Lo peor del lapsus es que ya no hay marcha atrás. Da igual que te pase en la calle o en el Senado, que te ... quedas atrapado en lo inesperado, y te persigue aunque rectifiques como hizo Trillo ante el ejército de El Salvador cuando gritó con los talones pegados aquel emblemático «¡Viva Honduras!». En segundos te tienes que acomodar a esa nueva realidad que tú mismo has provocado, como cuando te metes en la autovía por la que vas a diario, pero esta vez tenías que haber ido en la dirección opuesta.
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Siempre me he preguntado qué hay detrás de esos despistes, si es la edad, el subconsciente, el exceso de tareas, pero en realidad creo que el despiste es un intento por disimular algo que ha salido rana. ¿Qué le pasó a Yolanda Díaz cuando dijo Gobierno de corrupción en vez de Gobierno de coalición? ¿Fue un patinaje morrocotudo o un poco de acicate? Con la frecuencia con que los políticos toman la palabra es una cuestión de probabilidad que metan la pata en algún momento; que se lo digan a Mariano Rajoy, que ha llenado la hemeroteca de extravagancias.
Escuchar al expresidente era como recorrer un cuadro de Escher: «Haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda, si es que eso es posible. Y haré todo lo posible, e incluso lo imposible, si es que lo imposible es posible». Tenía joyas como «somos sentimientos y tenemos seres humanos», que te sacaban una sonrisa si no fuera porque era el presidente del país, y entonces la sonrisa se convertía en otra cosa, como cuando Esperanza Aguirre dijo cuánto le gustaba la escritora «Sara Mago». Zapatero también pisó cáscara cuando dijo aquello de «tenemos que estimular para favorecer, para follar», en lugar de decir 'para fomentar' las relaciones comerciales, y Pablo Iglesias, con su fluida oratoria de megáfono y aula magna, patinó cuando soltó «hay que dar la razón a las mujeres escandalizadas con tantas mamadas», y rectificó sobre la marcha «tantas manadas». ¿Y qué decir del flaco favor que hizo a la igualdad la ministra Bibiana Aído con aquel «miembros y miembras»?
Hay lapsus que más que risas o memes provocan estragos, como aquel de María Dolores de Cospedal cuando soltó «hemos trabajado mucho para saquear este país»; que no digo yo que no se esforzaran, pero ahora que la actualidad vuelve a oler a sobres, chistorras y en pleno juicio por la 'Gürtel', resulta sonrojante el cortoplacismo de la memoria de algunos cuando aplauden y vitorean la metedura de pata de Díaz. ¿Acaso se creen que hemos olvidado cómo usaban esa palabra como si montaran un cubo de Rubik en sus discursos? El problema no es la palabra corrupción, sino que siga sonando; ese es el lapsus, y no hace ninguna gracia.
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