Son muchos los subsectores agrarios que, como factor común, han sufrido de forma dramática la paralización inicial, y posterior reapertura limitada, del canal Horeca; lo ... que no se ha podido ver compensado por el repunte del consumo doméstico. Ahora la patronal del sector de alimentos y bebidas (FIAB), apoyada por el Instituto de Estudios Económicos, confirma la caída global en el año 2020, y ratifica dicho motivo. Se estima que en este ejercicio el volumen de negocio del sector se minorará un 3,6%, con una facturación final que rondará los 116.000 millones de euros; si bien es cierto que, con carácter general, se ha producido una reducción de costes, lo que ha amortiguado en cierta manera la pérdida de márgenes.
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Por un lado, el consumo doméstico representa la mayor parte del mercado. La venta en este canal, con un volumen de negocio en torno a los 65.800 millones de euros, ha subido en torno al 12%, lo que podría hacer pensar que el balance global es positivo. El problema es que el canal de la restauración, aun siendo menor en valor, ha bajado un 56%, y esta importante caída no ha sido compensada por las ventas en supermercados, grandes superficies y comercio de proximidad. Tampoco ha sido suficiente el incremento de las exportaciones, que han crecido el 2,6%, pero con un valor absoluto mucho menor, 32.100 millones de euros. Además, este crecimiento no ha sido homogéneo, habiendo repuntado el 5% las exportaciones de alimentos, pero reduciéndose en un 4,5% las de bebidas. También es importante destacar que este aumento ha sido muy desigual, centrándose fundamentalmente en las exportaciones de porcino y sus derivados. La crisis de la peste porcina africana en este gigante oriental ha tirado con fuerza de la producción española, altamente eficiente en los mercados exteriores.
Esta pérdida de actividad ha arrastrado al mercado laboral. En primer lugar se ha producido una importante reducción en el número de empresas durante la pandemia. En octubre había 24.850 en este sector, habiendo echado el cierre un 6,8% con respecto al mes de febrero, lo que ha supuesto la pérdida de 1.700 empresas.
La mencionada constricción del tejido empresarial, junto con la reducción de personal en las empresas, ha supuesto la desaparición de 7.250 puestos de trabajo desde octubre de 2019, un 16,4%, ocupando en la actualidad a 440.100 empleados. Unos datos que, además, no incluyen los 11.610 que se encuentran en ERTE.
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Sin embargo la pandemia no solo ha traído malas noticias al sector alimentario. La demanda de los denominados alimentos saludables ha crecido. De acuerdo con un estudio de la consultora Nielsen para España y Portugal, el 60% de los españoles consumen más alimentos bio y comida poco procesada que antes de la pandemia. Se trata de un mercado que en la actualidad tiene un volumen de negocio 550 millones de euros anuales, un 17% más que hace un año. Lo que sucede es que representa solo una pequeña parte del mercado alimentario, que en ningún caso puede amortiguar el lastre de la pandemia. Por otro lado, el que en plena crisis se incremente el consumo de este tipo de productos, de mayor precio, indica que, con carácter general, el consumo doméstico sigue fuerte.
El problema va más allá de la crisis sectorial. El sector de la alimentación en nuestro país es el segundo motor de la economía, después del turismo y, por cierto, con una relación directa entre uno y otro. Es de esperar que tras la entrada de las vacunas, a lo largo de 2021 se reactive el turismo y se eliminen las restricciones a la restauración y hostelería, lo que permitiría una rápida recuperación siempre que, eso sí, los hábitos de consumo de la sociedad española no se hayan modificado, algo que queda por ver.
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