Tribuna

El disparate del «museo» en Plasencia para el pintor Jiménez Carrero

No es, ni mucho menos, una figura relevante del arte actual, no ha participado en muestras importantes ni en museos ni en galerías prestigiosas; la estética que desarrolla es la de un realismo amanerado que no sintoniza, en ningún caso, con las tendencias estéticas con mayor fortuna crítica en las últimas cinco décadas

Fernando Castro Flórez

Profesor de Estética de la Universidad Autónoma de Madrid

Lunes, 26 de mayo 2025, 22:40

Aunque trato de resistir a la moda de la nostalgia y no tengo idealizado el pasado, de cuando en cuando siento una punzada en el ... pecho que me lleva a pensar en Plasencia, la hermosa ciudad en la que nací hace sesenta años. Navegando con la red me encontré con la 'polémica' en torno a la creación de un Museo de Arte Contemporáneo que acogería la obra de Enrique Jiménez Carrero en esa «la perla del Valle». Resulta que ese pintor, nacido en Granadilla y afincado, como un servidor en Madrid, considera justo y necesario que se encuentre, cuanto antes, un espacio para tener una exposición permanente de su obra. Ante el vicio de pedir, pensé inercialmente, está la virtud de no dar. Pero resulta que las instituciones competentes, desde el alcalde de Plasencia (Fernando Pizarro) hasta los políticos de instancias como la Diputación Provincial están en un sinvivir para tratar de «resolver» tan importante asunto. También descubro que hay entusiastas y asociaciones de diverso pelaje que están animando el cotarro y apoyando a tan generoso creador. Unos y otros están convencidos de la importancia de la «donación» que, según parece, sería de unas trescientas obras. Bien es verdad, por no delirar más de lo debido, que también hay que proceder a comprar una cantidad considerable de las obras de ese artista, lo que hace que la broma suponga el desembolso de una cantidad que estaría en torno a los dos millones.

Publicidad

Conozco la obra de Enrique Jiménez Carrero, incluso escribí en 1994 un texto para el catálogo de una exposición suya en el Convento de las Claras, y tampoco ignoro completamente la situación cultural en Plasencia que no es precisamente dinámica sino más bien desastrosa. Me permito dar mi opinión, por tanto, con respecto a esta donación y compra para hacer un Museo de Arte Contemporáneo a mayor gloria de ese pintor: es un completo disparate. Enrique Jiménez no es, ni mucho menos, una figura relevante del arte actual, su trayectoria no le ha llevado a participar en muestras importantes ni en museos ni en galerías prestigiosas; la estética que desarrolla es la de un realismo amanerado que no sintoniza, en ningún caso, con las tendencias estéticas con mayor fortuna crítica en las últimas cinco décadas. Dedicar recursos públicos y un espacio cedido por el ayuntamiento de Plasencia a un artista tan poco relevante es absurdo o fruto de la completa ignorancia.

En algún artículo de periódico he leído que el artista con afán de «musealizarse» considera la propuesta como un «regalo» y que incluso lo que costaría este despropósito es poco comparado con el enorme valor de su obra. Dan ganas de reír si no fuera todo bastante sórdido o patético. Con dos millones de euros se podrían emprender en Plasencia cantidad de proyectos culturales que tuvieran sentido, atendieran a jóvenes, como me pasó a mí, tienen que emigrar para encontrar otros lugares en los que estudiar, crear y sobrevivir. Sería muy oportuna la construcción de un centro de arte contemporáneo, pero siempre y cuando no fuera un «mausoleo» en el que santificar, de la forma más cateta imaginable, a un artista de medio pelo.

Toda persona sensata tiene que estar atenta cuando le endosan un «regalo envenenado». Llevo realizando crítica de arte en medios (como El País, Diario 16, El Mundo o ABC Cultural) desde los años ochenta y he asesorado a museos nacionales e internacionales. Conozco el sistema del arte y he visto toda clase de situaciones extrañas, entre ellas, las pretensiones de muchos artistas que no ponen freno a la vanagloria. No es infrecuente ese rapto de un creador que reclama un Museo, así con mayúsculas, para su obra en su pueblo. Lo más lógico es escuchar la apasionada petición y declinar la «donación», que suele encubrir una compra, con toda la elegancia posible. Siempre se puede sugerir que el «gran artista», con una obra «magistral», busque otro alcalde, diputado, senador o lo que corresponda al que ofrecerle el regalito. O, mejor todavía, que se rasque el bolsillo y monte una Fundación en la que pueda hacer lo que le plazca. En Plasencia, para desarrollar el placer estético y revitalizar una cultura muy raquítica, no hace falta montar un chiringuito-museal como el que se está penosamente aireando. Ojalá todo este disparate termine, súbitamente, en polvo, en sombra, en nada.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes sólo 1€

Publicidad