Hostilidad bancaria
A la última ·
La semana pasada, por causas ajenas a mi voluntad, tuve que entrar en una sucursal y por un instante me pareció estar visitando una tienda de mueblesCuando el Gobierno nos pidió opinión sobre la OPA, no supe qué decir. Por un lado, me gusta mucho ese bello adjetivo de origen latino, ... hostil, que remite a combates sangrientos y a películas de gladiadores. Por otro lado, no tengo ni idea de economía financiera y eso a los espíritus débiles nos coarta y nos hace sentirnos pequeñitos. El caso es que dejé pasar, con cierto cargo de conciencia, la oportunidad de participar en la encuesta del Ministerio, pero hoy, tras varios meses de profundo estudio y sosegado análisis contable, he llegado por fin a una conclusión: los bancos tienen que recuperar los mostradores.
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Las sucursales han vivido una extrañísima evolución espiritual. Antes había una liturgia de la actualización de libretas, con severos señores de rostro impasible que anotaban los movimientos. El mundo era sólido entonces. Luego, en un impreciso momento de los años noventa, se convirtieron en bazares y era una aventura cotidiana entrar a ingresar unos billetes y encontrarse de pronto con una batería de cocina, con sábanas bajeras, con televisiones de pantalla plana.
Aquel prometedor cruce entre J.P. Morgan y la Tómbola Antojitos se frenó por desgracia minutos antes de que se inventaran los satisfyers, lo que seguramente nos privó a los ciudadanos de impactantes ofertas de erotismo a cambio de un plazo fijo. Las cosas han ido a peor. La semana pasada, por causas ajenas a mi voluntad, tuve que entrar en una sucursal y por un instante me pareció estar visitando una tienda de muebles: había sofás, mesitas de metacrilato, despachos. Me quedé parado en mitad de la sala, desorientado, pidiendo a gritos un mostrador o, al menos, una sartén antiadherente.
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