Miro por la ventana y contemplo la hoja obstinada en el árbol, convertido en un esqueleto plomizo en mitad del invierno. Continúa ceñida a la ... misma rama que la vio brotar, hará dos años o más. Me admira su audacia para aferrarse a la savia que la alimenta, mientras un sudario de escarcha cubre la broza de sus compañeras caídas.
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La hoja ya estaba ahí la primavera en la que todo se torció y salíamos a aplaudir a los balcones. Estaba cuando la copa se vistió de verde intenso para albergar rabilargos entre sus ramas, cuando los nidos quedaron vacíos y los niños pudieron volver a jugar bajo su sombra, cuando la vacuna nos colmó de esperanza y cuando la fronda se precipitó en otoño, marchita y acartonada. Estaba también cuando la enfermedad repuntó dañina para arrebatarnos la Navidad.
Y aún después, en el transcurso de la infausta época en la que aprendimos a conjugar la resiliencia, todas las mañanas, tras despertar, sabía que al correr las cortinas de las ventanas, como el dinosaurio del cuento de Monterroso, la hoja seguiría allí, imperturbable al paso del tiempo.
Permaneció impasible el día en el que una horda de chiflados, tocados con cuernos de bisonte, asaltó el Capitolio, en el que los esquiadores tomaron la Castellana y las cometas dejaron de surcar los cielos de Kabul, en el que la Tierra irrumpió furiosa sobre el cráter del Cumbre Vieja, en el que frau Merkel dijo adiós a Europa y el emérito regresó fugazmente a España, en el que el último zar de Rusia quiso apoderarse de Ucrania y China puso sus miras en Taiwán, en el de la muerte de la reina de Inglaterra y en el que un velo estuvo a punto de derrocar el régimen de los ayatolás, en el día más caluroso del siglo, en el más seco y el más lluvioso, en el que el cambio climático llegó para quedarse, en el que la gasolina y la luz estaban por las nubes, y en el que se retiró Federer y Messi ganó su Mundial. En todos esos días, la hoja estuvo allí.
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Hemos asistido a un período de tiempos difíciles y cambiantes. Se vio el impacto de la pandemia de covid-19 en todo el mundo, lo que provocó cambios drásticos en la economía mundial. Se luchó para controlar los efectos de la pandemia, con el objetivo de superar los desafíos que se presentaron. También se vieron cambios en las políticas, la tecnología y la cultura, que afectaron a todas las personas de manera directa e indirecta. El bienio 2020-2022 fue un periodo de profundas transformaciones, que marcaron el futuro de la humanidad.
El párrafo anterior ha sido escrito por un chatbot, un algoritmo de inteligencia artificial que permite mantener conversaciones racionales y frías. Puede resumir dos años en quinientos caracteres, pero es incapaz de trasmitir la poesía de una hoja que resiste a la adversidad. Que la hojarasca no nos encubra un año repleto de dicha. Feliz 2023.
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