El wéstern 'El hombre que mató a Liberty Valance' (1962) es una obra maestra de John Ford. Al poco de arrancar la película, se produce ... el atraco a la diligencia que se dirigía a Shinbone, pueblo del lejano Oeste, por unos malhechores capitaneados por Liberty Valance (Lee Marvin). Enseguida harán salir del carruaje a los atemorizados pasajeros, entre los que está el recién licenciado en leyes Ransom Stoddard (James Stewart). Ante el maltrato a los viajeros, el idealista abogado saldrá en su defensa, momento en que Liberty le agredirá cruzándole la cara con un látigo, tirándole al suelo, expoliando sus libros y quemándolos. Pocas veces se ha descrito con tanta eficacia la pulsión totalitaria contra el valor de la justicia. Los salteadores atacarán también al otro pilar fundamental de la democracia: la prensa o cuarto poder. Una secuencia memorable será la destrucción de la redacción del periódico local y la brutal paliza a su director, el borrachín pero íntegro Dutton Peabody (Edmond O'Brien). La fuerza y violencia del antiguo Oeste –representadas por Tom Doniphon, interpretado por John Wayne– dan paso en este crepuscular wéstern a la ley, el orden y la democracia, valores encarnados por el abogado Stoddard y el periodista Peabody.
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Los abusos del poder requieren de impunidad y, por tanto, de la neutralización de la justicia, la prensa y los parlamentos. Hoy las agresiones a estas instituciones no se producen a golpes ni a tiros, sino mediante el sectarismo, la mentira y –a veces– por las mayorías parlamentarias, que no siempre persiguen el bien ciudadano. Hay que reconocer que el control/manipulación de estos poderes y contrapoderes se produce por todos los partidos políticos que alcanzan el poder, en mayor o menor grado. PSOE y PP; PP y PSOE. Tanto monta, monta tanto... Sin embargo, dada la precariedad de escaños del socialismo gobernante y su necesidad de apoyarse en fuerzas antisistema y antiespañolas, el Ejecutivo socialista ha cruzado algunas líneas rojas. Baste tener en cuenta que, durante la pandemia, las Cortes fueron cerradas anticonstitucionalmente. Que se ha vaciado de independencia a la Fiscalía, haciéndola depender 'de facto' del Ejecutivo y nombrando como titular a una exministra de Justicia. Que se amenaza o censura a determinados medios de prensa. Que el presidente del gobierno concede sus intervenciones siempre a los mismos medios. Que el Código Penal seguramente sea reformado para favorecer a los sediciosos catalanes. Finalmente, que la figura excepcional del indulto se ha concedido a golpistas cuyos partidos apoyan al Gobierno, o se concederá, con toda probabilidad, a correligionarios que degradaron la democracia mediante una corrupción sistemática y organizada. La ley es ciega y nunca a la carta. Cuando el presidente extremeño Fernández Vara afirma acatar la sentencia de los ERE, por un lado, y, por otro, sostiene la bondad de Griñán, está sembrando la confusión en la ciudadanía y deslegitimando de manera encubierta las instituciones judiciales. Los asaltos a la justicia y a la prensa, pues, continúan en nuestros días.
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