes, 1 de diciembre 2025, 00:07

Al trumpismo le encantan las conspiraciones. Casi se diría que se alimenta de ellas. Los papeles del pederasta Jeffrey Epstein, las vacunas que provocan autismo, ... las estelas químicas de los aviones, QAnon –una trama secreta organizada por el 'Estado profundo', los políticos progresistas y actores de Hollywood contra Trump y sus seguidores–, el 'pizzagate' –un restaurante de Washington que era el epicentro de una red de pedofilia– y los extraterrestres que llevan décadas vigilándonos son solo algunos de los muchos ejemplos de estas supuestas conjuras, a cada cual más disparatada.

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El regreso de Trump a la Casa Blanca ha llevado algunas de esas maquinaciones al mismo Gobierno norteamericano. Con el polémico Robert Keneddy jr. en lo relativo a la salud y con el vicepresidente J.D. Vance y el secretario de Estado Marco Rubio con los habitantes de otros mundos. Teóricos rivales en la carrera para suceder al magnate en el Despacho Oval, han unido fuerzas para desclasificar la información que supuestamentes se viene ocultando en los últimos 80 años sobre lo que de unos años a esta parte viene llamándose UAP en inglés y FANI en castellano, siglas de 'Fenómeno Anómalo No Identificado'. Los ovnis de toda la vida.

El detonante ha sido un documental titulado 'The Age of Disclosure' (algo así como 'La era de la desclasificación'), donde hasta 34 altos funcionarios gubernamentales, tanto del pasado como actuales, aseguran tener conocimiento de «inteligencia no humana avanzada» y sostienen, entre otras cosas, que ha habido un encubrimiento de tecnología alienígena recuperada de accidentes aéreos desde los años 50 del siglo pasado.

«Hemos tenido repetidos casos de algo operando en el espacio aéreo sobre instalaciones nucleares restringidas y no es nuestro», asegura el propio Rubio en el documental, que pudieron ver varios congresistas republicanos (y demócratas) en una proyección secreta el lunes 17 de noviembre, según reveló 'The New York Times'. «Tengo muchas ganas de profundizar en ello. No puedo permitirme estar tan ocupado como para pasar los próximos tres años sin llegar al fondo de esto. Así que llegaré al fondo de esto, pero me llevará un tiempo», aseguró Vance a finales de octubre. Lo hizo en una entrevista en la que vino a reconocer que es un «lunático de los ovnis».

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La información del rotativo norteamericano revelaba también que una de las impulsoras de ese pase secreto fue la republicana Anna Paulina Luna. Nacida en California en 1989, de padres de origen mexicano, refleja tan bien como Vance, Rubio o Kennedy el tipo de figuras pasadas de vueltas que han medrado en la política estadounidense al calor del trumpismo. Exsoldado, exmodelo e influencer en Instagram –suele posar con pistolas y armas de asalto–, entre sus 'méritos' está el haber propuesto tallar en el monte Rushmore el rostro de Trump, al que define como «el mejor presidente de la historia».

Anna Paulina Luna organizó el pase secreto del documental. Redes sociales

Luna es también una conspiranoica de manual. Como presidenta del Grupo de Trabajo de la Cámara de Representantes sobre la Desclasificación de Secretos Federales, ha asegurado que su equipo investigará los ataques terroristas del 11 de septiembre, los orígenes de covid-19, los asesinatos del expresidente John F. Kennedy –otra de las conjuras con mayor arraigo– y de Martin Luther King jr. y, claro, los ovnis. «Será una búsqueda incesante de la verdad y la transparencia, y no nos detendremos hasta que el pueblo estadounidense tenga las respuestas que merece», ha advertido.

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Obsesión con los ovnis

La obsesión por los Objetos Voladores No Identificados empezó en 1947. «El piloto Kenneth Arnold es el primero que aseguró haber visto un platillo volante», asegura el periodista Luis Alfonso Gámez, uno de los mayores de expertos nuestro país en ovnis, a los que califica como «el mito cultural del siglo XX». En aquellos primeros momentos, los aliens todavía no habían entrado a formar parte de la conspiración. La sospecha se dirigía más bien hacia la Unión Soviética, que buscaba desarrollar su propia bomba atómica en los primeros años de la Guerra Fría.

Los aliens llegarían, según Gámez, tres años después. En 1950, el aviador y escritor Donald Keyhoe publicó 'Flying saucers are real' ('Los platillos volantes son reales'). «Fue el que convirtió los platillos volantes en naves de otros mundos y el primero también en anunciar la inminencia de una de esas 'revelaciones' que nunca acaban de llegar, como los viajes a Marte o la fusión fría. Pasó con Jimmy Carter, que aseguró que él mismo había visto un ovni, con Bill Clinton, con Obama y en la primera presidencia de Trump». 'The Age of Disclosure' sería un nuevo capítulo de una historia «en la que han investigado científicos de primer nivel como Carl Sagan, Thornton Page y Richard Feynman, y nunca han encontrado extraterrestres. Son montajes de conspiranoicos y políticos, y un mito cultural occidental con raíces en la ciencia ficción, la exploración espacial y los avances tecnológicos conjugados con una visión naif del universo al estilo 'Star Trek' en la que se les representa con nuestro mismo aspecto».

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«La conspiración forma parte de la tradición política estadounidense», explica el politólogo Roger Senserrich sobre esta perenne obsesión en Washington por las conjuras. El mencionado asesinato del presidente Kennedy en 1963 fue un hito pero no su origen. Ya en la década anterior se había desatado la 'caza de brujas' de McCarthy contra los comunistas. Lo estudió el historiador Richard Hofstadter en un ensayo titulado 'The Paranoid Style in American Politics' ('El estilo paranoico en la política estadounidense'), publicado en 1964.

La «coalición de los raritos»

Esta tradición se encuentra especialmente arraigada «en un rincón» del Partido Republicano que «desconfía de la autoridad y del Gobierno cuando no están en el poder», apunta Senserrich. La primera vez que estos conspiracionistas republicanos se hicieron notar en las altas esferas fue precisamente en ese mismo 1964. Fue entonces cuando lograron nominar como candidato a la presidencia a Barry Goldwater, «un hombre muy raro, radical, libertario y conspiranoico». La «paliza» recibida ante Lyndon Johnson –solo ganó en seis de los 52 estados– hizo que «el partido les pusiera coto. Normalmente no les sacaban a pasear, pero ese control se acabó con la llegada de internet y de Trump, que hacen que la división chiflada de los republicanos tome el control».

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La obsesión con las conspiraciones afecta también a la izquierda. «Un ejemplo es Robert Kennedy, antivacunas, partidario de todo lo natural y defensor de que todo produce autismo». «Lo que ha ocurrido ahora es que ambas corrientes han confluido en una especie de coalición de los raritos. La diferencia es que ahora están en el poder».

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