Guía de malas prácticas

Carta de la directora ·

Manuela Martín

Badajoz

Domingo, 25 de julio 2021, 10:28

Si fuese una localidad grande, el Ministerio de Hacienda ya habría intervenido Alburquerque, como hizo con Marbella, pero es pequeña». Esta ha sido la ... explicación que nos han dado los políticos cuando hemos planteado por qué las autoridades competentes, en este caso el Gobierno, no toma cartas en el asunto y pone fin a la agonía política y económica de un pueblo. Dicho descarnadamente: Alburquerque está muy lejos de Madrid, son pocos vecinos y en Hacienda tienen problemas más gordos que atender. Si fuera la Marbella de Jesús Gil, que estaba todo el día en las televisiones, ya estaría intervenida.

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Alburquerque, según llevamos contando en HOY desde hace años, acumula una deuda inasumible y lleva sin pagar a sus trabajadores desde hace medio año. Continúa gobernada por su antiguo alcalde, Ángel Vadillo, que a pesar de no poder presentarse a las elecciones por estar inhabilitado, se ha hecho con el poder por la puerta de atrás. Ahora firma como director general y portavoz del Ayuntamiento de Alburquerque gracias a que su alcaldesa, Marisa Murillo, le cedió el mando.

Una de las últimas noticias que ha publicado HOY sobre Alburquerque pone los pelos de punta: una veintena de ancianos acogidos en una de las residencias municipales han tenido que ser trasladados después de que una inspección del Sepad encontrase cucarachas en sus habitaciones. La falta de mantenimiento de las instalaciones ha llevado a que se deterioren los servicios. Unos días antes, el 4 de julio, informábamos de que las cuatro residencias se habían quedado sin enfermeras. Las dos últimas se habían marchado hartas de no cobrar. Los trabajadores alertaban también de que hay problemas de abastecimiento porque los proveedores que les surten de alimentos están hasta las narices de que no se les pague. En junio, los sindicatos cifraban en 1,4 millones el montante de los salarios que el ayuntamiento debe a los trabajadores. A esa deuda súmenle ustedes lo que debe a la Seguridad Social, a Hacienda, a los bancos, a las tiendas y a todo aquel que haya tenido una relación económica con el consistorio.

El hartazgo por la situación, antes oculto, ya es evidente: desde hace meses, un grupo de trabajadores y vecinos protesta semanalmente contra los impagos y la situación de desastre. Un policía local se puso a principios de año en huelga de hambre para reclamar su sueldo. No quería abandonar el pueblo, como habían hecho otros nueve agentes, que han pedido el traslado desesperados ante los impagos. Hay pocas dudas de que la responsabilidad de esta situación es de Ángel Vadillo, que durante décadas ha practicado una política de populismo suicida. Pero también del PSOE, que hasta hace unos meses miraba para otro lado porque Vadillo ganaba elecciones bajo sus siglas.

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Se le permitió que abriera cuatro residencias que el pueblo no podía mantener, que encargara obras que no pagaba, que contratase empleados sin tasa y sin presupuesto para ganarse el favor incondicional de los vecinos. El resultado es un desastre sin paliativos: una deuda que crece sin parar y unos trabajadores indignados por no cobrar y atados al ayuntamiento para no perder sus derechos. Todo un manual de mal gobierno el que se ha practicado en Alburquerque durante años.

El remate final, el doloroso símbolo del desastre que ha sido esta gestión, son los ancianos desatendidos en residencias que no reúnen las condiciones sanitarias mínimas. Son los más débiles, los que no tienen voz ni fuerza para manifestarse, las víctimas del mesianismo político.

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